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Por Carlos Bortoni (@_bortoni)

Ciudad de México, 15 de febrero de 2023 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

Espero el taxi parado al lado de un grupo de cuatro mujeres. Una de ellas, está devastada, llorando sin consuelo. No hace falta poner mucha atención para entender que a la que llora, acaban de notificarle que sus servicios han dejado de ser necesarios para la compañía en la que –hasta hace unos momentos– trabajaba. Hoy día, pocas personas son despedidas, hoy día, la gente deja de ser necesaria, se convierte en un costo imposible de justificar, en un elemento cuyas tareas podrían desempeñarse por otra persona, preferiblemente por alguien –dentro de la compañía quien le puedan ser impuestas más responsabilidades por el mismo sueldo. Las demás, las tres mujeres que la acompañan, se esfuerzan por convencerla de los beneficios que acarrea el recibir una patada en el trasero, la privilegiada situación en la que se encuentra. De entrada –le dicen– podrás ir a tu luna de miel sin preocuparte por el trabajo que dejas pendiente, si que te estén molestando con correos, mensajes, llamadas ¡Que bendición la de reafirmar la incertidumbre, sin un gramo de seguridad, para lanzarse al vacío! –Ya verás que cuando regreses, te van a llover ofertas– continúan. –Hay millones de trabajos– insisten, sin mencionar que también hay millones de personas buscando trabajo. –Cuando supe que te despidieron, me pregunté por qué no me despedían a mi también– dijo otra esforzándose por mostrar cierta envidia por ser privada de la perdida del ingreso que le permite seguir pagando sus deudas. Mi taxi llega. La mujer no deja de llorar, sus compañeras insisten en convencerla de la bendición que implica el que la dejen en la calle.


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