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Foto de la serie Ramas en el cielo, de Estela Hernández.
Foto de la serie Ramas en el cielo, de Estela Hernández.

Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 23 de abril de 2020 (Neotraba)

Aquellos que me conozcan en persona sabrán que uno de mis libros de cuentos favoritos es El llano en llamas de Juan Rulfo. Aunque se suele poner entre las listas de lectura de primaria y secundaria, creo que se comprende y disfruta más estando en preparatoria. Entre Macario, El día del derrumbe, Es que somos muy pobres y por supuesto, se haya el cuento que da nombre al libro, y Nos han dado la tierra.

Quienes lo han leído saben que muchos de los cuentos no reflejan más que la realidad de un país que ha sido arrancado de sus raíces por la modernidad, olvidando todo lo que se ha olvidado en las cumbres de donde vienen. Con indicios de llamar a este valle de historias y fantasmas como Comala -el pueblo a donde llega el protagonista de Pedro Páramo-, actuando como una voz que se extiende hasta nosotros.

Comala bien podría hallarse a las puertas del infierno, más allá de lo que conocemos como realidad, o simplemente estamos parados sobre él. De ser la última opción, pongámosle que hasta este momento le hemos puesto por nombre México.

Ahora sí, dando esta breve introducción podemos hablar de Nos han dado la tierra. Le invito que lea este cuento y vuelva a esta columna para así poder discutir en la distancia sobre el motivo de ésta. ¿Qué tierra nos han dado?

***

Iremos por partes para no perdernos.

¿El llano?

[…] la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre en esa como cantera que es el Llano. […]

¿Qué tierra nos han dado? A nosotros, los extranjeros de una historia que no hemos escrito, que ha decidido que aquella sierra de allá se le llama Mixteca y que en el valle que se hunde, se le llama ciudad de México. ¿A dónde nos venimos a parar que parece una tierra muerta? Dejándome de este lenguaje pomposo y aterrizando estas dudas, ¿qué país es México?

Siendo severamente duros con la realidad, somos un país que parece gobernarse como puede, sumergido en una creciente violencia, que ya no es tan lejana como hace más de medio siglo. Hoy en día, sufrir de un asalto ya no es algo que le haya pasado al amigo de un vecino, es algo que se experimenta en carne propia.

México es, muchas veces, territorio que se disputan bandas de narcotráfico, una empresa que dará sustento a gobernadores corruptos o simplemente un manojo de pueblos que aseguran un puesto en los ayuntamientos a cambio de nada.

Y aun alejándonos del panorama político, ¿acaso no somos la tierra que inventó el dicho popular el que no transa no avanza? ¿No hemos sido nosotros los que han asaltado comercios en medio de la crisis[1]?

México es el Llano y en él no parece crecer nada. Sólo tierra seca al borde de otros pueblos; tierra que queda de paso y de la que parece que no se puede vivir. Producto de una historia que parece indiferente a las situaciones actuales, que trata de imitar lo verde de los campos vecinos pero que no lo logra. Y en cambio, parece ahogarse entre los problemas que le encierran a ser solo eso, el Llano.

Son miles de yuntas

[…] –No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes […]

Pero no todo está mal por aquí, porque situaciones adversas hacen a la gente humilde, y la gente humilde procura el bien para los suyos y los que no. Puede que este sea un Llano, pero es nuestro Llano.

Aquí no llueve como en otros lugares, ni se llena de verde cuando está el temporal, pero aquí se da gente que sabe trabajar y lo hace bien; gente que muchas veces pone su pasión como su forma de empleo y prefiere compartir la mesa que desperdiciar comida, gente que sabe el valor de un taco de sal y saca provecho hasta de lo que pareciera estar muerto. México es el Llano, y su gente es la tierra que lo forma.

Pedro Infante, Jorge Negrete, Cantinflas, Tin-Tán. Todos ellos se ganaron la simpatía del público no sólo por su gracia o carisma, sino porque representaban la vida cotidiana, donde si comía uno, comían dos.

Por eso cuando el delegado dice que el Llano son miles de yuntas, no miente: aquí tenemos grandes parcelas que esperan a ser regadas, no solo en el ámbito artístico, sino en el tecnológico y científico. Porque la tierra de aquí es dura, pero las hierbas que se llegan a dar aguantan todo.

Esta es la tierra que nos han dado

Entonces, ¿qué es nuestro Llano sino una tierra que no se ha regado en años? Una tierra que lleva en sus entrañas campos que han de estallar cuando las semillas revienten de agua. México no es el país perfecto y no lo será porque no existe algo así, pero este es nuestro México en el que andamos.

Yo creo que somos una tierra que ha sido olvidada por no saber vernos como lo que somos, un país con miles de yuntas y que podría tener un gran futuro si se le administra bien.

Pero para que esto empiece a dar buen producto, se debe labrar la tierra, hacer lo imposible para que en cuanto llegue la lluvia esta tierra esté nutrida para crecer como debe hacerlo. Si nos ven como una tierra estéril, como una cantera, ¿qué mejor que la propia gente que habita este Llano para trabajar la tierra?

Esta es la tierra que nos han dado, y aunque no parece mucho, es nuestra tierra.


[1] No solo ahora, el gasolinazo de 2017 es otro ejemplo.


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