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Por Guillermo Rubio

Ciudad de México, 03 de junio de 2021 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

Güero cosmopolita

Tres meses después

A Xóchitl se le veía una panza como si estuviera embarazada, pero no. Es una pinche glotona igual que yo, acabábamos de comer mariscos en Playa Bruja. Andaba mareado por el cambio de horario: tengo tres horas de haber llegado de Madrid y me pega gacho el descontrol de horario. Sabía que la medicina era dormir doce horas. Tenía casi dos meses de no parar de viajar, el mismo tiempo que llevaba en un curso intensivo de la KGB.

Podría decir que conozco: Madrid, París, Londres, Ámsterdam, Nueva York, Panamá, Washington y Berlín; casi exclusivamente: aeropuertos y casas de seguridad. Durante el curso salía a prácticas de buzones, citas y seguimientos. Conocí uno que otro restaurante, monumentos, calles chingonas. Y un madral de parques. Todas las personas que traté eran como psicoanalistas, me enseñaban con firmeza de culeros, después me premiaban con palmadas y consejos. Por mi parte, no me salía ni un milímetro de mi perfil: las preguntas directas de familia y personales eran cuadradas, tomaba por la tangente hasta aburrir. Sin duda soy un orgullo para los mañosos de Sinaloa. No cabe duda de que la picardía de los mexicanos es cabrona.

Todos estos últimos meses han sido un maratón de horas, kilómetros y responsabilidades. Hasta el momento tengo cuatro pasaportes chocolates, cada uno amerita disfraz, no me maquillo casi nada, pero sí me tengo que dar unos brochazos acá como putón, me pongo barbas, cejas, piochas, lentes y ropa. Por otro lado, a donde llego no tengo contacto con muchas personas; máximo dos y eso en algunos países. Todos son una especie de militares sin uniforme. Fácil llevo cinco madrizas con knock out incluido. Las clases de defensa personal sirven para no sacarle a la verga. Tengo un repertorio de inmovilizaciones de hapkido, que en teoría domino y ataques mortales varios.

Sin duda a cada país que fui trasladé algo, nunca me enteré qué llevaba: podría ser mi abrigo, la maleta, ropa, la pasta de dientes, libros, revistas, periódico o el pinche rastrillo. Vivía un mundo acá… irreal.

El aliciente principal era el billete, me pagaban en súper chido, ya tenía una caleta, cómo dicen los colombianos, para guardar el dinero. Mi inglés anda en un ochenta por ciento y sobre todo que he mejorado en escribirlo. Ya identifico varias malas palabras rusas, más cuando estoy en clases. Las de a huevo son: Chyórt pabyerí, Durak, Dyer’mó, Kazyol y varias más. La campeona es: Durak. Que significa ¡pendejo!

Aquí en mi república, los asaltos bancarios y secuestros están en efervescencia, la moda son los guardaespaldas. Es común verlos por todos lados y más en las afueras de las casas de los ricos, en la calle son unos abusivos. Inclusive hace rato en el aeropuerto, un par de guaruras le dieron unos putazos a un guardia por quitarles una placa. Lo que no saben estos abusivos que pronto serán objetivo para conseguir armas.

Por norma, los vodkas me dejan descansar tres días. E iniciamos a partir de hoy.

Al mayor lo vería mañana. Una rabia me estaba invadiendo por el suplicio de la incomodidad de los aviones. A los cuarenta mil kilómetros había perdido la cuenta y de eso ya tenía varios viajes. Los pinches asientos son para anoréxicos o judío salido de campo de concentración. Lo peor de todo era que no podía comprar nada, ¡ni un pinche llavero!

Estábamos llegando a la casa, cuando me di cuenta de que había vigilancia en Ezequiel Montes: una pareja joven, en un Valiant viejo, parecían divorciados; le pedí al taxi que nos dejara en Insurgentes. La adrenalina empezó a correr, Xóchitl se puso seria, tensa. La miré a las pupilas, la paranoia empezaba por saber quién estaba más cerca. Ella soportó la inquisidora, no me quedaba más que el taxista, el espejo retrovisor era mi consultor, el tipo andaba igual, tranquis. Nos bajamos. Mi vieja preguntó:

– ¿Qué onda, ¿qué viste?

–Una pareja en un Valiant, no me latieron. Lánzate a ver. Están a unos metros de la esquina, es azul. Yo voy a Edison a ver, ten cuidado, si está caliente, te vas a donde quieras ya sabes donde dejarme recado.

–Estás acelerado, pero no está demás hacerte caso. Pareces radar atorado, tranquilo güerito.

–Bien, te regresas a la esquina de Insurgentes, ahí me esperas.

El cansancio se fue de volada y de repente a las vivas. La cuadra de Insurgentes de día y noche es desértica.

Miré la hora, chequé que eran las cuatro y media; pedí permiso a mi cuerpecito para iniciar un discreto trote. Dentro del manual de comportamiento esto está prohibido y más con ropa de riquillo.

Según el manual debo observar el área sin llegar a comprometerme; estoy con la idea de cambiarnos de casa. Edison está limpio, voy a dar vuelta en Ezequiel Montes. ¡No! Mejor me regreso. No creo aguantar mucho tiempo así; ya casi es un año de andar de pinche James Bond de pacotilla. El miedo no es con la ley, el pedo son los putos vodkas. Siento que no falta nada para que me den un pinche levantón por parte de ellos, lo malo es que tengo que aguantar cuando menos dos días de putizas antes de hablar… ¡Vale verga!

La pinche Xóchitl se ve cotorra con la maleta, parece paisanita llegando a la capital. Mmmm, se está poniendo caderona y nalgona, por la cara que tiene, no hay pedo.

– ¿Qué onda, nada?

–Los del carro estaban peleando, se acaban de ir, llegué hasta el depa y todo tranquilo. Pinche güero, te aceleras gacho. ¿En qué andarás?

–Vamos a quedarnos en el Arizona, ¿te late?

–¡Sííííí!

Desperté a las tres de la mañana, en teoría me estaría levantando. Xóchitl estaba en lo más pesado de su sueño y más con la cogida que se dio solita, dentro del curso de la KGB, está el control sexual, a nosotros los hombres se nos impone no venirnos a las primeras de cambio y hay curso en vivo sobre esto. Tres rusas y dos americanas fueron mis profesoras.

El frigobar invitó una Corona helada y un sándwich. En dos minutos no tenía nada, mientras veía la silueta de mi vieja en un acomodo quedó con el culito hacía arriba, la chicotera reclamó un orgasmo liberador del nivel lácteo y sí, empecé a besarle el muslo que por más flojito que estaba, es duro, carnoso y dulce. Pasé a una nalga que no era nada tersa, inclusive noté varios pelos rebeldes, aspiré el pasaje panochita-culito y la lengua dio una trapeadita mientras las uñas se encajaban por mi riñón derecho; hincándose para que viera la oferta de sexo… Decidí que la panochita sería la primera receptora… ¡Oh, decepción! No le entraba ni la cabeza, su cosita estaba seca, antes había obtenido fácil seis orgasmos abundantes; tenía tiempo amenazándola que algún día su culito se iba hacer grandote; para esto ya sabía que dolía por los piquetes de cuates que ya le había dado. Su culito tiene un par de centímetros hundido, sirve de guía, pues la lengua avisó que hoy sería ensayo general, durante unos minutos lo fui haciendo amable y receptor, dos dedos iban y venían cómodos, mientras me di cuenta de que había empezado a funcionar la panochita y estaba jugosa como naranja de primavera… Y una vez más: el chiquito quedó en stand by.

Xóchitl volvió atacar, primero a chupetones ya después bien montada y calibrada se convirtió en una licuadora de costa. ¿Y yo? firme como soldado siberiano. Pinches vodkas, como no queriendo la cosa se están metiendo en todo, ya no puedo coger acá pasional, es un juego sádico infantil, me habían enseñado la técnica hindú y con veintiún años de edad, cualquier mujer con ganas de coger… se mata solita. ¡Uta! Ya empezó a surfear.

Lee aquí la quinta parte de Infiltrado de Guillermo Rubio

13:30 horas

Después de una bostezada y estirada de pinche lobo, me levanté bien recuperado, ahora tenía un hambre cabrona. Un baño de agua caliente con vapor fue lo que se me antojó, saqué mis chanclitas, bolso de baño y abrir la llave de la caliente, una caquita… como va.

Me estaba entrando un hastío de llevar dos vidas o más bien llevar una que no era la mía, casi un año viviendo de mentiras y traiciones de mi parte. Y había muertos en este proceso. Los pinches vodkas, me habían adiestrado sobre varias maneras de asesinar, extorsionar, cohechar, reclutar. Un pinche año de aprender a ser: subversivo, infiltrado, terrorista, sedicioso y lo peor ¡traidor! Esto tenía que terminar, mis nervios no eran para vivir así. Voy a estrenar la camisa Puritan, que ando paseando desde hace un mes. ¡Tengo hambre!

What’s Up?

Cómo me gusta mi loción, la camisa guinda hace que me vea más colorado, pinche bato, hace meses era un plebe; “Vales verga”, y ahora sigo valiendo lo mismo, pero con un chingo de kilometraje. Al cerrar la puerta, estaba el sargento Porras al lado del elevador, este señor me cae bien, es culero de todos modos, sin decir palabra señaló la puerta 345.

Toqué con las yemas y uñas.

Abrió el agente especial Thomas Ford, sonrió acá más de cuates, me puso la pinche manota en la espalda dos veces; el mayor estaba sentado en la cama, comiéndose una pizza de Insurgentes, ubiqué los restos y había dos cajas.

– ¡A sus órdenes mi mayor!

–Cómo has cambiado

– ¿Ahora qué, mi jefe?

–No sé nada de ti, desde hace tres semanas…

–No juegue señor, son los mismos con los que ando de pata de perro, me traen pendejo entre entregas y clases. No es por quejarme, pero me están poniendo la chinga los rusos, son culeros, gacho. Para ellos soy un pobre pendejo…

–Y para mí también, pinche güero llorón jeje.

– ¿Llorón? En este viaje, en las clases de defensa personal me pusieron tres madrizas de knock out de lunes a domingo, son ocho horas de escritorio, dos de sexo y una hora más o menos para descifrar un mensaje. Termino muerto todos los días, la neta. Si no fuera por el billete…

– ¡Y a tu patria, cabrón! ¡Trabajas para la nación!

–Mmmm, ¿tenían una campana ayer en la esquina de Ezequiel Montes?

Empecé a contarles del Valiant y me tildaron de pendejo, traduje de inmediato: ¡Durak! En teoría los mandé a la verga y me fui sobre la caja de pizza; estaba tibia, una mordida, dos, tres. ¡Está buena!

La comida es mi “apaga mala onda”. Mientras el mayor hablaba sobre redactar un informe de mi tour, yo seguía dando tarascadas, ya sonreía hasta al “pinche güero”, después habló Thomas, se quejó de que nunca hice contacto con ningún buzón y que en todas las ciudades había perdido contacto a las primeras horas.

Me dio risa ya que estos pinches vodkas son chidos para despistar. La mecánica era sencilla: entrar a un restaurante / centro comercial / estacionamiento / hotel / taxi. Regularmente era un cambio o dos, podría estar incluida la capucha o camioneta panel, para no ver nada. De la pizza me comí hasta los bordes, con sonrisa me dirigí al mayor:

–Mire jefe, los pinches rusos son más desconfiados que usted, todos los viajes, han sido de transportar información, en ningún caso me preguntan qué llevo. Aparte, sigo tomando el curso de la KGB, es una disciplina muy pendeja, todos los maestros son como psicólogos, todo el tiempo buscan enredarme con mi pasado… Creo que si alguna vez, hubiera hecho contacto con los del FBI, de seguro me cachan. Además, ¿qué les voy a decir? ¿Qué dónde estoy? Cuando salía a la calle iba acompañado. Lo único con lo que me ayudo son los retratos hablados de los weyes…

–Está bien, ¿qué órdenes tienes?

–Tengo setenta y dos horas de franco.

– ¿Y?

–No sé, esperar, la neta es que me traen movido. Lo seguro es que siga en el curso. Por lo que oigo hay un límite de viajes al extranjero, creo que yo tengo adelantado hasta el 73 jeje. A propósito, ¿cómo sabían que estaba en el hotel?

–Se le preguntó a Xóchitl… ¿Qué vas a hacer?

–La neta, dormir y comer. Me madrea mucho el cambio de horario y redactar el informe con sesión de retrato hablado; se los voy a hacer en código KGB, el año de la verga lo leen. Soy un pinche esclavo capitalista con disfraz de socialista jeje. ¡Tengo hambre!

El mayor se levantó. Por su mirada, supe que había algo. Me puse como gato atufado, en tono de sentencia dijo que dentro de una hora tenía una reunión con un comandante de la DFS y el encargado de la CIA. Dando entender que él no iba, aparte de que no había discusión.

Cuando escuché el tono que era de a huevo, la neta me sentí acá de la pura chicotera, no en balde los pinches vodkas me estaban entrenando para reclutar, jeje. Creo que voy un paso adelante… pero a la tumba. Respiré hondo, miré al mayor que se quedaba en mi camino. Por lo visto cambiaba de tutor; el pinche Thomas, miraba como si fuera entrenador de fut americano que recibe su primera selección. Me puse cerca de él y escupí un:

–What’s up, Mike. I’m the boy?

–Yes, you are.

–Okay, I’m hungry.

En el estacionamiento del hotel, por primera vez nos dimos un abrazo. El mayor era duro como pinche roble, me llamó la atención este detalle, ya que las pocas veces que nos dimos la mano, su apretón era suavecito agarrando las puntas de los dedos, tipo indito jeje.

Al parecer me iba a subir a muchas camionetas cerradas, ésta era de la refaccionaria Sekiguchi, era más sofisticada, había una jaula que se cubría de refacciones. Asiento para tres personas casi cómodos, un ventilador de camionero, tres M2 y una caja de cargadores. Thomas preguntó dónde había aprendido hablar gabacho, le dije que en Nogales y Guadalajara. Preguntó si sabía leer y escribirlo, reconocí que estaba bajo, pero tenía la intención de mejorar. Por lo visto el pinche Thomas estaba en plan de llevarla a toda madre. Me sentía emocionado por el nivel de aventura y responsabilidad, los putazos que me habían metido los pinches vodkas y el par de saltos en paracaídas estaban surtiendo efecto. No cabe duda de que soy de Sinaloa, de los que se mueren jóvenes. ¡Chingue a su madre el mundo!

Cuando tenía quince años, una gitana me leyó la mano en Los Mochis. Presagió que iba a morir joven, me mostró que la línea de la vida se cruzaba con otra; para mí fue memorable porque me dio la impresión de que se había ido de hocico con las palabras. Recuerdo que era una güera cachonda con falda hasta los tobillos que mostraba algo de chichis, la señora se negó a que le pagara. A los metros, gritó que me alejara del narcotráfico o de la policía. Jaja, el pinche consejo más chafa de Sinaloa.

Pinche Thomas, la neta aparenta ser bien pendejo. ¡Vale verga!

Golden Boy

El trayecto fue corto, si acaso diez minutos, al pinche Thomas no le paraba el hocico, preguntaba sobre el viaje, le interesaba mi curso de KGB mi respuesta era que esperara el informe. Cuando abrieron la puerta y bajamos me di cuenta de que estábamos en un estacionamiento cerrado, me colocaron una capucha y a caminar. Elevador, voces y silencio según avanzaba.

Toc, toc.

– ¡Adelante! Fuera capucha y estaba en una oficina sin duda de policía o abogado: vi un búho y una balanza.

A unos pasos había un escritorio con dos señores que estaban del lado de afuera, “visitantes del lugar”, opiné. Se levantaron sonriendo, me daba la impresión de que me iban a vender lo que me ofrecieran, los dos parecían extranjeros, vestidos de traje y corbata, ambos de ojos de color. Uno de ellos, con mirada felina y ojos verde acerado, preguntó mi nombre y adscripción… Me dieron ganas de decir que tenía varios nombres y tres adscripciones, para empezar a marcar territorio, yo acá muy verga. Pero no, el señor miraba como que no pasaba ni un cuarto de broma. Era más bajo que yo, de cuerpo delgado y andaría sobre los cuarenta años, irradiaba poder y taladraba con la mirada de ojos grises. De inmediato me sobrevaloró… Igualito que los pinches vodkas, por lo visto no tardaba en ladrar: ¡Durak! Todo esto lo pensé en milésimas de segundo, miré más profundo y con suspiro adiestrado para recuperar el tono de voz dije:

–Señor, con todo el respeto que me merece, bien sabe quién soy, le recuerdo que tengo un año de infiltrado en una célula del Movimiento Acción Revolucionaria y en los últimos cuatro meses soy aspirante de la KGB. Mi Nombre de infiltrado en Zorba 1 es: Israel Félix Medina, mis claves en el MAR son: Eleazar y El Güerito. En la KGB soy: Belyy Volk y Durak. Mi función es ser mensajero y chofer. Esto es todo señor… Perdón, faltó decir que estoy aquí porque quiero a México, soy un voluntario que tiene la puerta abierta para irme mucho a la verga a la hora que me presionen… Esto es todo, señor.

– ¿De dónde eres, hijo?

–De Sinaloa, señor, pero la verdad soy nacido en la Colonia Roma.

-Ya me había advertido Zorba 1 sobre tu conducta; tal parece que crees en la buena política… Conmigo no funciona, aquí se trabaja por un salario o por la patria…

–Perdón señor, ¿cuál patria? Yo no soy gabacho, los que traen pedos con los rusos son los señores… La CIA y el FBI, ellos sí y aparte los traen pendejos… El caso es que, de vacilada en vacilada, ya voy a cumplir un año de servicio involuntario, la suerte ha jugado de mi lado; nada más que un quiebre con ellos es la muerte. El que arriesga todo soy yo, siento que envejezco a ritmo de perro y la verdad que no quiero ser niño héroe. Y ahora me reciben acá cómo si fuera soldado, como si este asunto fuera a huevo… Creo que piensan que estoy aquí por mi entero gusto. Mi meta a corto plazo está a punto de cumplirse, apenas soy ciudadano legal con derecho a voto.

– ¿De qué hablas? Aquí en tu expediente dice que eres cabo del primer batallón de policía militar, comisionado en la sección sexta del estado mayor presidencial. Eres un soldado del ejército por tres años y comisionado a la vez en la Dirección Federal de Seguridad a la sección C-047 de la cual soy comandante… Soy Bengala 1. La situación es fácil: te niegas a trabajar y vas a ser trasladado a la prisión militar por el delito de deserción, te esperan seis años de encierro, ya adentro se te buscará que pases otros más. Aquí los huevos son al gusto, tú solito te metiste en esta bronca…

Ahora, el panorama no es trágico si lo ves de otra manera, nada más te voy a encargar una sola tarea: Oleg Nechiporenko. Lo quiero expulsar del país, él es responsable de la formación de comandos guerrilleros.

Esto es todo. De inmediato causas baja del ejército con distinciones y sobre todo con una jugosa recompensa de parte de los señores; según los analistas, tardarás de tres a seis meses en reunir la información necesaria para lograr el objetivo. La función de los señores es asesorarte y proveerte de equipo que puedes necesitar para acelerar la investigación. Inclusive hay un comando de reacción inmediata para caerles, en el caso que haya un evento relevante… ¿Alguna duda? Quiero decirte que la DFS es la mejor policía de México, es un honor pertenecer en ella.

–Eso ya me lo dijo. ¿Y qué gano con ello?

–No sé, pero si te sirve de referencia eres el más joven que ingresa al C-047 y ésta es tu oportunidad de convertirte en tigre y se lo podrás platicar a tus nietos. ¿Cómo la ves?

–Pues no sé, ya me la puso peor que el mayor. Lo único jugoso de este asunto es el billete, los rusos me están dando mil dólares al mes y me pagan todas las comidas… Aquí, ¿cómo va a estar la tocada con los gabachos?

Al parecer si entendían que la palabra gabacho era para ellos; Thomas estaba entre divertido y midiéndome, dando entender que una verguiza me la daba con una mano, al que no conocía era chaparro, güero, pelos dorados, ojos chiquitos oscuros, cara de nervioso con más de cuarenta años: se parecía un chingo al actor Mickey Rooney, en sus papeles de culero, podría parecer todo menos agente de la CIA., a este pinche chaparro si le ponía su putiza de volada. Se levantó, me tendió la mano y empezó en buen español con acento de Lousiana, Virginia o para ser específico era un Hillbilly, de inmediato me lo imaginé de sombrero de fieltro viejo.

–Me llamo Joe Davis, soy el especialista de sección rusa, mi gobierno tiene especial interés en que sea expulsado de México. Oleg Nechiporenko, este tipo es un cáncer para México y todo el continente. Los analistas concuerdan que cuando estés graduado –como agente de la KGB– tus actividades pueden ser estratégicas para nuestros gobiernos ya que este tipo es un productor de células guerrilleras en toda Latinoamérica; además, la mensajería rusa es una gran fuente de información. Mi gobierno te puede ofrecer los siguiente: un sueldo mensual de 1,500 dólares, mientras dure la comisión. Un pago de 150,000 dólares, residencia permanente en Estados Unidos –o el país que desees–, trabajo, universidad, cambio de identidad o ser agente de la CIA. Es una buena oferta por seis meses de trabajo… y una muy temprana jubilación.

– ¡Ja! Se entera mi padre que trabajo para ustedes y me corre de la casa. Se escucha y se ve como película de Hollywood. Quiero advertir que no voy a acudir a citas, ahora yo las promuevo, salvo los informes y elaboración de los retratos hablados. Si no me reporto es que no hay nada relevante. Los pinches rusos no son nada pendejos, son desconfiados y aparte culerones peor que un sargento oaxaqueño. Es seguro que tengo micros en mi departamento y el teléfono ni se diga. Pocas citas, muchos informes, si quieren nos vemos hasta el fin de la tarea jeje.

Los gabachos estaban con sonrisa, mas no Bengala 1: los ojos verde-acero, estaban clavados en mis pestañas, no me estaba digiriendo nada, sentía que era un tigre que me iba a soltar un madrazo. Por mi parte le sostuve la mirada como pinche lobo que era, pero con mensaje de sumisión. De hecho, maldecía a mi boca por ser tan suelta, también reafirmaba que podía imponer condiciones y sin duda metía los dos pies a un mundo real de espías. Aun así, no se me quitaba el sabor de la traición: traicionaría a los vodkas.

El Mickey Rooney me alargó una bolsa de estraza cuidadosamente doblaba, pero pachoncita; calculé que había tres mil dólares en billetes de a twenty, señaló el número de un teléfono, pidió que lo memorizara. Era mi enlace para todo. Recalcó que era una acción de tráfico de armas, drogas, oro, personas, homicidios, vigilancias, traslados. Quería todo lo que realizara y me diera cuenta sobre la marcha de las situaciones como infiltrado.

Bengala 1 solicitó al mayor el informe de mi viaje a Europa y pidió el nombre del técnico de dibujo para que fuera el mismo. Cuando me di cuenta ya habían pasado dos horas. La pinche hambre estaba ladrando, un ¡cabrito! Sí, iba ir a la calle de Victoria a la cantina chingona y cara como su puta madre.

A la hora de la despedida, Bengala 1 preguntó cuál sería mi clave de identificación… Yo alcé los hombros valiéndome para pura verga como me quisieran llamar. El chaparro me preguntó si sabía qué quería decir Durak. Recité: Pendejo. Thomas socarrón sugirió: The Golden Boy

Yo acepté de inmediato “The Boy” Se oye chido.

¡Feliz navidad!

Un mes después

07:45 horas

El teléfono me había despertado gacho, estaba profundamente dormido –hasta babeada– tenía la almohada. Estos pinches vodkas no me daban chance de respirar, desde que llegué de España, prácticamente no había descansado un solo día. Como calzón de puta andaba en chinga para allá y para acá, sin duda estaban confiando más en mí. Los dos taxis los alternaba: de día el coral y tarde noche el chingón. Para no meterme en pedos y de acuerdo con el técnico de dibujo, los personajes estaban basados fundamentalmente en rostros de artistas, y figuras públicas. Esto me divertida pues en mis informes los detallaba por el apodo que les imponía: había Capulina, Chelelo, Drácula. Lo chido de todo era que tenía un putazo de dólares, tanto que los tenía en una caja de seguridad en Bancomer de Juárez, estaba pensando comprarme un Maverick, era el nuevo de la Ford.

Estaba por levantarme cuando escuché abrirse la puerta de la entrada y como pinche gato me asomé, era el pinche Joel que venía del trabajo, el recabrón había creado un sindicato de la nada, en menos de siete meses. Era el secretario general, yo lo veía poco a pesar de vivir juntos. O si acaso me lo encontraba, eran pocas palabras las que cruzábamos, siempre estábamos al revés; uno cansado y el otro como navaja, cuando me vio sonrió y preguntó:

– ¿Qué milagro pariente? ¿Dónde chingados te metes?

–Aquí ando wey, me traen vuelto verga esos culeros, a ver si en navidad me dejan en paz. A propósito ¿qué vamos a cenar la Noche Buena?

–Unos pollos Río y chelas a lo cabrón.

–La Xóchitl llega mañana, la va a pasar con nosotros, ¿Qué quieres que te regale, puto? ando cargado de billete, neta ¿o quieres dinero? ¿tú di? pinche puto.

– ¿Neta, wey? Necesito mandarle billete al veterinario se enfermaron los animales y no están recibiendo ganado en el rastro, préstame dos mil quinientos, con eso salgo de apuros.

–Ya está la calabaza, ven para que te los dé y de paso me das una mamadita jeje. ¿Quieres café?

Joel me puso al tanto de las actividades del comando, ellos se habían aventado el tiro del asalto a una camioneta blindada quince días atrás y el Martín había salido herido leve. Me comentó que había visto al Mochomo en una asamblea de la organización, dice que lo vio muy cambiado, que estaba tenso, que no lo vio sonreír ni una sola vez. ¡Ja! Así estaba yo, la pinche presión está cabrona. Nada más que yo soy KGB, soy picudo. Le di doscientos cincuenta dólares y un abrazo deseándole una feliz navidad. De volada se había pasado una hora, tenía cita a las diez cerca de la embajada rusa, dudé si me ponía traje. Decidí ir acá de paisano, me bañé en chinga, me dio hambre pensé en los tacos de barbacoa en Vertiz, cerca del encierro de los taxis.

Estaba en la esquina de Insurgentes, esperando un taxi cuando de la nada me caen varios cabrones y al grito de: ¡Judicial Federal! Me suben a una camioneta panel y una tanda de afloja todo, me desmayó entre las ganas de vomitar. Mi sistema de alarma me había desconectado, mi organismo estaba preparado para que, a los primeros madrazos, me desconectara y apareciera un padecimiento cardiaco de arritmia, ¿Cómo lo hacía? A base de putazos, con dos madrizas aprendí, alcancé a escuchar

– ¡Ya se desmayó! Al rato unas cachetadas acá guajoloteras, me sacaron una sonrisa inocente y pregunté:

– ¿Qué pedo, señor?

–Ya te cayó la verga, pinche güerito subversivo. Vas a cantar bien y bonito. Descansa cabroncito, mientras llegamos al cantón, aguanta putito.

–Ustedes me están confundiendo, ¡déjenme bajar!

Pasaron unos veinte minutos, escuchaba risas y a cada rato una patada, ya tenía tiempo que estaba esperando esta situación. Ahora, lo peligroso era que no cayera en una trampa… Eso de judicial federal, me estaba sacando de balance, ¿por qué no era la DFS, o el ejército? No me queda más que aguantar los dos días de rigor para saber en manos de quien estoy. ¡Valió verga!

Cuando me bajaron ya traía un suéter mugroso tapándome la cara, muchas voces, pero no entendía nada más. “Guerrillero” se repetía a cada rato y golpes acá de regular intensidad. Me vendaron bien y alguien dijo:

– ¿A ver güerito, vas a cantar?


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