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Por Yorleni L. Rojas

Puebla, México, 3 de agosto de 2022 [00:03 GMT-5] (Neotraba)

Julio decidió correr 30 km como parte de su preparación para el maratón que acontecerá en un mes en CDMX. Durante la semana armó su recorrido y me preguntó si quería acompañarlo –yo en bici por supuesto. Mi cuerpo no ha sido y no es apto para correr esa distancia, aún.

Él se adelantó para darle unas vueltas al Parque Ecológico. Yo lo esperaría en la 24 y Juan de Palafox.

“Te veo ahí a las 8:00 a.m.”

Yo seguía adormilada, él me dio un beso y se fue.

Me desperté a las 7:50. En chinga me cambio, lavo la cara, alisto bebidas hidratantes, bocina, llaves, teléfono y monedero con identificación, para un ciclista es vital siempre llevar identificación pues ya saben, en caso de ser necesario que sepan nuestro nombre y tengan que llamar a alguien… ¡vámonos!

Llego al punto de encuentro justo a tiempo y no lo veo, ya tengo hambre… ¿me dará tiempo echarme un atolito? Pero, ¿y si llega? Ni modo que yo vaya con mi atolito, me quemo la boca o las manos de llevarlo, mejor no. Pues ya qué.

Cuando lo vi venir pensé en lo guapo que se ve lleno de sudor, corriendo y sonriendo al verme.

Él corrió y aguantó, como todo un guerrero, esos kilómetros. En total hizo 32.100 pero “esho no esh nada”.

Yo siempre sonriendo y rodando.

Hubo largas subidas y en cada una yo pensaba “cómo no voy a poder”. Él cuenta con que ahí vaya y le pase agua ante la tremenda sed de su cuerpo, avanzando en cada zancada que demanda el aumento de los latidos de su corazón. Porque a eso vine, a acompañarlo.

Las subidas me cuestan, no uso velocidades ¿por qué? Muy sencillo, no sé utilizarlas aunque me las han explicado. Mi amiga MK ha querido enseñarme y me dicho que las practique, pero simplemente no me entran en la cabeza, para mí es sólo cuestión de pedalear y respirar. Una pierna, luego otra, vamos y empuja: “tú puedes”, me digo siempre en las subidas.

Cuando ruedo con mis amigxs, son quienes me echan porras, cuando ruedo sola… me toca decirme que sí lo lograré.

“Tú puedes, falta poco.

Tú puedes, ya casi.

Tú puedes, ni lo pienses.

Vamos mi amor, sí se puede.”

Frases que salían de mi boca hacia Julio, pero también eran de y para mí.

Porque sí, en bici he aprendido la importancia de hablarse bonito a uno mismo ante las situaciones en que mí cuerpo me dice que no, que ya me detenga. Y a celebrarme en cada nueva distancia, nueva subida o nueva colonia conocida.

¿Filosofía de vida? Nah, no sé, no creo, tal vez sí.

Lo que sí sé es que el acompañamiento sirve, ayuda a no pensar en parar cuando las piernas queman o el aire falta, rodearse de personas que nos alientan a continuar e incluso nos empujan en esas subidas.

¿Filosofía de vida? Nah, no sé, no creo, tal vez sí.

Pero, ¿qué hacer cuando sientes que ya no puedes más?

Nadaremos, nadaremos… rodaremos y ¿hasta por qué no? Pararemos.

Vamos mi amor, tú puedes.


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