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Por Ismene Venegas

Ensenada, Baja California, México, 5 de abril de 2021 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

El invierno pasado crucé medio país en auto. Salí de madrugada de Ensenada, crucé el Desierto de Sonora, los campos agrícolas sinaloenses y el bosque tropical nayarita. Llegué a la Ciudad de México luego de pasar unos días en la playa. Allá me encontré con las chicas de Mexicali. Una semana entera de tour por el centro del país presentando libros y bebiendo cerveza. Antonio León y yo nos encontramos en el incendio que ardía en las paredes del estudio de la Narvarte, con toda la intención de presentar su nuevo poemario en la gran ciudad. Ese fue el primer plan que el 2020 nos desmoronó, el primero de los muchos que se irían sumando conforme la pandemia avanzara. Caminamos la ciudad juntos, admiramos la belleza de sus sábanas de concreto y en Toluca pasamos doce increíbles horas llenas de risa, tacos de obispo y poesía auspiciadas por la librería Mi Primer Día en el Salón de la Fama.

En primavera, un minuto antes de que todo se cancelara, dentro del programa de la Feria Universitaria del Libro UANLeer, Consomé de Piraña, el libro del escritor nacido en el poblado rural de Maneadero, se presentó por fin en sociedad. Antonio leyó algunos de sus poemas en el Festival Cuir de Monterrey y entonces se ciñó sobre nosotros el encierro.

El caldo de piraña es una sopa tradicional del suroeste de Brasil. Se prepara con un pez de agua dulce que abunda en los humedales del Pantanal de Mato Grosso do Sul. Al igual que el tiburón blanco, la piraña es un pez de fama reconocida gracias al cine. Su naturaleza carnívora nos ha hecho creer que es capaz de desaparecer a una vaca entera en pocos segundos. Sin embargo, se ha demostrado que gran parte de su dieta es herbácea y que la enriquece comiendo insectos, moluscos pequeños y algunos peces. Tiene una mandíbula inferior prognática con una hilera de afilados dientes triangulares que coinciden en un engranaje perfecto con la hilera superior. En las temporadas secas, cuando las aguas se estrechan y en un caudal reducido se concentran muchas especies que compiten por alimento, las pirañas usan su dentadura para arrancar la carne de animales muertos, heridos o convalecientes de los que se aprovechan tumultuosamente hasta dejarlos en los huesos. A veces se comen entre ellas. A pesar de lo que las películas cuentan, los ataques a humanos son poco frecuentes. Son peces pequeños, no crecen más de 35 centímetros de largo, tienen muchas espinas y poca carne. Como son muy abundantes su pesca es prolífica y con unas cuatro piezas se pueden alimentar hasta seis personas.

Para preparar el caldo de piraña el pescado se limpia y se cuecen las piezas enteras en agua hirviendo durante unos veinte minutos. Después, se procesan en la licuadora junto con sus huesos y aletas. En una olla se saltea cebolla, tomate y chile, y a ese sofrito se le agrega el concentrado de piraña pasado por un colador fino para descartar las espinas. La olla se deja al fuego hasta que rompa en hervor y espese. Se agregan hojas de cilantro y cebolla tierna picada. Suele servirse en vaso y no en plato.

En Maneadero, todos los viernes de cuaresma se come pescado en la casa de Antonio. Luis, su hermano, sale a pescar a Punta Banda y con lo que trae, Lupita, su madre, cocina. En el patio, bajo la sombra del moral, se pone la mesa. Se sirve el ceviche en tostadas o el estofado de mariscos que Lupe prepara con pescado, mejillones y tenazas de cangrejo. Rumbo a la punta de la bahía, detrás de las tierras de cultivo, en la orilla este de la Lengüeta arenosa, Maneadero tiene su humedal. El brazo largo de arena forma una estrecha boca por la que el mar invade a diario las tierras bajas. En una laguna costera se junta el mar con el agua del arroyo San Carlos, de cuya cuenca se irrigan los cultivos.

Antonio León. Foto de Ismene Venegas
Antonio León. Foto de Ismene Venegas

A lo largo de un día el humedal toma dos paisajes diferentes que obedecen el ritmo de la marea. Las plantas que crecen en la orilla soportan altas concentraciones de sal: a diario se sumergen dos veces bajo la pleamar, cangrejos y caracoles nadan entre ellas. Cuando el mar se aleja, los animalitos se esconden en la arena y entonces las aves, según las formas de sus picos, los buscan en el lodo para comérselos.

El estero de Punta Banda es el único humedal de Ensenada protegido por el convenio internacional de Ramsar debido a la biodiversidad que lo habita.

Muchas aves migratorias llegan aquí en invierno a buscar refugio y alimento en el estero. Entre ellas, las brantas negras que vuelan sin descanso por espacio de dos días desde Canadá hasta los humedales costeros del noroeste de Baja California, como este estero. Vienen a alimentarse de los pastos marinos que crecen aquí igual que en Canadá y que allá permanecen bajo el hielo durante los meses fríos.

En gran parte de la costa oeste de la Lengüeta arenosa hay construcciones. Están las ruinas de un complejo de hotel abandonado, y muchas casas de verano. Algunas, las más viejas, están visiblemente disminuidas, corroídas por la sal y junto a las ruinas del hotel forman un escenario de apocalipsis zombie. Otras permanecen de pie, blancas y prístinas, cuidadas por norteamericanos en retiro que eligieron ese lugar para vivir su vejez. En la década de los ochenta de pronto surgió esa villa con su blanquitud para darle al brazo de arena el aire de costa griega que nos merecemos. En su niñez Antonio recorrió el interior de esas casas blancas junto a su padre mientras atendían los trabajos de carpintería de la villa.

El Pantanal de Mato Grosso do Sul, con una extensión de 20 millones de hectáreas, atraviesa las fronteras de Brasil con Bolivia y Paraguay. Es el humedal más grande del mundo, una región de gran biodiversidad y representa, entre esta clase de ecosistemas, al menos alterado de la tierra. Habitan en él alrededor de diez millones de caimanes y el jaguar, su depredador, tiene en este lugar la población más numerosa del planeta. Tapir, ciervo de pantano, pecarí, guacamayos, tucanes, anacondas.

A lo largo de un año el Pantanal y sus habitantes atraviesan por dos temporadas marcadas por la estación pluvial: la temporada seca en la que el curso del agua y la humedad se contraen formando extensos lodos pantanosos y la temporada de lluvias en la que tienen lugar las inundaciones y las crecidas de los cursos del agua.

Pirañas móviles
Pirañas móviles

El Consomé de piraña de Antonio es un caldo heterogéneo, como la Gallina pinta que no se prepara con gallina sino con chamorro y cola de res y lo pinto del guisado lo facturan inesperadamente los frijoles y los granos de maíz pozolero.

Se trata de un libro de poemas de amplia gama reunidos en el mismo plato de sopa: desde un tratado de cine mexicano hasta la explicación más certera de un fuera del lugar, pasando por las lecturas de poesía local y foránea, la televisión mexicana y las vicisitudes de encontrar en el humor la mejor estrategia para crecer sin morir en el intento, con su estupendo esplendor a cuestas, en un pueblo rural fronterizo.

Poemas sueltos que se han cocinado al calor del desierto de Baja California esquina con la historia familiar sonorense y que refrescan la lectura con un desenfado que quiere salirse del canon, pero que no deja un solo paso de baile al azar del ritmo.

Esta cuaresma, antes de que el invierno dejara de reverdecer los cerros, crucé con Antonio la carretera a Punta Banda para visitar el estero. Nos hicimos al humedal bajo un cielo bien azul, armados de un six de cerveza, una bolsa de cheetos y un playlist de la movida donosti. Al llegar vimos a la orilla de la laguna una garza que tenía casi mi estatura. La marea estaba alta y tuvimos que sortear los charcos de agua salada que inundaban el sendero. No vimos cangrejos, pero entre los juncos nos encontramos con dos conejitos de cola blanca.

Nos habríamos quedado más tiempo viendo el sol brillar en la superficie del agua pero Lupe nos esperaba con una capirotada en el horno y la discada al fuego para freír las cabrillas rebozadas. Nosotros llevamos las tortillas para esos tacos de pescado.


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