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Por Luis J. L. Chigo (@NoSoyChigo)

Puebla, México, 10 de diciembre de 2020 [00:00 GMT-5] (Neotraba)

Los correos electrónicos tienen la función de deshacer el envío de un mensaje. Esto dura apenas unos 20 o 30 segundos, sigo sin saberlo con exactitud. Pasada esa ínfima cantidad de tiempo no hay vuelta atrás.

Hace unos meses envié uno dominado por el coraje y tardé un par de horas en arrepentirme de ello, porque, por supuesto, recobrar el sentido no es cosa de 20 segundos. Después de siete días y una sesión terapéutica, me llevaría la sorpresa: el receptor no recibió —valga la redundancia— el mensaje. El administrador de la aplicación anuncia la imposibilidad de su entrega porque el receptor tiene la bandeja completamente llena. ¿Eso qué significa? Tengo mil correos sin leer, literal, y nadie nunca se ha quejado de enviarme uno y yo no haberlo recibido.

Lo medité varios días. ¿Fue suerte? ¿Destino? ¿Error tecnológico? Y entre si una cosa u otra, después de tres intentos del servidor por hacerlo llegar, se canceló definitivamente su entrega. O eso me anunció la plataforma. De entre todo ésto rescato la leyenda de lenguaje computacional que indica la razón: over quota.

Desde entonces, la frasecita no se va. De alguna manera he impedido, a lo largo de estos meses, un socavón más profundo al llenarme de tareas, muchas de ellas innecesarias. Estar a tope es la forma en la cual impedimos la entrada de más elementos a la bandeja existencial. Un método raro pero eficiente.

Recuerdo también aquella propuesta de la ética heideggeriana que apunta una de las formas más geniales de resolver nuestro ser ante la muerte: dejar de pre-ocuparse y comenzar a ocuparse. Sin ahondar en la jerga, la vida es una especie de acumulación de sentidos imaginarios. Haré x cosa en cinco minutos, o en dos días, o en seis años, y casi nada de eso llega. La preocupación por el futuro es una constante natural de destrucción emocional; mientras no llegue, es mío; cuando llega, es mío en estricto sentido literal, pero no trae lo que pedí; cuando se va, ya nada importa.

Pacman Full
Pac-Man Full

No obstante, ocuparse es complicado. Levantarse todos los días y tomar las riendas, decidir de una vez por todas domar el aterrado caballo de lo cotidiano y resolver la utilidad de mi vida suena a propuesta de couching liderada por un sonriente y ejemplar ser humano que aprendió a vivir. Para lástima de todos nosotros, ocuparse requiere mirar la muerte a los ojos.

La vertiente de este escrito es un mucho más sencilla. Se resume a estar más ocupados para no pensar en las preocupaciones. Y también a ocuparse en resolver cosas que no resuelven los problemas más importantes.

Además de los trabajos para llevarse un pan a la boca: checar quiénes nos bloquearon en redes sociales, descubrir más series o películas, leer hilos de Twitter, llamar a alguien a las 3 de la mañana, lamentarse por lo que no pudo ser, darle like a la foto de alguien sin camisa en Instagram, etc. Lo único malo es que sólo es un primer paso, el acecho de lo sustancial seguirá ahí, para siempre, hasta el día de nuestras muertes.

Dicho de otra manera, llenarse de espectros es también evitar llenarse de realidad. Y, contrario a lo que se podría suponer, no le voy ni a uno ni a otro. La realidad tangente, sin profundidad filosófica, es decepcionante. Todo el tiempo hablamos de lo moralmente buenos que deberíamos ser y tomamos decisiones terribles —esto, si se le observa a detalle, también provoca felicidad y auto aceptación porque conduce a la risa—, sólo observemos cómo le lloraron a Maradona en Argentina en medio de una pandemia. Y en cuanto a los espectros… sencillamente no son reales.

Llegamos así al tope de la cuota. Todos tenemos uno distinto, por supuesto. A la vista de quienes padecen workaholic lo mío probablemente es poco o nada. La configuración de eso llamado vida se extiende en el pretexto de lo incomprendido.

Por mi parte, el pretexto es este: no tengo mucho que decir, estar a tope me ha robado algunas ideas y sensaciones. Si es cierto que ese correo no llegó, podré vivir tranquilo. Si sí y me engañaron, bueno, darle gracias a Google por ser tan empático conmigo y cuidar mi salud emocional.

Espero no estar tan a tope para mi próxima columna.


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