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Portada de "El Futuro No Será de Nadie" de Óscar de la Borbolla, foto por Óscar Alarcón para Neotraba
Portada de “El Futuro No Será de Nadie” de Óscar de la Borbolla, foto por Óscar Alarcón para Neotraba

Por Óscar Alarcón

Hace años que conozco a Óscar de la Borbolla. La extinta editorial Patria le dedicó una biblioteca con su nombre en la que se publicó toda su obra, ahí pudimos leer libros como Las Vocales Malditas, el libro puntal que le tiene reservado un lugar entre las letras mexicanas, pasando por Dios Sí Juega a los Dados, La Risa en el Abismo, Todo Está Permitido, La Rebeldía de Pensar o Los Sótanos de Babel, libros disímbolos entre sí: novelas, cuentos, ensayo y poesía.

No cabe duda que la industria editorial mexicana está en crisis. Larousse se tragó a Patria para meterle con firmeza a los diccionarios. No importa que la sacrificada sea la literatura. Y esto hizo que Óscar de la Borbolla emigrara hacia otra, Random House Mondadori, en donde ya nos entregó su primer libro: La Libertad de Ser Distinto, un rompecabezas construido en octaedros en donde se pueden apreciar varias reflexiones sobre algunas cosas que le preocupan personalmente a De la Borbolla y que quizá el lector pueda compartir ciertas manías con él.

Óscar de la Borbolla y Lucas, foto de Pascual Borzelli Iglesias
Óscar de la Borbolla y Lucas, foto de Pascual Borzelli Iglesias

Pero el debut en esta casa editorial en forma de novela se encuentra en El Futuro No Será de Nadie, cuarta novela de Óscar de la Borbolla y que es un texto al que el autor se ha referido como la novela que más trabajo le ha costado escribir. Y conlleva un reto, pues es la unión de las alusiones a la pintura y a las matemáticas: Pablo, un matemático frustrado que se ve en la necesidad de alejarse de su trabajo científico para aterrizar en una oficina de seguros haciendo estadísticas sobre los muertos y vivos que pueden dar ganancias a su empresa. Lola una pintora que busca hacerse de un nombre en el mundo del arte sin poder conseguirlo, pero además de eso intenta una y otra vez poner de manifiesto que en el Arte Contemporáneo, se vale de todo: incluso traicionar a la misma pintura. Y aunque no lo hace de forma malintencionada, el resultado de su obra no va más allá de ser una bonita experimentación y sus cuadros no pasan de adornar las galerías de algunas mueblerías. Una tarde, Pablo, cansado de su vida rutinaria se encuentra con Lola en el metro y ocurre el chispazo: el enamoramiento fulminante que quizá una sus vidas para siempre.

Hasta aquí pareciera que todo va hilándose como una novela rosa, desarrollada en un país caótico como el nuestro, en donde hacían falta historias que se alejaran de las desgracias que todos conocemos para darle paso al amor, tema que no es extraño en Óscar.

Sin embargo, y para ponerle candela al asunto pues las historias rosas ya no son materia del marketin’ literario, aparece Nadia, la esposa de Pablo, quien lleva una vida cómoda y holgada en donde su mayor preocupación es acompañar al dueño de la empresa en donde trabaja en sus viajes alrededor del mundo, sólo para conocer todos los mares y las playas del orbe. Lo cual la conduce a un autoconocimiento que le marcara la existencia, y gracias al mar conocerá el verdadero significado de la palabra vida.

Óscar de la Borbolla, foto de Pascual Borzelli Iglesias
Óscar de la Borbolla, foto de Pascual Borzelli Iglesias

¿Qué es lo que hace a esta novela diferente de una historia rosa de amor común y corriente, que pareciera tener su mayor conflicto en la realización o no éste? Dos elementos. El primero, la interacción de los personajes: mientras más parecen crecer las coincidencias entre Pablo y Lola, más parece disminuir el entendimiento entre Nadia y Pablo, un par de relaciones que por momentos nos recuerda a ese Óscar de la Borbolla al que le encanta jugar con la suerte, el destino y las aparentes casualidades, por ello no podemos evitar el parangón con el cuento “Las Esquinas del Azar”.

El segundo, es que abre un nuevo ciclo en carrera literaria de Óscar de la Borbolla —a quien de repente ya podemos ver en muchos programas de televisión, internet y escuchar por radio como todo un rockstary que muestra la madurez de su narrativa, pues en El Futuro no Será de Nadie, encontraremos a un escritor que tiene millas de vuelo y con desenfado puede darse el lujo de no enterarse qué es lo que sus correligionarios están escribiendo.

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