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Portada de Matar de Carlos Sánchez publicado por Nitro Press
Portada de Matar de Carlos Sánchez publicado por Nitro Press

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

La literatura es un placer que exige, eso me quedó muy claro cuando a los 13 años no entendí la mitad de los cuentos de Narraciones extraordinarias, de Edgar Allan Poe.

El trabajo que cada escritor realiza con el lenguaje puede derivar en un texto tan barroco como incomprensible, quizá es por eso que gratifica más cuando después de estar horas y horas leyendo y releyendo un par de líneas –o párrafos, o páginas enteras, según sea el caso– por fin se entiende un poco de lo escrito.

Sin embargo, llega a ocurrir que no es el trabajo con el lenguaje lo que representa un reto para el lector, tampoco la estructura ni una cuestión técnica, sino la historia misma, y es que muchas veces se necesita un estómago fuerte para soportar las escenas que desfilan de nuestros ojos hacía el cerebro.

 

Matar, de Carlos Sánchez, entra en esa clasificación. Posiblemente la portada nos los indica desde el primer instante y aun así seduce por el enorme trabajo estético que hay detrás de ésta.

 

Se trata de 19 crónicas que narran asesinatos viscerales, varios de estos contados a través del trabajo memorístico de los propios autores de los crímenes, quienes en un ejercicio de sinceridad –muchos en la cárcel, otros libres– desgajan con parsimonia, palabra a palabra, la serie de eventos que los condujeron al asesinato de uno o varios individuos, pero en esa honestidad hay también una crudeza brutal. No hay, en ningún momento, retórica que suavice la narración, y el texto tampoco avisa cuando viene la peor parte, sólo lo suelta de golpe.

Intuyo que la estructura de los textos es así con una intención: cada una de las crónicas que se nos presentan ejemplifican desde diferentes perspectivas subjetivas lo que la realidad representa en muchas zonas de nuestro país, sobre todo en el norte: violencia, crimen, narcotráfico, feminicidio, vulnerabilidad… todo esto tamizado por los temas ontológicos que conocemos con lujo de detalle: miedo, confusión, ira, tristeza, arrepentimiento… realidades no ajenas a los que vivimos en zonas más céntricas del país, gracias a trabajos periodísticos como éste, el cual se hizo acreedor al Premio Libro Sonorense en 2010, en la categoría de Crónica.

 

“Lleva en su pecho un sobre que significa todas las cartas que le envió a su madre desde la prisión. Y en su pecho, por dentro, está el rencor, la tristeza. De inicio en su conversación advierte: mejor que trates bien a tus hijos para que no te pase lo que a mí y luego te anden haciendo reproches. […] Jesús Yimi no ha cumplido su sentencia ante la justicia. Aun después de haber vivido 28 años tras las rejas, sigue pendiente por asalto a un banco; en ese atraco fue herido de bala, lo hospitalizaron y de ahí se fugó en una silla de ruedas. Aún no lo atrapan, ni lo atraparán, asegura”.

Fragmento de “Con las manos manchadas”

 

La maestría de Carlos Sánchez es clara en dos cosas: en casi todo el libro hace a un lado su voz narrativa para darle paso –y protagonismo– a los relatores. Y en las sórdidas descripciones de las prisiones y la vida que llevan los reos en éstas: quien entra por un simple robo acaba conviviendo con asesinos.

En muchas ocasiones, en lugar de reformar, el ambiente envilece más la consciencia de los encarcelados, alarga su estancia entre las paredes grises, sin vida, que representan la prisión.

Muchos sobrellevan su estancia, conscientes de que el tiempo que les queda ahí no es poco, quienes relatan los asesinatos fuera de la cárcel hablan del lugar como un entorno traumático que o bien despedaza su alma o la estabiliza. El libro nos muestra a través de lo intuitivo las varias deficiencias del sistema de justicia penal en México.

 

Carlos Sánchez en Cholula durante la presentación de La ciudad del Soul foto de Óscar Alarcón
Carlos Sánchez en Cholula durante la presentación de La ciudad del Soul foto de Óscar Alarcón

 

La crónica “Guato crímenes” se presenta especialmente indignante por la situación tan compleja que aborda; la persona con el mote de el Guato narra sus 4 asesinatos, 3 de esos a mujeres, en todos había un asunto sexual de por medio, en todos se deja entrever la situación que viven las mujeres en nuestro país: que hasta agosto del año pasado el conteo de feminicidios registraba 1055.

Pero quizá no es papel del lector juzgar a los autores de los crímenes, y es que al terminar el libro queda claro que todos somos vulnerables a experimentar entornos violentos que permeen nuestra conducta; incluso se debe señalar el valor que hay en contar sus historias y exponerse ante los posibles lectores.

Cada texto es un constante recordatorio de que nosotros de la vida no sabemos nada.

 

Matar, Carlos Sánchez. Nitro Press. México, 2013.

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