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Por Carlos Bortoni

Ciudad de México, 25 de octubre de 2023 (Neotraba)

Di una última calada al cigarro y lo lancé, antes de que me quemara los dedos, al pie del árbol que tenía a mi derecha. De inmediato, una pareja joven, que paseaba a su perro en carriola, apareció frente a mí y me increpó por mi falta de conciencia ambiental, social y el nulo compromiso que demostraba el que arrojara la colilla del cigarro en la calle. Los miré sin ocultar el desagrado que me causaba ver a un perro –de raza desconocida– sentado dentro de la carriola. Mi cigarro no tiene colilla –respondí deteniendo mi camino ante la imposibilidad de pasar sobre ellos. No escucharon lo que dije, siguieron con su perorata socialmente responsable, al mismo tiempo que se alteraban cada vez que miraban y señalaban lo que quedaba de mi cigarro que, sobre la tierra, seguía sacando un discreto hilo de humo. El perro, desde la carriola, ladraba cada que intentaba decir algo. Aproveché la pausa que hizo ella e insistí en lo mismo que ya había intentado explicar, con más interés de quitármelos de encima que de hacer que me entendieran. Fumo cigarros sin filtro –dije. –Me parece que la gente como ustedes los llamarían eco-friendly ¿No? ¿La gente como nosotros? –dijo ella indignada– ¿Qué quieres decir con la gente como nosotros? –preguntó él. –Deberías recoger tu colilla y tirarla en un basurero –insistió y señaló el lugar donde había caído lo que quedaba de mi cigarro y donde ahora no quedaban más que cenizas que ya ni siquiera sacaban humo. –¿Cuál colilla? –pregunté, di un paso a la derecha –para no pasar encima de ellos y continué mi camino dejándolos a ellos, al perro y su carriola, atrás.


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