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Puebla, México, 12 de abril de 2024

La poesía también es testimonio de historias que nos han ocurrido. O que deseamos que nos ocurrieran. En ese tenor, la poesía cuenta y usa la ficción como un medio para navegar en nuestra vida.

La poesía se sirve del lenguaje para modificar la realidad, para llenar vacíos personales o de colocarles cintas negras sobre las definiciones de nuestras palabras más personales, más íntimas.

Así ocurre en el poemario Heredar de Anaïs Abreu D’Argence quien nos ofrece una serie de poemas en torno a las figuras materna y paterna, esas figuras que nos conforman y que en muchas ocasiones nos deforman, que influyen en nosotros sin saberlo y que, gracias a esas figuras, nos convertimos en un depositario de violencias y frustraciones, de crecimientos y de anécdotas, de perspectivas del mundo y de torceduras de los recuerdos.

A través de los poemas de Anaïs, los vemos acelerar el automóvil y convertirnos en muñecos de trapo en el asiento del copiloto. ¿Cuál es el nivel de conciencia que podemos tener cuando escuchamos pelear a nuestros padres dentro del auto y acelerar como si quisieran matarse?

O los observamos cómo son víctimas de enfermedades mentales, de las que decimos “yo me hago cargo”. Aunque sepamos que en algún momento todo se descontrolará y la funda café de la pistola estará vacía y veremos entrar a nuestro padre, quien nada calmado, nos dirá que todo está bien (y sabemos que ya nada está bien), que nunca volverá a casa porque sencillamente jamás volverá a ser el mismo. La preocupación por la salud mental del padre y por la salud física de la madre envuelven este poemario. En muchas ocasiones, la figura paterna es granítica, pero en tantas otras se vuelve arena y los recuerdos apenas y pueden imponerse para reconfortarnos. De tal manera que Abreu nos dice:

todo esto cabría bien en un comunista
pero papá se pasó al otro bando
a mí al final su postura política me importaba poco
me conformaba con verlo sobrevivirse a sí mismo.

Olvidemos nuestras taras ideológicas, dejemos de lado a la izquierda y a la derecha, retomemos la esencia de las personas que se fueron y que no alcanzamos a comprender por completo, como si cada día fueran personas desconocidas para nuestros ojos. ¿Qué significa “sobrevivirse a sí mismo”? Es una posibilidad de saltar de un día a otro sin salir lastimado, sin que nuestro padre se convierta en noticia y en un número más.

La relación que guardamos con los objetos de las personas que ya no están es interesante, ¿cómo decidimos aquello que se debe tirar y aquello que conservaremos? ¿Cómo nos deshacemos de los relojes, de las libretas, de los boletos de autobús que solían coleccionar o almacenar? Es muy complicado deshacernos de los objetos cotidianos, como los zapatos, y esto bien lo dice Anaïs en sus versos.

Por otra parte, es normal no decir cuánto odiamos a nuestros semejantes, en este caso, cuánto odiamos a nuestros padres, socialmente es incorrecto expresarlo porque la bondad de los ancianos tendría que ser natural, pese a ello, en el poema “mi abuelo” nos damos cuenta en dónde está la raíz de nuestros sentimientos: el padre de nuestro padre también era un maltratador. En el poema “terremoto” se hace una síntesis del poemario: nos damos cuenta de que, a pesar de todo, jamás podremos huir de nuestros estigmas de la infancia, esos que nuestros padres nos heredaron. Quizá nos alejemos y los dejemos enterrados, pero uno no puede escapar porque todo el tiempo está temblando y no podemos evitarlo: lo que debemos aprender es a vivir con el mundo cayéndose a pedazos, parte a parte:

una aprende a vivir
con las paredes moviéndose

los libros de las repisas
los marcos con las fotos viejas
cayendo

los cuadros que pintó el mejor amigo de papá
los andamios
las estructuras
las amistades
los recuerdos
las copas
la ternura
el odio

todo el tiempo
cayendo
Heredar de Anaïs Abreu D’Argence. Universidad Autónoma de Nuevo León. 2024

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