Con la poesía me persigo a mí mismo: Mariano Morales Corona
Presenta una obra teatral y un volumen en la FENALI 36 de la BUAP. Aquí una entrevista en la que habla sobre periodismo y literatura.
Presenta una obra teatral y un volumen en la FENALI 36 de la BUAP. Aquí una entrevista en la que habla sobre periodismo y literatura.
Por Víctor Roura
Ciudad de México, 25 de marzo de 2023 [00:01 GMT-6] (Neotraba)
Es poblano aunque nació, en febrero de 1955, en los valles de Apan pertenecientes al estado de Hidalgo. Radicado en la Puebla de los Ángeles, dice su biografía, desde 1979, dos décadas antes de que recibiera el honor de haber sido designado Premio Nacional de Periodismo Francisco Zarco en 1998, oficio que ha desempeñado, junto con la académica, con la frente en alto. Narrador y poeta, acaso más identificado con lo segundo, Mariano Morales Corona cuenta en su catálogo personal bibliográfico con más de dos decenas de libros sin contar las participaciones en volúmenes colectivos o bajo su coordinación, que sumarían otra veintena.
La 36ª Feria Internacional del Libro de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla comenzó este viernes 24 de marzo. En ella, el jueves 30 de marzo, será presentada la obra de teatro 4J, de Mariano Morales Corona, quien en sus propias palabras la describe así:
–Es un musical donde Janis, Hendrix, Morrison y Lennon se juntan al menos entre alcoholes para escribir una canción-manifiesto contra la guerra y por una nueva y distinta humanidad. Entonces, entre trago y trago, plantea cada uno sus obsesiones, primero sobre la autenticidad de su música y de su arte, luego la discriminación a los negros (Hendrix), a las mujeres (Janis), a la naturaleza (Morrison), el negocio de la guerra (Lennon y todos) y discuten sobre si el motor es la fiesta o la conciencia y dan a entender que no están reñidas. Todo esto entre sus rolas, con grupo en vivo (muy bueno) y los actores, personajes, son cantantes (dialogan y cantan). Al final, si el espacio lo permite, se unen a la gente coreando “Give peace a chance” y “Power to the people”.
Después, ahí mismo, Mariano Morales presentará la nueva edición de su libro Locutopía: crónica, poesía y música del rock.
–De hecho –dice el poeta–, la presentación es la obra. Ya nomás, al final, se hace explícito lo que la vincula con el libro.
–Unos años antes de morir, el pasado 30 de noviembre a sus 99 años de edad, el escultor y pintor Federico Silva escribió:
“La poesía de Mariano Morales son rallas dolorosas en la piel de lo que perdura. Un sincero grito de aflicción y de espera. Construye con la pena de la pérdida y el placer del recuerdo que se transforma en goce, el goce de la añoranza sin tacto; y a la vez en su poesía la emoción camina por una piel trémula, que no es añoranza sino presencia sensual que se impone… perturbadora”.
Con sus dibujos, aparte de la presentación de la que extraje aquellas breves líneas y tus poemas, al alimón publicaron, editado por El Puente, el bello libro La mar en plena pandemia. ¿Cómo lograste conjuntar el arte y la poesía en este nuevo libro, Mariano?
–La verdad es que el maestro Federico Silva se comportó sumamente generoso conmigo. Yo había venido acumulando poemas, de algunas de mis motivaciones más socorridas, de las estancias recurrentes en mi vida: la mujer (o las mujeres), la mar (cada que se podía, siempre escapaba a la mar) y la muerte. Estos poemas estaban reunidos en un solo volumen, algo extenso.
“El maestro Silva tiene también una obra literaria prolífica. Me tocó presentar en Puebla más de uno de sus libros (así como lo hemos hecho con varios de tus libros, Roura).
“El primero de ellos fue ya hace como 25 o más años. Casi cuando él llegó, con María Esther González, a instalarse en Tlaxcala. Fue el que se hizo sobre sus murales al fresco en la cueva de Huites, en Sinaloa. Para ello, Maricarmen Mazarraza le puso música a las anécdotas contadas por el maestro de tal manera que conjuntamos canciones, más o menos como corridos, con proyecciones de la maravillosa obra que Federico plasmó en la pintura al fresco más grande del mundo.
“Poco después presentamos México por Tacuba, en el 2000 o 2001, luego un libro de recuerdos y cuentos… Además de los Aluxes, que era el reconocimiento a la trayectoria cultural que otorgaba el periódico Síntesis en los años en que yo era su director (lo sigue haciendo hasta la fecha). En resumen: no sé por qué razón, pero Federico y María Esther me distinguieron inmerecidamente con su amistad, cosa que yo reconoceré por siempre.
“En una ocasión, hace algunos años ya, le di el manuscrito. Unas semanas después nos reunimos y él, con gran entusiasmo, me hizo varios comentarios críticos (algunos de los cuales él retomaría para la presentación). Y me mostró un fólder de cartón, hecho a mano, de grandes dimensiones, en el que guardaba viñetas y dibujos que se había dado a la tarea de elaborar para que acompañaran mi trabajo, siempre con la idea, me dijo, ‘no de competir con los poemas sino de remarcar algunos versos que a mí me parecieron muy importantes’. Yo no podía creer ese enorme y generoso gesto del maestro.
“Una de sus recomendaciones fue: ‘Ya nadie lee enciclopedias de poesía, el volumen es muy extenso. Rómpelo…’ Y me propuso sus viñetas para dar descansos a la lectura y propiciar su reflexión.
“Tomé a pie juntillas sus recomendaciones. Reagrupé el libro en tres y al hacerlo me di cuenta de que abarcaban, como ya dije, tres motivaciones recurrentes en mi vida de poeta (complementarias y diferentes a las del narrador y del periodista), que se englobaban en el ‘principio femenino’: la mujer, la mar, la muerte. Un poco como la divina trinidad. Tres entes diferentes y en el fondo una misma esencia.
“Retomé los de la mujer y lo llamé Jueves (para guardar al amor de la ausencia de mañana…) En el volumen original los temas se encontraban más entreverados. Al dividirlos en tres hube de aplicar un bisturí.
“Jueves fue publicado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, como la mayoría de mis libros [Jueves (para guardar al amor de la ausencia de mañana…), 2005].
“Poco después el maestro Silva me invitó a presentarlo en el impresionante recinto que guarda parte de su obra: el Museo Nacional de Escultura Contemporánea Federico Silva, ubicado en San Luis Potosí.
“Luego de viajar en una ruidosa avioneta de Puebla a San Luis, en la que el maestro iba muy atento a los diversos paisajes que se podían ver desde esa escasa altura: la cuadrícula de los cultivos, las diversas tonalidades de verdes en ese día soleado, escarpados parajes, etcétera, el libro se presentó con la participación, además del escultor, del escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja, y de los escritores potosinos David Ojeda e Ignacio Betancourt.
“Los otros dos volúmenes tardaron un poco más por diversas razones que no vienen al caso, pero son los que forman este libro La mar (la muerte y otros poemas fechados)… aparecido en mitad de la pandemia.
“Yo guardaba receloso las viñetas. Pero el maestro Silva las había realizado de tal manera que significaban un reto de diseño, porque había que jugar con ellas, usar fragmentos, ampliaciones, en fin. Se hizo una primera formación del libro, de estilo muy tradicional y, la verdad, no funcionó. Tuvimos que desecharlo.
“Entonces apareció Germán Montalvo y él se dio a la tarea de formar el libro que tienes en tus manos”.
–Un buen antecedente de lo porvenir es tu libro Botella a la mar que en 2016 publicaste bajo el sello de Ediciones del Ermitaño: “Duele saber que cruzamos las calles de la vida, ¿meras imágenes?, con la esperanza de que un día cualquiera alguna amante añorada, algún amigo alejado por su oficio, encuentren los mensajes que tiramos en botellas a la mar”. Con dibujo en la portad incluso también de Federico Silva, ese largo poema, como bien dices, dividido en tres partes, ¿cuánto tiempo en realidad te costó escribirlo? Si bien los temas, esa “divina trinidad”, son siempre, digamos, tus obsesiones, imagino que no acabarán nunca de confluir en tu cabeza…
–Soy contrario a las explicaciones de los textos y más de los textos poéticos, porque al escribirlos pienso que lo hice de la mejor manera posible; pero me parece muy pertinente tu pregunta.
“El poema (libro) Botella a la mar nació de otra pregunta: el sentido de la vida o, bien, si la vida tiene o no sentido. Es una pregunta difícil de responder, si lo queremos hacer con sinceridad.
“Un amigo pintor había muerto, a los 40 años. Como todo artista estaba en búsqueda, pero dominaba la técnica y su pintura era muy original. Excelente, diría yo. Un día a media mañana lo encontraron muerto en su cama; una señora que le ayudaba con cuestiones domésticas. Su vasta obra se quedó ahí arrumbada… Y me vino la pregunta: ¿todo eso para qué?
“Otra querida amiga pintora, Karla Reyes, dice:
“–La vida no tiene sentido, cada quien tenemos que dárselo y es al gusto.
“Creo que a nuestras vidas les dan sentido las personas, las personas que amamos, y creo que mientras seamos capaces de amar y mientras más amplio sea ese amor, más abarcador, más sentido le habremos dado. Por amor no entiendo, en este caso, aunque lo incluyo, la relación erótico-afectiva a la que se refiere Fromm. Es decir, amamos a nuestros hijos, por ejemplo, o a nuestros padres y no lo hacemos eróticamente… Por supuesto, incluyo el amor erótico-afectivo dentro de esta capacidad de amar; pero no la reduzco a ello. Esto abarca a toda la humanidad.
“Y a los animales y a la naturaleza, en tanto a través de ellos ayudamos a la humanidad.
“En ese sentido, el trabajo no nos realiza por sí mismo, sino en la medida que trabajamos para procurar el bienestar de las personas que amamos. Quienes tenemos la suerte de trabajar creando, de usar las herramientas del arte, tenemos la doble fortuna de hacerlo por los que amamos y, además, de expresarlo en la obra. Ese es un poder muy grande, una gran riqueza.
“Entonces, este amigo que murió, creo que era feliz sólo mientras pintaba (y a veces en los bares); pero al final murió solo y sus mensajes quedaron arrumbados, sin ninguna valoración (y no hablo de precio). ¿Tuvo sentido su vida? ¿Tiene sentido la mía?
“¿Tiene sentido pintar, escribir, hacer música… si a la vuelta de la esquina está la muerte? ¿Tiene sentido trabajar como esclavo, filosofar, hacer política…? Por descontado que a las religiones no les encuentro nada.
“En fin, esas son las preguntas que recorren ese libro: Botella a la mar. Particularmente, los versos que tú señalas:
Duele saber que cruzamos las calles de la vida, ¿meras imágenes?, con la esperanza de que un día cualquiera alguna amante añorada, algún amigo alejado por su oficio, encuentren los mensajes que tiramos en botellas a la mar…
“… hablan de otro problema circundante al del sentido: la posibilidad o imposibilidad de la comunicación humana. (Sin meterme con la polisemia de los lenguajes. Porque muchas palabras, muchos conceptos no tienen el mismo significado para ti que para mí o para cualquier otra persona. Pensemos, por ejemplo, en la palabra ‘amor’. Seguramente tiene tantos significados como humanos hay en el planeta.) Bien, supongamos, ya tengo algo que decir: ¿lo sabré plasmar?, ¿me escucharán?, ¿me entenderán? Aquí interviene también el azar: ¿habrá receptor? A veces nuestros poemas, nuestra música, nuestras pinturas, nuestros lamentos, nuestros clamores, etcétera… son mensajes que tiramos en botellas a la mar de la casualidad y, saberlo, es lastimoso.
“En la otra parte de tu pregunta, te refieres al tiempo y al trabajo. Ahí sí, mi circunstancia es un tanto particular. He sido escritor toda la vida y toda ella me he considerado escritor. Decía Corkidi, el cineasta, que ‘todos somos artistas y otra cosa era el problema del público y la aceptación’. Pero siempre he tenido, hasta que comenzó la pandemia, trabajos de tiempo completo: primero en la BUAP, luego en el periódico y después en temas de educación. Todos esos trabajos teniendo como materia prima principal la escritura.
“(Entre paréntesis, por eso creo que lo que menos he trabajado es la novela. Porque eran textos que tenía que elaborar de una sentada. En una madrugada o dos tenía que dejarlos completos… no publicables, pero sí más o menos completos, ya que al tercer día seguramente estaba de otro humor, con otras preocupaciones, etcétera. Entonces un poema o un cuento que había escrito, a lo mejor de una sentada, podía llevarse meses en correcciones también esporádicas. Nunca tuve fórmula de trabajo.)
“A veces llegaba por la madrugada, después de hacer el periódico, con la adrenalina a tope, de tal manera que sólo quería un par de cubas y una lectura ligera o algo en la TV para esperar a que bajara y poder descansar. No siempre podía trabajar en lo mío.
“Y otro problema luego era la publicación. Como nunca he estado de lleno en la vida literaria, digamos en el mercado, podía pasar otro tiempo más hasta que les diera forma final y buscara publicarlos. A esto súmale que no vivo en la capital (donde están las mayores oportunidades). Como dijo Monsiváis en la presentación de mi libro El fin: que yo era neciamente poblano”.
–Si formulas que tu vida siempre ha estado rodeada de las letras, ¿entonces haber dirigido Síntesis, importante diario de Puebla, fue, digamos, una experiencia literaria más que periodística?, ¿no diferencias el uso de las letras en este sentido? Un largo poema, como “Botella a la mar”, no creo que lo hayas pensado publicar en un diario sino concretamente en un libro porque su materia prima no es meramente informativa sino esencialmente literaria. ¿Cómo te enfrentas, o enfrentabas, a estas situaciones?
–Voy a dividir tu pregunta en dos partes: la relativa al periodismo sin desvincularla de la literatura y, como segunda, las expresiones literarias posibles o utilizables.
“Hacer periodismo no estuvo exento de buscar la mejor expresión escrita. Pero es algo muy distinto. El primero se maneja dentro de lo real y comprobable (como alguna vez lo aprendí en un taller de periodismo que tú coordinaste); la literatura puede hacerlo (Truman Capote), pero no es su único cometido ni su camisa de fuerza.
“Cuando nació Síntesis, en 1992, el PRI llevaba toda la vida en el poder y sólo había una verdad en los medios, la del gobierno (bueno, una y media). Periódicos y noticiarios de radio y TV tenían como enemigo a la UAP, por ejemplo. Ni siquiera el PAN tenía cabida en ellos (integrante pocos años después del famoso PRIAN). Hasta al PAN se le cometían fraudes electorales, como le sucedió a Ricardo Villa Escalera en la elección municipal de 1983. Pero dije: ‘… y media’, porque si bien los medios no daban voz a la izquierda y ni siquiera al panismo, sí la daban, la han dado siempre, al discurso reaccionario de la derecha trasnochada, mientras no apareciera como competencia partidista. La derecha poblana, incluso la ultra, siempre ha tenido espacio ya sea desde los organismos empresariales, la ‘academia’ o el púlpito.
“Entonces, la principal aportación inicial de Síntesis, diario del que fui director fundador, fue ética, antes que periodística. Lo he dicho en varias ocasiones. Fue mostrar que se podía hacer un periodismo independiente del, como se le llamaba entonces, PRI-gobierno o partido de Estado. Fue dar cabida a todas las voces, principalmente a los creadores, a la izquierda, a todos los partidos, a los universitarios, quienes siempre han tenido algo que decir y, con mucho peso, a los ciudadanos.
“Esto, por supuesto, repercutió en el periodismo. Lo ejemplifico con una anécdota: en el gobierno de Manuel Bartlett, siendo presidente municipal Rafael Cañedo Benítez (1993-1996), alguien pidió revisar la fortuna de Carlos Salinas, creo, y el alcalde Cañedo dijo que deberían comenzar por revisar los ingresos de Cuauhtémoc Cárdenas. Así lo publicamos a la mañana siguiente, misma en que recibí un airado llamado telefónico de su jefe de Comunicación, pidiendo prácticamente el despido del reportero. Llamé al reportero y le pregunté si la declaración era verdadera, a lo que respondió: ‘Por supuesto’. Le dije: ‘¿Tienes la prueba?’ ‘Claro’, y me puso la grabación. Me aclaró que un reportero de otro medio le había dicho: ‘Te paso esta nota, porque a mí no me van a permitir publicarla’. Más tarde el jefe de Comunicación vino a la redacción y le mostré la grabación… Me dijo, un tanto alterado, pero como para congraciarse, ‘entonces mi jefe está loco, por qué me manda hacer estos papelones…’
“Pero te puedo dar muchos más ejemplos, quizás el más importante, para reflejar lo que intento explicar, fue cuando la Aedirmex (la Asociación de Editores de Diarios de la República Mexicana) me dio el Premio Nacional de Periodismo, en 1998. Me lo otorgó y se lo dio al periódico por haber señalado con base en nuestras encuestas que el PRI ganaría el estado de Puebla, con Melquiades Morales Flores, que perdería el PRI por primera vez en el estado de Tlaxcala contra Alfonso Sánchez Anaya por el PRD y que la capital poblana estaría gobernada por el PAN con Gabriel Hinojosa Rivero. Sería la primera vez que se le arrancaba algo al PRI en esos estados; por supuesto recibimos presiones para no publicar nuestras encuestas. Sí, fue una investigación periodística; pero el reconocimiento, lo considero, fue a la ética con la que nos condujimos. Cabe señalar que los resultados se dieron justo como los predijimos.
“En el inicio del periódico, el gobierno y otras fuerzas jugaron a ahorcar al diario para que cerrara, pero no lo lograron. Al segundo aniversario de Síntesis me entrevistaron en el noticiero entonces de mayor raiting de la radio poblana, y yo dije que la principal aportación de Síntesis se podía ver en las portadas de algunos otros medios. Habíamos mostrado que no empeñábamos la información y otros tuvieron que comenzar a cambiar, de manera un tanto tibia, por convicción o por adquirir un poquito de credibilidad.
“En cuanto a lo propiamente periodístico costó un poco más de trabajo. Al nacer el diario, en Puebla (1992), a los reporteros prácticamente no se les pagaba, se les ‘permitía’ el espacio y se les mandaba como a los agentes de tránsito a cobrar a sus fuentes. Así fueran los reporteros de espectáculos o de deportes. Eran las fuentes las que les completaban el salario; por supuesto, todos peleaban por la fuente de gobierno. Entonces, tuvimos que recurrir a jóvenes no maleados, recién egresados (la BUAP todavía no tenía carreras de comunicación ni de periodismo en ese tiempo). Reclutamos personas que, si bien no manejaban aún el oficio, sí traían otra actitud ética; creían en lo que habían estudiado.
“La sala de redacción fue su escuela. Pasaron por ahí muchas y muchos que hoy tienen altos puestos en los medios del estado. Poco a poco se fue mejorando el periodismo. Teníamos reporteros dedicados a fuentes a las que ningún otro medio recurría, como derechos humanos, o laborales, la sección colonias que diariamente hacía recorridos por las colonias (sobre todo las más marginadas) recogiendo sus problemas de agua, basura, pavimento, etcétera (entonces la seguridad no era un gran problema) y teníamos reporteros de investigación, sin fuentes específicas, sólo para investigaciones especiales. Suplementos, además del de arte y del de literatura, de mujeres, de ecología, de personas con discapacidad, de universitarios, etcétera. Las agencias personalizadas, como APRO y PAL, también fueron de gran ayuda; les pedíamos coberturas específicas”.
“La segunda parte –dice Mariano Morales Corona– va por separado porque creo que ya me extendí en lo periodístico y tu pregunta tiene varios filos.
“En lo que a mí respecta (no quiero parecer pretensioso ni presumido), ha sido como escoger los tenis para correr, los tacos para jugar futbol o los zapatos para ir a trabajar.
“Para la denuncia política inmediata siempre eché mano del periodismo o de la columna, a veces el ensayo o la conferencia, para hablar directamente y con claridad, sin posibles interpretaciones diversas… Ahora está por publicar la BUAP una colección de textos sobre personajes que han sido importantes para la historia reciente de México, como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Miguel Donoso Pareja, Julio Scherer García, Luis Rivera Terrazas, Miguel Ángel Granados Chapa, Raquel Tibol, Víctor Roura, Guillermo Briseño y otros más, que supieron permanecer distantes de las mieles del poder gubernamental. Es el calzado un tanto formal.
“Para la aventura y la fantasía, he elegido principalmente la narrativa. La novela corta o el cuento largo, que gustara tanto a los escritores del boom latinoamericano. Estos géneros me han permitido crear personajes y ubicarlos en historias de acción, intriga y heroísmo. Lograr junto con ellos combatir malandros como empresarios ligados al narco, o antihéroes completamente fantásticos. Me han servido incluso hasta para incursionar en el teatro, como la obra 4J, que en la actualidad se está escenificando en Puebla. La vamos a presentar de nuevo el 30 de marzo dentro de la 36ª Feria Internacional del Libro de la BUAP. Son los tacos para asirse al suelo y correr.
“Para las cuestiones más íntimas, para las alegrías y los dolores internos, para indagar en mi corazón y en el hígado y en las demás vísceras, siempre he trabajado la poesía. Creo que ella me ha permitido asomarme con más visibilidad a lo que soy, a lo que he pretendido ser y a lo que aún busco. Son los tenis con los que me persigo a mí mismo.
“Recurro a una respuesta que yo le hiciera al escritor Alejandro Meneses con motivo de la aparición del libro Jueves:
“–La poesía es bautizo del ser humano como creador de arte: lamentos, gruñidos de amor iniciáticos. De ahí surgieron las demás: música, pintura, otros géneros literarios… Es el summum de las artes: el poeta toma las palabras para esculpirlas y erigir monumentos, ciudades… Con otras pinta imágenes, libres de cualquier atadura a los lienzos. Une sílabas y hace música: ya breves canciones, ya extensas sinfonías.
“La poesía es exacta como la física, rigurosa como las matemáticas, aunque no por ser producto del raciocinio sino, como el mismo mundo físico, porque está hecha de realidades, evolución, ríos que cambian curso, latidos telúricos, trepidaciones de la carne y de los huesos, libertad y muerte. La poesía es un trabajo arduo y desvelante que intenta asir la vida.
“Por último, aunque ya casi no hago periodismo sólo ocasionalmente, como para la revista Dosfilos, de José de Jesús Sampedro, por ejemplo; sí, sigo enfrentando esa tricotomía, o tal vez tetra. Sólo tengo cuatro pares de calzado: unos negros, unos cafés, los tenis y los de futbol… ¡Ah, y unas pantuflas para descansar!
“Aunque quizás ahora me atreva a quitarme el calzado y andar descalzo, porque creo que ha llegado el tiempo de hablar de todo esto con más detalle. He vivido muchas cosas que a lo mejor ya es hora de comenzar a relatarlo”.
–El periodismo, cuando se es periodista, nunca se deja a un lado, Mariano. “Historia de lo inmediato”, lo llamaba Renato Leduc. Porque para ser periodista, aunque muchos “periodistas” no lo sepan, se tiene que saber escribir. No sólo basta con indagar la información, sino saberla expresar, describir, definir, degustar, cronicar. Hay, sí, casos inauditos de literatos que no sabían, o no saben, escribir: García Márquez cometía un sinfín de errada ortografía cuando escribía, al igual que Juan Rulfo. Escribir no es cualquier cosa.
–Para escribir hay que tener algo que decir, algo que contar. Lo mismo para hablar. Hay gente que toma la palabra y dice puras tonterías. Uno dice: ‘Qué desperdicio que tenga el don de la palabra’. Hay muchos ejemplos de congresistas en la red. No es el caso de García Márquez ni de Juan Rulfo; ellos sí tenían historias para compartir. Es sabido que cometían errores ortográficos; pero, bueno, esos se pueden corregir. García Márquez lo confesó en un coloquio sobre la lengua en Zacatecas, lo recuerdo. Hay gente ágrafa que dicta sus memorias. Se puede hacer; pero para eso hay que haber tenido una vida interesante. García Márquez, por cierto, se inició como periodista e hizo libros periodísticos como Noticia de un secuestro.
“Hoy la computadora ayuda mucho a quienes les falla la ortografía. El de corrector parece ser un oficio en extinción, como tantos otros que la inteligencia artificial ha venido desapareciendo. Te acuerdas, por ejemplo, el de formador de galeras, del periodismo de antes. Y la Real Academia también les ayuda, simplificando las normas, como los acentos de los monosílabos y de los diferenciadores, como el caso de “sólo” y “solo…” Como diría Borges, son concesiones a la tontería, que empobrecen y limitan el lenguaje.
“Estoy de acuerdo contigo. Quien ha sido periodista, jamás deja de serlo del todo. Aunque se aleje de una redacción. Cuando era director, revisaba muchos periódicos y escuchaba todos los noticieros de TV y radio que podía. La verdad, por salud mental ahora sólo lo hago a ratos. Pero, por ejemplo, con el juicio de Genaro García Luna me encontraba como antes, sólo que informándome más por Internet. Porque quedó claro: los noticieros televisivos y de radio no obedecen a la información, a las noticias, sino a los ingresos. Parafraseando al ‘haiga sido como haiga sido’, ‘vengan de donde vengan’.
“Esa historia de lo inmediato a la que refería Leduc, efectivamente requiere saber escribir. Por ello, a mí me gustó la frase de José Joaquín Blanco que veía al periodismo como una literatura posible. Es decir, aunque estemos comunicando una noticia, hacerlo literariamente de la mejor manera que encontremos. Y, sí, eso requiere saber escribir.
“Alguna vez nos contaste en el taller de periodismo que habías aprendido de Buendía que el periodista tiene que estar redactando mentalmente las 24 horas del día: cómo toma el jabón cuando se baña, cómo se lo unta en el cuerpo… De hecho, nos leíste un párrafo de ¿Por quién doblan las campanas?, de Ernest Hemingway, en el que tarda página y media describiendo cómo enciende un cerillo uno de los guerrilleros. Yo transmitía esto a mis alumnos; pero cuando hablábamos de literatura iba un poco más allá. El escritor, como el periodista, tiene que estar redactando las 24 horas todo lo que ve. Pero no sólo va a describir cómo el camión o la combi se estacionan en doble fila para dejar bajar a una señora, como decíamos en la secundaria, ‘con canasta e hijo en brazos’, sino que al mismo tiempo teníamos que imaginar el drama de esa señora: ¿de dónde podía venir?, ¿adónde podía dirigirse?, ¿la esperaba un marido borracho y golpeador o, como a La Patita de Cri Cri, un montón de hijos con hambre?, etcétera. Entonces, a diferencia del periodista, el escritor no sólo iba describiendo la vida sino iba sintiendo y describiendo la vida, como andar las calles despellejado.
“Pero, sí, volviendo al principio, primero que nada hay que tener algo que decir. Sea noticia del mundo exterior, sea avance del conocimiento o sea desnudar el alma como se voltea un calcetín”.
–Sí, periodismo y literatura pueden caminar juntos, pero he conocido, al igual que tú, a gente que escribe, o sabe escribir, muy bien pero carece de imaginación para proyectar un cuento, una novela, una pieza teatral, un poema, y es periodista nada más, y punto, y no está nada mal, y lo mismo hay periodistas, acaso afamados y con ingresos abultados en su cuenta bancaria, que no saben escribir, que jamás han escrito nada y, asimismo, ya que lo mencionaste, hay literatos como José Joaquín Blanco, de quien recuerdo su magnífico libro Función de medianoche, que de pronto son relegados por decisiones cupulares, causando asombro estas extrañas difuminaciones porque nos percatamos, Mariano, que muchas veces, por lo menos en México, los nombres cabalgan de acuerdo a las referencias, las citas, las menciones, los empujoncitos, los corrillos, las asociaciones, los grupos. La independencia cultural es compleja en un mundillo anudado de cortes y conveniencias. ¿Cómo ha logrado Mariano Morales Corona destacar como individualidad poética distanciado de todos estos enjuagues intelectuales?
–Me gustaría comenzar por contarte una anécdota ya un poco antigua. A mediados de los ochenta del siglo pasado organizamos un Encuentro Nacional de Poetas, en la entonces Universidad Autónoma de Puebla al que asistieron prácticamente todos los poetas que estaban en México. Hay una foto muy buena que publicó la revista Proceso y otros medios en esos días donde se muestra el casi centenar de poetas asistentes encaramados en el espléndido Salón Barroco: Alí Chumacero, Juan Bañuelos, Elsa Cross, Elva Macías, Coral Bracho, Myriam Moscona, Mariángeles Comesaña, Enrique González Rojo, José de Jesús Sampedro, el entonces poeta infrarrealista Roberto Bolaño y muchísimos otros… Se pudo hacer por el apoyo de la UNAM (a través de Marco Antonio Campos), de la UAM (mediante Evodio Escalante), del INBA (por cuenta de Saúl Juárez) y de la UAP (hoy BUAP) por supuesto.
“Ese es el contexto, la anécdota es la siguiente: en algún pasillo del Edificio Carolino, al salir de las lecturas, caminábamos un grupo de poetas platicando y entonces uno, no recuerdo si fue Ricardo Yáñez o Arturo Trejo Villafuerte, respondió a un comentario que había hecho yo en el que había mencionado a Efraín Huerta (recién fallecido [a los 64 años de edad, el 3 de febrero de 1982]) y a Octavio Paz; su respuesta fue:
“–En el Distrito Federal [hoy Ciudad de México] no puedes hablar juntos de ellos dos.
“Pensé: entonces, qué suerte de habitar en la provincia, lejos de estar encasillado en filias y fobias. Y como ya había dicho, Carlos Monsiváis se refirió un poco irónicamente: ‘Lástima que Mariano Morales era un escritor neciamente poblano’, y yo interpreté eso como un halago a la resistencia a la megaurbe centralista; en realidad no lo era, era un señalamiento crítico al escoger por voluntad quedar marginado de los presupuestos federales, de los medios nacionales, de las grandes librerías… etcétera.
“Aunque no puedo negar que en las provincias también se han reproducido las capillas y los clubes de amigos, sobre todo desde los controles de los presupuestos culturales estatales. Por suerte, las universidades han hecho un poco de contrapeso a esto.
“Los padrinazgos en las letras, como en la farándula, han podido promover carreras de gente sin talento y obstaculizar otras de gente con mucho talento, como se dice fue el caso de Elena Garro.
“Ahora bien, volviendo a la parte inicial de tu pregunta en la que hablas de periodistas de abultadas cuentas bancarias que nunca han escrito nada, hay que señalar lo siguiente: los noticiarios, por cualquier medio: televisión, radio, periódicos y ahora Internet (salvo muy pequeños casos), viven de la publicidad y ésta es 80 o 90 por ciento oficial. En todos sus niveles: municipio, estado, federación, y en todos sus poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial; Secretarías, institutos autónomos, incluyendo a las universidades públicas, los partidos políticos y hasta algunos sindicatos de paraestatales.
“Por lo que yo pude ver, durante los años que gobernó el PRI al país, desde su fundación como PNR en 1929 hasta el 2000, que en Puebla fue hasta el 2011 y en Hidalgo hasta el 2022, mientras en Tlaxcala fue hasta 1999, siempre primó la máxima que resumiera López Portillo siendo presidente de la República:
“—Yo no pago para que me peguen.
“Una frase muy interesante: primero, el dinero no es público, una vez ingresado a las arcas del Estado su administrador se convierte en su dueño (‘yo no pago’); segundo, no pago a los medios que me critican (‘me pegan’), es decir cualquier medio no afín no se encontraba en la nómina; tercero, para estar en la nómina no me podían pegar. Entonces los medios (noticiarios y periódicos) se fueron convirtiendo en su mayoría en voceros del vocero público para sobrevivir. Y en todas las instancias en las que había jefe de prensa o jefe de comunicación se contaba con presupuesto para cooptar medios o ‘periodistas’.
“Y esta cooptación era en escala: al dueño, además de ingresos en efectivo, se le permitían múltiples negocios: concesiones de espacio radioeléctrico para establecer televisoras y radiodifusoras, licitaciones de obra pública, concesiones de transporte público o de espacios en mercados (como señala Scherer, fue uno de los tantos negocios de Díaz Redondo), antros, prostíbulos y un tan largo etcétera como fueran las aspiraciones de estos directivos.
“En segundo lugar y casi a la par, se encontraban los directores-conductores de los noticiarios de TV y radio, así como los directores de los periódicos según sus relativas importancias.
“Esto generó un fenómeno (quiero acotarme, por el momento, sólo a México) al que tú haces referencia: los ‘periodistas’ que nunca han hecho periodismo y que además nunca han escrito nada: los opiniólogos sin opinión, o con opinión teledirigida: como ya dije, los voceros de los voceros de los diversos poderes (porque hay que recordar que esto abarca principalmente a la política y los políticos, pero que se extiende a las grandes empresas, como las casas de apuestas, las mineras, los espectáculos y hasta al futbol y otros deportes). Los dueños del dinero, como ya mencioné, principalmente del dinero público (que nunca les costó y sólo administran como suyo: ‘Yo sólo pago a quien no me pega’, diría el silogismo aristotélico), han hecho de estos comunicadores y directores, sus opiniólogos, quienes están ahí, con muy buen pago, para decir sus verdades (las de quienes les pagan), para imponer sus agendas, para tapar sus crímenes. Así se quiso cubrir durante muchos años la masacre de 1968, los asesinatos del 10 de junio de 1971; así se generalizó la opinión de que el Festival de Avándaro había sido una inmensa orgía de sexo y drogas y se prohibió el rock nacional, lo que por mucho tiempo nos colocó a la zaga de Argentina y de España, entre otros; así se trataron de ocultar los crímenes de la guardería ABC, de los indígenas de Acteal, de los campesinos de Aguas Blancas, de los estudiantes de Ayotzinapa, entre muchos, muchos otros.
“Estos opiniólogos, que a veces se hacen selfies bajo la lluvia con un presidente de otro país o luego de un sismo, para aparentar que hacen periodismo, fueron de seguro muy buenos alumnos en la primaria ya que basan sus puntos de vista en los dictados. Obedecen a su jefe o dueño porque, si no, serían despedidos. Pero como al cliente lo que pida o el cliente siempre tiene la razón, y ya sabemos quién es el cliente, los alinean al dictado de los voceros (a veces, ellos se creen los voceros mismos). Podría citar a Marshall McLuhan, a Armand Mattelart o a Noam Chomski, pero prefiero hacerlo a Jim Morrison: ‘Quien domina los medios, domina las conciencias’ (esto dispara nuestros problemas a Washington y Nueva York, ‘quienes dominan los medios y las conciencias’; pero acotándonos sólo a México), estos opiniólogos y algunos errores cometidos por funcionarios han podido sumar muchas conciencias de la clase media, como pudo verse el 26 de febrero [día en que marcharon miles de personas a favor de los funcionarios del Instituto Nacional Electoral y en contra de López Obrador].
“Podría abundar sobre esto, pero creo que ya me extendí demasiado…”
–Actuar de manera distinta al uso tradicional del gremio de la comunicación también puede atraer consecuencias contrarias a las deseadas…
–El periódico Síntesis nació pisando fuerte con el pie izquierdo, seis meses antes de que terminara el gobierno de Mariano Piña Olaya (“El sexenio de las expropiaciones”, cabeceamos en ocho columnas poco antes de su salida), un día antes del destape de Manuel Bartlett como candidato a gobernador para el estado de Puebla. El gobierno apostó a que cerráramos. Como ya dijimos, los medios subsisten de la publicidad y primordialmente de la publicidad estatal. Pero uno de los socios, el principal, quien se quedaría a la postre con la totalidad de las acciones, tiene una imprenta muy grande, que exportaba mucho, y el periódico, en esos inicios tabloide de 24 páginas en blanco y negro, se hacía con tiempos marginales y sobrantes de papel de esa enorme empresa.
“El problema era pagar los salarios. Pero se trataba de un equipo pequeño, unos cuarenta trabajadores entonces. Además, se nos atravesó la crisis de Los errores de diciembre. El público había recibido bien al diario y la íbamos sorteando.
“Como un año después del arranque, cuando el gobierno se dio cuenta de que su bloqueo no cerraría el diario (también habían usado tácticas más perversas, que no mencionaré aquí), cambió de estrategia. El jefe de comunicación del gobierno del estado me citó para tomar un café. Tuvimos una reunión cordial, en la que ofreció un convenio de publicidad, más o menos corto, para que diéramos a conocer las actividades de las instituciones de gobierno. Por supuesto que la información de las diversas instancias de gobierno es de interés para la población: campañas de salud, educación, obras importantes, etcétera. Pero le respondí con toda claridad:
“–Sí, haremos llegar a los lectores toda esa información; pero si aparece un cadáver en tu patio, también lo diremos; es decir, difundir la información que ustedes digan no nos hará ocultar las cosas que suceden: manifestaciones de descontento, voces opuestas, etcétera.
“Luego de un rato, me dijo:
“–Todos los directores tienen un apoyo (salario) en mi oficina, no es gran cosa, y no los compromete a nada, tú puedes seguir haciendo lo que haces con entera libertad.
“Elegantemente, le dije: no.
“Esa misma noche me llamó por teléfono y me dijo:
“—Ya hablé con mi jefe y me dijo que podemos tener un mejor arreglo.
“A lo que le respondí:
“—No, ni ustedes van a obtener de nosotros lo que buscan ni nosotros algo de ustedes. Si quieren que el periódico les obedezca, cómprenlo. Ya fundaremos otro.
“Al poco tiempo, ya con un convenio de publicidad, se quejó con el principal accionista:
“—Mariano Morales no quiere aceptar la ayuda que le ofrecemos.
“No pasó a más.
“Unos dos o tres años después, el Consejo Coordinador Empresarial convocó a todos los medios de comunicación a dotarnos de un código de ética, como muchos países civilizados (como los nórdicos, por ejemplo) lo tienen. Nos convocaron a todos (menos a los pasquines) a una primera reunión. Desde esa misma, algunos comenzaron a deslindarse: Televisa dijo, nosotros obedecemos a un código nacional, lo mismo TV Azteca, El Universal, El Sol, etcétera. Total, que al final quedamos Fernando Canales, Sergio Mastretta y yo. En la última vez que nos reunimos para el efecto, habrá sido por 1995 o 96, Canales dijo que él sí recibía el pago de la oficina de gobierno, pero que lo facturaba a la empresa y sólo le tocaba la comisión. Entonces, la aportación era de 50,000, cincuenta mil pesos mensuales. Muy probablemente fuera mayor para los consentidos…
“Si esa hubiera sido la ‘aportación’, había yo dejado de recibir, en los 15 años que dirigí el periódico, unos 9,000,000, nueve millones de pesos (sin considerar aumentos, inflación, intereses, porque seguramente la dádiva iba subiendo al menos cada nueva elección y cambio de sexenio). Calculo que fueron unos 15,000,000, quince millones de pesos, los que dejé de recibir, por mi cláusula de conciencia.
“Finalmente Síntesis publicó su Código de ética y un columnista de un pasquín se burló diciendo que era incumplible. Me es grato decir aquí que, mientras estuve al frente del diario, siempre lo cumplí y los reporteros que trabajaron conmigo, también. Omar Raúl Martínez [director de la Fundación Manuel Buendía y de la Revista Mexicana de Comunicación, fallecido a los 51 años de edad el 3 de marzo de 2016] lo recogió en su investigación acerca de los códigos de ética de los medios de comunicación en México.
“Al sexenio siguiente se me acercó un secretario, el de Turismo, y me dijo que le permitiera desatorar ese nudo:
“–Se trata de ganar ganar –me dijo.
“Por supuesto le respondí que no.
“Poco después una reportera importante del periódico me instó:
“–Debería aceptarlo. Seguramente alguien está firmando por usted y se lo está llevando.
“Como si no fuera una cuestión de ética; como si sólo se tratara de mantener mi nombre fuera o dentro de la nómina oficial.
“Y sí, Roura, a lo mejor renuncié a unos 15 millones de pesos. Pero hicimos un periodismo libre, independiente, crítico y que manejó su propia agenda.
“A veces me entra una duda, sobre todo a partir de la pandemia y tanta gente que necesita ayuda, empezando por mi propia familia, y tantos proyectos culturales interesantes que no se pueden realizar por falta de recursos, incluso míos; pero pienso que si hubiera sido de las personas que aceptaran el chayote no sería de las que están preocupadas por apoyar a quienes lo necesitan…
“Ni modo, no hice fortuna; ayudo a los poquitos a quienes puedo, pero tengo una conciencia en paz, que me permite dormir tranquilo e, incluso, sentirme feliz”.
–Admirable, Mariano, tu honra periodística, descalificada seguramente por la mayoría de los que trabajan en los medios de comunicación del país. Si tú has dejado de percibir, por tu digna conciencia, alrededor de quince millones de pesos, no sé a cuánto podría ascender la cifra que yo he dejado ir de igual modo voluntario, sin embargo, periodistas incluso con los que he trabajado se han mofado de mi “martirio” y me han nombrado, tratando de ser irónicos, el “gurú” de la ética, por ejemplo. Han dicho que he sido corrompido, ya, por la política morenista, por ejemplo, porque, ya lo sabes, el león cree que todos son de su misma condición. Pero en los estados de la República una actitud como la que tuviste a veces se paga con la vida, Mariano. Yo he sido amenazado de muerte unas cinco veces en la vida, además de haber sido golpeado y secuestrado por manos desconocidas que han querido, en vano para su desgracia, quitarme del camino. Vicente Fox le pidió a Rogelio Cárdenas Sarmiento, director de El Financiero, despedirme del diario por una investigación que publiqué desfavorable a Sari Bermúdez que supuestamente afectaba a Marta Sahagún. Dos veces ya me han matado en las redes sociales. Admirable, tu ética periodística. ¿No ésta, Mariano, también te ha acarreado problemas personales?
–En torno a la ética periodística no fuiste mi único maestro, tuve varios. Pero con ninguno lo discutí tan de frente como contigo. Quizás sólo con Miguel Donoso, hablando de literatura. Los otros fueron maestros con su ejemplo; ya los he citado en esta entrevista: Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Javier Mena, Dora Kanoussi, José de Jesús Sampedro… Así que, sí, por mi parte, en materia de periodismo, has sido mi “gurú” ético, en lo que respecta a la relación periodista-poderes, principalmente frente al poder político.
“Con relación a los problemas personales, sí hubo varios. Como ya mencioné, al principio el gobierno (bueno, no es el gobierno; fueron los gobernantes, personas de carne y hueso) apostó por que cerráramos. Durante más de un año no pagaron un centavo en publicidad e, incluso, presionaron a algunos particulares para que no lo hicieran. También por un tiempo nos sacaron de los puestos de periódicos. Tuvimos que contratar a nuestros propios voceadores.
“Dos años antes, en 1990, había sido editor fundador de La Jornada de Oriente, mientras seguía siendo director de Crítica, revista de la Universidad Autónoma de Puebla, sin ningún conflicto de intereses. Pero, a unos meses de que empezara a circular el periódico Síntesis, el rector, José Dóger Corte, quien había alineado a la universidad a las finalidades del gobierno, me mandó pedir la renuncia. Varios compañeros me aconsejaron demandar a la universidad, como era lo ocurrente; yo era incapaz de hacerlo. Mi segunda alma mater.