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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 4 de agosto de 2020 [01:05 GMT-5] (Neotraba)

Como última parte, cuando se está dando los detalles finales a la obra, ya no hay un acto de reflexión ni análisis concreto referente a uno mismo o a la obra, es más bien el juicio directo al producto, uno que debe ser objetivo en todo sentido, ni más ni menos de lo que es la obra en sí. Aquí, al borde del final, se encuentran los últimos desafíos que enfrenta el creador, unos que pueden ser subestimados o ignorados por completo.

Febe:

Cuando se encuentra por terminar algo importante, suele recapitular lo que ha aprendido de esa experiencia, y es saludable hacerlo. Haciendo esto, uno crece como creador y traza un buen camino para emplear ese conocimiento en otra obra. Febe, siendo la titánide de la sabiduría, es reflejo del aprendizaje, pero no uno constante, sino uno soberbio. Parecida a su hermana Rea, en cuanto adulación se trata.

El creador, consciente del conocimiento adquirido, se ve a sí mismo como un erudito, el oráculo absoluto al que los demás pueden acudir. Febe-Creadora es una bestia que se marchita rondando una pequeña parte del mundo, de su mundo. Las limitaciones que se impone no le hacen explorar o buscar más conocimiento, y es una aprendiz sedentaria. En consecuencia, la calidad de las obras siguientes, o de la actual, se pierde con cada nuevo recorrido a lo que ya se sabe.

Se le llama la zona de confort, pero además de que suena muy pretencioso, no es exacto. Nombrarlo como una zona quiere decir que es una fracción de un todo. ¿El sedentarismo intelectual es estático? Mi respuesta es no. Febe sabe correr a un lado del creador y es por ello por lo que parece que no hay forma de escapar de ella.

Tetis:

Otra posibilidad, es que quién se sumerge tanto en el proceso creativo no puede hallar una salida próxima, y tal como un cadáver en el río, se deja llevar por corrientes extrañas que lo estrellan (en el mejor de los casos) contra algo lo suficientemente duro para hacernos volver a la realidad. Tetis, tanto en el mito como en esta analogía, provee estas corrientes que no parecen tener un fin. Y podría ser comprensible, porque tras purgarse de todo lo pre-creativo y estando al filo de concluir una obra, la mente humana busca una forma de prolongar esta sensación de satisfacción al explorar nuevas ideas, al dejarse llevar por las miles de corrientes de pensamiento que nos llevan a entender el mundo.

Algo parecido a lo que pasa con un niño al ver por primera vez una película que le gusta; el infante la verá varias veces más hasta que identifique qué es lo que va a pasar en cada momento de la película, recibiendo una recompensa por tener la razón en forma de dopamina. La explotación del saber es la película y Tetis-Creadora, el niño que examina cada detalle, que lo pule y busca más; hasta que este apetito voraz hace del creador alguien muy parecido a Funes (del cuento de Borges).

Temis:

Si algo es seguro, es que finalizar una obra es contundente, definitivo, no hay vuelta atrás. No más correcciones, ni agregados o notas al pie. Tener un punto final que sea eso realmente: un punto final. A este instante ocurre la presentación de la falsa justicia a la obra. Qué se debe hacer a continuación de haber terminado. Juicio que es precedido por Temis-Creadora y determina si es algo que valga o no la pena. Claro que es poco objetivo porque parte de uno para sí.

Es sin embargo, una parte importante para reconocer el esfuerzo realizado hasta ese dramático punto final, de verse reflejado en la última pincelada, acorde, frase… Temis no es tan temible como sus hermanos porque pareciera ser hasta mucho más humana que los demás. Comprende como nosotros, que el camino para terminar la titanomaquia es agotador; pero esa proximidad nos muestra tal y como somos a un titán que nos pretende muertos.


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