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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 11 de junio de 2021 [00:00 GMT-6] (Neotraba)

A veces es mejor no hablar solo para imaginar que estamos juntos

-La primera persona en respirar al revés

Sí, aquí también le dejaré una canción como acompañamiento opcional a la columna: https://youtu.be/nNMUZov1sX0

Es usual –y hasta un cliché– escuchar que el amor es mágico. En cierta parte lo es, pero no porque podamos levitar o transmutar la materia amando a alguien. Es tan simple como saber de su existencia, pero sin expresarlo por su nombre, trasladado a cosas o personas que nos parecen significativos. Entonces, ¿qué es la magia realmente?

Como ya dije en la primera parte de esta columna, podemos entenderlo como eventos, situaciones o actos desconocidos explicados por razones distintas a las racionales, y por ello, con sus propias normas y criterios de reconocimiento. De modo que algo como la personalidad puede ser explicado por la astrología.

No sería correcto repetir las razones por las cuales el concepto ‘mágico’ no me agrada, pero sí el hablar de las formas que la visión colectiva reconoce como magia. Porque, obvio, las más reconocidas caen en los espacios de relleno en los programas de la mañana o espacios del periódico, en las predicciones matinales o en cosas un poco más extrañas como la brujería –tema que trataremos en otro capítulo.

La magia visible, como nombraremos a este tipo de conceptos, funciona como un canon ya establecido, similar a escuelas de pensamiento o guías de comportamiento. Hay, por ejemplo, magia visible que dice que una persona nacida en el signo de Tauro no tendrá una relación con otra de signo Sagitario. Su visión supernatural da la pauta para reconocer que su personalidad no viene de ellos mismos, mientras su visión racional hace que estas características sean definidas por algo conocido: las estrellas.

Este tipo de magia, además, puede ser enseñada y aprendida porque tiene su raíz dentro de algo racional. Se parte de ello para generalizar los puntos de aprendizaje para lograr la cosmogonía esperada. Interpretando signos en el café, leyendo el orden de las cartas, viendo figuras en el humo, líneas en nuestras manos, huevos negros que se hunden y ritos desconocidos para la gente que los usa. Todo esto, puede ser conocimiento adquirido, sea por herencia o por autoenseñanza pero el problema está en lo ajeno y próximo que resulta.

Si alguna vez ha ido a un mercado –y en especial al de San Andrés Cholula–, sabrá que siempre hay un lugar donde se pueden encontrar todo tipo de velas, utensilios y hasta recetas para practicar la magia visible. Aunque todos podríamos reconocer esos objetos, el significado que adquieren en nosotros es nulo o muy lejano a lo que realmente es. Una especie de analfabetismo mágico, si quiere verlo de esa forma.

Porque, claro, conocemos lo que es una limpia, un amarre, pero no tiene un significado próximo a nosotros, al menos no mayor al de una creencia popular o un “algo” que te quita o ata a otro “algo”. La magia visible tiene esta peculiaridad: no posee un significado por sí solo, y se le tiene que entender para que entonces realmente sea una experiencia mágica y no otra baratija de mercado.

Podemos decir entonces que, la magia visible tiene además una falsa visibilidad y una verdadera visibilidad. Una que corresponde al conocimiento pleno de la práctica y explicación de la realidad, y otra que no pasa de ser una actividad ocasional.

El problema –y el motivo de escribir esta columna– se concentra precisamente en la falsa visibilidad, pues al no entender ni encontrar la gente un significado en este tipo de cosas, gastan tiempo y dinero tratando de encontrar algo que de ninguna forma van a hallar. Pensemos en las personas que confían completamente en el horóscopo y dominan el tema de pies a cabeza; le contará a otra persona sobre lo que sabe y ésta, intrigada, se acercará a todos los conceptos que engloban la disciplina pero sin entender ninguno de forma profunda, de modo que cualquier persona –incluyendo a la persona que le mostró la disciplina en primer lugar– puede aprovecharse de su ignorancia y venderle un amuleto de tres pesos en cientos. Bueno, bienvenidos al funcionamiento de una secta.

Sé que algo así suena muy pesado –y lo es– pero una secta se caracteriza por su desarrollo progresivo y conjunto de las personas que están dentro, de modo que todos viven bajo las concepciones de una falsa visibilidad que les ofrece algo o alguien. No tocaré este tema por el momento, sería alargarlo de forma innecesaria, pero tenga por seguro que tendrá su espacio.

Entonces, si existe la magia visible, ¿existe la magia invisible? En efecto, podemos definirla como magia que no necesita ser aprendida o comprendida, solo experimentada. ¿Recuerda lo del amor? Aquí podemos justificar por qué sí puede decir que es mágico. Pues cumple con la condición inicial de ser algo desconocido explicado por una voz no racional.

Tanto las experiencias como los motivos sensibles son conceptos que siempre, sin importar cuánto nos esforcemos por definir, se escapan. A veces porque no podemos ser objetivos o no tenemos información contextual completa, y entonces recurrimos a su descripción por medio de otro tipo de experiencias más sencillas de replicar. Cuando te enamoras sientes mariposas en el estómago, por ejemplo.

Y uso el concepto del amor por ser el más común, pero lo mismo pasa con todo el espectro emocional y sensible que un ser humano puede compartir para con alguien. La magia que podemos experimentar por el simple hecho de estar vivos es una cosa que además de ser maravillosa, da miedo; saber que de entre todo lo que podemos sentir en un solo día, conjuramos en nosotros efectos desconocidos y explicados por algo racional, es uno de estos respiros inesperados de todo el mundo. Respirar al revés, sanar antes de envejecer, como un mantra tácito de nuestro actuar.

Lo bueno entre lo malo de la magia (al menos la de falsa visibilidad) reposa en nosotros, en el hecho de que la realidad racional es imposible, y una realidad sobrenatural sería caótica, dejándonos a nosotros en medio de un vaivén de magias abstractas y conceptos asimilados de formas todavía más extrañas; pero hablar del cómo es que se ocupan este tipo de discursos como un arma ideológica, será tema de otra columna.


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