Porque no importa con cuánta furia escriba en estos renglones quietos, el mundo de allá afuera no dejará de tragarse a la humanidad. Me pongo las columnas que he escrito en los pies, y con ellas me dejo ir al fondo. Porque no hay más. Escribo porque no hay de otra, es eso o ahogarme en la normalidad.
La visita a la basílica de Guadalupe es el motivo de esta crónica en donde hay bardas pintadas, gente movida por la fe, una hermana cuestionando todo y los apretones de la gente.
Presentarse como poeta, es además de pretencioso, llevarse muy alto y no ponerse un freno de plomo en los pies. Probablemente sea algo que se gane con el tiempo, y no una forma de presentación.
Estar muerto, pienso, es mirar el mar. Cuando es de noche, cuando no se ve mucho. Dios, que parece haber leído mi columna –ésta–, mea sobre la ciudad, sobre el mar.
A partir de la lectura de un poemario, JJ Jiménez reflexiona sobre cómo la nada, dentro de la identidad, es construido de la nada: se necesita de un referente como la disponibilidad del mundo a ser percibido por el individuo.
El turismo no debería concentrarse en formar parte de una postal, sino en hacer de un espacio uno reconocible por algo más que fachadas bonitas, ¿así le ha pasado a los pueblos mágicos?
El Oxxo metido en un edificio antiguo en el centro de la ciudad de Puebla y la paradoja de Teseo llevan a preguntarnos hasta qué punto algo es ese algo.