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Hermosillo, Sonora, 27 de enero de 2024 (Neotraba)

Los cuentos de Luis Álvarez Beltrán se mantienen en un estado fronterizo y no del modo geográfico. Sino en la frontera de las emociones: al borde, cayendo o agarrándose con las uñas de una orillita de realidad. Por eso aman como aman, por eso pecan como pecan. Por eso huyen.

El amor y otros pecados en su construcción, persigue respuestas hondas a preguntas simples, que el autor presenta desde una filosofía sobria, que oculta bajo el entramado de la narración.

El narrador se da los permisos burlones de atravesar un rayo láser entre la santísima trinidad para mostrar la diferencia entre dios padre y dios hijo, desde la coquetería más recatada, o retacada. Depende de donde se sienta.

Se hace presente la locura en un donante de esperma al que luego sus hijos, producto del negocio de la venta de semen, vienen a atormentarlo con su misma mirada, a decirle “papá” en diferentes idiomas.

El silencio de la muerte que te toma por las tripas para oler la sangre y la carne viva desde la voz más precisa de un secuestrado.

Pareciera que El Gringo escribe a cinco manos y cada una posee un estilo distinto y aprovecha este libro para dejarlo claro. Además, tiene el atino absurdo de sacar la mano que escribe desde las páginas a media historia y decirle lector al lector y darse carrilla como narrador, rompiendo, digamos, una tercera pared, que es la cara del que lee.

Y, hablando de paredes, existe también en El amor y otros pecados, un texto que no lo quiero clasificar en ningún género, en primera, porque no sé, en segunda porque qué grosería eso de los géneros y, en tercera, porque me gusta pensar que es una cosa diferente cada vez que se lee un poema, un ensayo, una crónica, una carta. Y por eso me permito leerles las últimas líneas de este coso que se llama:

El día de hoy ayer, dice ya para acabarse:

“Como si la pared fuera la nada y la nada no tuviera nada qué decir ni qué hacer… y nada fuera nada, ni las letras ni las palabras ni la vida ni tú ni yo, y el tiempo fuera aquello que se puede partir en pedazos como queso cocido y repartirlo en diferentes cosas, como si nuestros asuntos, nuestra rutina o nuestra vida diaria fueran tortillas listas para hacer quesadillas con el queso del tiempo.”

Fragmento de un texto de El amor y otros pecados de Luis Álvarez Beltrán

Este libro es un testimonio más que, tanto en la realidad como en la ficción, el amor y el pecado, en cualquiera de sus presentaciones siempre vienen o van agarraditos de la mano.


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