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Por Carlos Bortoni (@_bortoni)

Ciudad de México, 12 de julio de 2023 [00:10 GMT-6] (Neotraba)

Las cosas cobraron sentido cuando escuche voces de mujer del otro lado de la puerta. Sólo entonces entendí la M en la entrada y la falta de mingitorios. Lo que en un primer momento me pareció excesivo y pretencioso, resultó ser lo común, lo de todos los días; un baño de mujeres, no de hombres. Por eso no había más que cabinas sanitarias con excusados, por eso a la entrada no había una H. Me quedé sentado sobre la taza sin estar seguro de que hacer, mirando la puerta y escuchando la conversación que se desenvolvía detrás de ella. Las opciones eran pocas, esperar a que aquellas mujeres salieran del baño y deslizarme apurando mi salida antes de que entraran otras mujeres, o abrir la puerta de la cabina en la que me encontraba y salir de ella con absoluta normalidad, como si nada ni nadie estuviera fuera de lugar. Opté por la segunda. Terminé lo que tenía que terminar en la taza, jalé la palanca y abrí la puerta. Caminé hacia los lavabos. Las mujeres dejaron de hablar en cuanto me vieron por el reflejo del espejo. Buenas tardes– les dije. No respondieron. Me lave las manos, me disculpe con una de ellas, que me estorbaba para poder tomar una toalla de papel y tiré la toalla en el hueco que había en el lavabo, debajo del cual se encontraba el basurero. Con permiso– dije mientras salía del baño. Una vez más, no hubo respuesta.


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