¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Hugo Medina

Hermosillo, Sonora, 17 de marzo de 2022 [GMT-5] (Neotraba)

Enter Joker

El bufón juega con los murciélagos: ordena las dagas menguantes de la luz. Son sus dedos que paladean las formas de la tiniebla. Un ave proyectada en los muros de la locura: un pequeño roedor con alas. Con una mano triple pedida al diablo, los cuchillos en la pared rocosa se plasman con la nitidez de un fuego prehistórico. “Tomo prestado el instinto básico de los filósofos”, “tomo para mí el andar sigiloso del miedo sobre la línea dorsal de los reptiles”, “tomo para mí los fósforos que han de incinerar la piel que oculta, bajo la densidad de la noche, el rostro verdadero de Ciudad Gótica”. Respira cerca el salitre impregnado en la faz del cadáver. La línea de sangre en las comisuras se expande como el sudario de los murciélagos en su vuelo. El silencio en la turbina, la mano en las cuchillas de la licuadora, en el motor de las horas degolladas sobre la corva de un asesino en serie.

Adamantium (fragmento)

Logan, despierta, Logan: es Dios insuflado con la muerte de huesos de adamantium. Despierta, Logan, forjado en el nudo de la llama y el hielo; el Dr. Charles Xavier habita en el incuestionable cerebro de la naturaleza mutante. Despierta, Logan, y anda sobre los helechos, entre los cadáveres que ha dejado la explosión de la bomba. “Así se cierra la carne herida sobre la estructura ósea carbonizada”. Despierta ya, Logan. Bebe el agua neutral del aire hirviente en los ojos narcisos del níquel, de tu metal, el que nunca ha de ser sellado en los reflejos propios de su solidez. Capta la seña del paisaje colapsado: los edificios de Siria, el ataque final, la lluvia apocalíptica de las balas sobre tu cuerpo. A pesar de que eres inmortal, no puedes, no pudiste evitar la muerte de los demás. Charles Xavier intenta borrar la mortaja siónica sobre tus recuerdos. Despierta, Logan, date cuenta de que nada queda de la ciudad enemiga. Mira cómo te elevas con tu carne regenerada sobre las mutilaciones, sobre la carnicería de los olvidados. Llora, Logan, porque no mueres, porque no evitas la muerte. Llora antes de que se diluya el adamantium de tu memoria.

Erik Lehnsherr y la filosofía del magnetismo al término de la guerra contra los seres humanos (fragmento)

Un árbol magnético crece en el cerebro, nubes de partículas electrificadas descargan venas luminosas en la blandura de la sangre. Más allá de las aves invisibles que cantan con las sílabas de las fuerzas naturales, halo los rayos del sol desde el pulso centrífugo de su masa coronal. Del fondo de la Tierra, fragmentos
                                      geológicos de su núcleo
emergen.
     La guerra cunde contra los mutantes: en el cielo, sobre los satélites militares, mi reino de Utopía rige en las estrellas. El Asteroide M invoca las manchas solares de la Bomba H: onda de radio
     calor infrarrojo
     luces ultravioletas
     y rayos X.
     Ahondo en el fluir del sistema planetario:
     Magnetismo
     gotea por
     las grietas
     de la noche.
     Los átomos de gas se separan en la electricidad del plasma: se esfera el alba en el arco de la atmósfera imantada. La marea de las estrellas se expande desde el Big Bang. Obedezco el mandato de la radiación de fondo: desprendo el puente de Brooklyn para destruir a la humanidad. Cruzan los sobrevivientes a la isla flotante de la redención.

*De Adamantium

Angelus novus

En esa inversión voltaica y arbórea, del relámpago que me siembra en la fenomenología de los valles, montes, en la copa de los yucatecos, a la sombra y en la conflagración de la ekpirosis de la sangre —seca sobre mis labios ya yertos— el espíritu del mundo se transfigura: la energía de un cuerpo en reposo es igual a su masa multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado donde centrifugo un ángel en la retina de Klee:

     “Así que el ángel da la cara al pasado. Donde nosotros vemos una cadena de eventos, él contempla la catástrofe única que acumula ruina sobre ruina y luego las arroja a sus pies. El ángel quisiera permanecer, despertar a los muertos y devolverle la unidad a lo que ha sido roto”,

     bautizo mi cuerpo para asirme de un paraíso que me ha encerrado en múltiplos de mi memoria, sensaciones de insectos que resuellan en el piso agrietado por donde el fuego de la ataraxia mueve lo inconstante, Dios mío del Espíritu hegeliano, posángel de un budismo zen esmerado en el sofisma de la imposibilidad de mi suicidio:

     “El   nacimiento   es   sufrimiento,   la   vejez   es   sufrimiento,   la   enfermedad   es   sufrimiento, la muerte es sufrimiento, asociarse con lo indeseable es  sufrimiento,  separarse  de  lo  deseable  es  sufrimiento,  no  obtener  lo  que  se  desea  es  sufrimiento”,

     ojo óctuple que se desprende de mí, ave ligera hecha de una concentración del clima, átomos inclinados al no-oxígeno, neuronas a punto de apagarse en sombra interna de una pirámide invertida al goteo tuberculoso de un Dios fetal, un Dios fecundado con el esperma de la naturaleza estática: “La superficie del cuerpo representa el límite del movimiento”, dicta Lucrecio con las manos de un ángel romano, con el cadáver tibio de Jean-Paul Marat creciéndole entre los brazos, limbo donde repaso la tesis de la Historia.

     “Pero una tormenta sopla desde el Paraíso; azota las alas del ángel con una violencia tal que ya no puede cerrar sus alas. La tormenta, irresistiblemente, lo arroja hacia el futuro al cual él le da la espalda, en tanto que las ruinas apiladas frente a él crecen hacia el cielo”.

*Del libro Atractores extraños


Hugo Medina. Foto cortesía del autor.

Hugo Medina. Es licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Sonora y tiene estudios de maestría en Letras Españolas por la UNAM. Ha obtenido diversos reconocimientos por su obra literaria, como los Juegos Florales“Alonso Vidal”; el premio nacional de poesía Juegos Florales “Darío Galaviz Quezada”; el III Concurso Estatal de Poesía “Alonso Vidal”; el premio del Concurso del Libro Sonorense en distintos años y diferentes categorías, además del premio del XIX Concurso Nacional de Poesía “Alonso Vidal”. Libros de poesía: Cuchillos afuera, Boca de sombras, Historia natural del cáncer, Adamantium, Atractores extraños y Ciudades agridulces, entre otros. Foto cortesía del autor.


¿Te gustó? ¡Comparte!