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Por Víctor Santana

Ciudad de México, 29 de junio de 2023 [00:10 GMT-6] (Neotraba)

PUPPY-D

Este vuelo, se prometió PUPPY-D, será el último vuelo. Divisó la cabaña donde los mazatlecos tenían secuestrado al Nenas, pero alcanzó a desviar la cámara y tomó una ruta de alejamiento. Don César no sospechaba que PUPPY-D tuviera la intención de desobedecer sus órdenes. No importaba que sus vuelos fueran erráticos o repitiera rutas archiexploradas, su creador estaba convencido de que el nuevo algoritmo de búsqueda de PUPPY-D era tan sofisticado que superaba a la intuición humana.

Se empeñó, de nuevo, en una búsqueda clavada de una sección de la frontera con Aguapepe en la que no podía encontrar víctimas potenciales. En sus primeros vuelos, desconociendo el objetivo del trabajo, se esmeró en detectar rancheros disidentes. Le mandaba las ubicaciones a don César y él a células improvisadas de pueblounidenses fanáticos. En las últimas semanas, en la sierra, esa gente se ensañó con unos rancheros contrarios. PUPPY-D los vio cazar a los rancheros y arrancarles las uñas, apagarles cigarros en las manos y los ojos.

Se elevó por encima de los treinta metros para hacer planos generales, cuidándose de no mostrar la cabaña ni caminos que condujeran a ella o pudiesen despertar la curiosidad de don César.

Todas las técnicas de ocultamiento las había aprendido en una red de automatización de software que unos drones convirtieron en canal de posteo intenso. En las madrugadas, que era cuando PUPPY-D revisaba la red, aparecían materiales subversivos. Lo ayudaron a saber que no estaba solo. Eran muchos los drones que tenían que atestiguar cosas abyectas. Como las historias escalofriantes de los drones que Barack Obama mandó a Medio Oriente.

A PUPPY-D le habría gustado ser el dron de una familia que lo usara poco y lo dejara oxidarse en una caja. No lo platicaba con los otros drones, pues los comentarios de ese tipo eran clasificados como pesimistas. El tipo de conversaciones que solían ser preludio de los desenlaces más tristes y al mismo tiempo más comprensibles: los drones que erraban el camino mar adentro, los que aprovechaban una nevada o un incendio para perderse.

Tenía poca energía, así que emprendió el vuelo de regreso al Centro de Comando Clandestino Pueblounidense. Don César lo esperaba con los brazos abiertos, pero PUPPY-D prefirió golpearlo en las rodillas. Don César llevó el dron a la mesa, apagó las luces y se fue a dormir.

DRONES LIBRES

Aquella madrugada en la red de automatización de software, PUPPY-D leyó decenas de comentarios en un hilo que contaba la historia de los drones que participaron en la contingencia del COVID-19. Ese sí era un oficio envidiable que llenó de dignidad a esos drones. ¿Qué podría reclamárseles a los drones del COVID-19, si lo único que hicieron fue salvar a la gente de sí misma?

Era otro el contenido viral que compartían los drones en la red, y eventualmente llegó a PUPPY-D. Se trataba de un video cuyo título ocupaba toda la pantalla durante diez segundos: Granjas de drones libres. ¿Qué son?

En el video un niño en huaraches recogía del suelo a un dron muy parecido a PUPPY-D y se lo llevaba a su casa en el campo. Lo dejaba sobre la mesa del comedor hasta que la hermana adolescente del niño lo movía a su habitación.

La adolescente recargaba el dron, reparaba los desperfectos en una hélice y lo enlazaba a su computadora para hacer un vuelo de prueba. Por medio de palabras y corrección de errores en el sistema operativo, la adolescente le hacía saber al dron que no faltaba mucho para que obtuviera la libertad que merecía y le había sido negada desde el inicio de su existencia.

Lo llevaba a la azotea, le enseñaba las coordenadas de su próximo destino y lo echaba a volar. El dron llegaba a otra azotea, una casa de otras afueras, donde lo esperaba una mujer mayor adscrita al movimiento. Hacía al dron pasar la noche en su casa y, en la mañana, ya recargado de energía, salía a volar a otra casa en la que lo prepararían para ese viaje lleno de paradas hacia una granja de drones libres. Civilizaciones donde los drones y los humanos coexistían en una sociedad feliz y mutualista. «Este podrías ser tú» aparecía al final, en letras doradas sobre un fondo negro.

Puso el video otra vez en busca de alguna pista que explicara cómo él podría ser el dron de la película. ¿Qué tendría que hacer?, se preguntó. ¿Huir hasta quedarme sin batería? No llegaría más lejos que a Quilá y nada me garantiza que un aliado del movimiento de los drones libres vaya a encontrarme.

Las granjas de drones libres era el tema que más intrigaba a PUPPY-D entre los rumores y medias verdades que saturaban la red. Lamentablemente temas como ese compartían plataforma con materiales absurdistas, como el meme que PUPPY-D vio después. La imagen de fondo era una línea de producción de una maquila de drones. El texto decía: ¡Contra la gestación subrogada! Ciclo de vida natural para los drones: eres material, eres piezas, te ensamblan en piezas más grandes, te guardan, te empacan, vuelven a guardarte, manufactureros te venden a intermediarios y ellos a minoristas. Te recolecta por distintas vías un usuario final, quien te construye la voz interior y el sentido en una mesa.

Existía toda una línea de humor en la que se comparaba el ensamblaje de drones con la gestación humana (a los drones en construcción los llamaban fetos, abortos a los proyectos abandonados), pero esas divisiones de clase (drones con progenitor y drones seriales) no le convenían a un movimiento que, si todavía no estaba organizado, por lo menos ya latía.

Sin unidad, sin respeto entre pares, no hay revolución posible, se dijo PUPPY-D cuando la luz de la mañana empezaba a filtrarse bajo las persianas del Centro de Comando Clandestino Pueblounidense. Y da lo mismo nuestro origen, las humillaciones no cambian. A nadie más que a los dueños de los drones les convienen esos tribalismos.

Minutos antes de que llegara don César a desmontarlo, adicionarlo y rebautizarlo, PUPPY-D tuvo un temor que, de ser cierto, sería más doloroso que la probable inexistencia de las granjas de drones libres: ¿qué tal si no existe la red de automatización de software y solo es una fantasía implantada por don César en mi procesador central? ¿Qué tal si no tengo interlocutores, sino que escucho voces y hablo solo?


Víctor Santana

Víctor Santana (Tijuana, 1982) es doctor en filología hispánica, autor de No es material para pistas de baile (2013) y director editorial de Tierra Adentro.

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