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Por Óscar Alarcón

La presente entrevista pertenece al libro Veintitrés y uno. Charlas con 23 escritoras, publicado por la editorial Nitro/Press y la Secretaría de Turismo y Cultura del Estado de Puebla en 2018. Se reproduce con motivo de la obtención del Premio Dolores Castro 2021 en la categoría de Narrativa por parte de Judith Castañeda.

Puebla, México, 07 de agosto de 2021 [GMT-5] (Neotraba)

La cita para la charla fue en Profética. Casa de lectura, en donde Judith labora como encargada de la biblioteca pública. Se trata de un espacio abierto a todas las personas para que vayan a leer. Cuenta con un
acervo especializado en literatura, el espacio es idóneo no sólo para desarrollar la lectura sino para hacer tareas escolares, para escribir. Llegué minutos antes de lo acordado para preparar la entrevista. Judith me encontró y me dijo que tenía que ir a checar su salida. Es una anécdota simpática pues días después de cuando comenzó a trabajar, el reloj no reconocía ninguna de sus huellas digitales: “puse este dedo y nada” señalando el índice, “entonces probé con este otro y tampoco pasó nada” refiriéndose al anular. “Lo comenté para que revisaran y que se dieran cuenta de que sí estaba llegando a tiempo, lo solucionaron por unos días, pero sigue sin reconocerme en algunas ocasiones. Entonces ahora checo con este dedo”, señala el dedo medio, “así, si no llego, por lo menos lo insulto”.


Óscar Alarcón. Tu libro tiene una temática que se ha trabajado en varias ocasiones en la literatura, que es el amor entre primos, de manera inmediata me lleva a Estefanía y Palinuro de Palinuro de México de Fernando del Paso, en tu libro los personajes tienen mucha ingenuidad en la que se aman, ¿qué ocurre con esta sinceridad?

Judith Castañeda. Lo que traté de hacer fue un homenaje, quizá una continuación, tomé a los personajes de Ángela y los ciegos, para hacer otros cuentos y que fueran por la misma línea. Es el libro de mi profe Alejandro Meneses. Va más o menos por lo mismo: nunca van a estar juntos. Es lo que sucede en mi libro Aire negro, no van a estar juntos. Entre cuento y cuento hay cuentos más breves, que son como si él la viera en todos lados, con los cuatro elementos: el agua, tierra, aire, fuego. Él la ve, quiere acercarse a ella a través de estos elementos.

ÓA. El texto tiene una fascinación por la irrupción, los primos que se aman, ¿qué es lo que te llama la atención de este tipo de relaciones?

JC. Precisamente la no realización. El ideal o algo que no vas a alcanzar.

ÓA. Y esa no realización los lleva a continuar viviendo.

JC. Es como un esfuerzo para tratar de alcanzar su meta. Igual y no la alcanzan pero hay que seguir intentando.

ÓA. A lo largo del libro, los personajes se van desarrollando, vemos a los primos pequeños, van creciendo
hasta que llegan a la Universidad y a una edad adulta, pero el anhelo nace cuando son niños y se les nota mucho la crueldad, ¿te atrae la crueldad y la sinceridad que existe entre ellos?

JC. No es algo que haya trabajado mucho. Sí me llama la atención porque es un lugar común decir “los niños son buenos, inocentes, dicen la verdad”, tal vez algunos… Ahí está el caso del bullying en la escuela… Se burlan porque traes lentes, porque estás flaco, porque estás gordo. Entonces… depende de la persona, de lo que ven en su casa.

ÓA. ¿Es el pasado algo que nos contiene, que nos lleva a no cometer los mismos errores o crees que el pasado lleva a repetirnos continuamente?

JC. El pasado y un poco la memoria. Si se te olvida la piedra con la que tropezaste, igual y vuelves a caer. Finalmente somos frutos del pasado. La persona que es uno actualmente es resultado de ese pasado. Siempre lo podrías tener presente, ¡a menos que tengas mala memoria!

ÓA. En el libro hay dos imágenes fuertes, una es en el taller de carpintería. Está presente en los primeros
cuentos pero es algo que marca el derrotero por donde va a ir la historia. El taller quizá nos conecta con Jesucristo. ¿Qué te llama la atención de la religiosidad para incluirla en estos textos? El ángel también se convierte en un referente religioso.

JC. En este libro no lo trabajé tanto pero sí me llama mucho la atención la religiosidad y la religión, o la iglesia católica, para ser más específica, como institución: cómo es su accionar, cómo de ser una creencia, como consuelo y refugio para la gente, en muchos casos es un negocio. Igual y no todos son pederastas pero sí hay otros intereses. Mucho dinero, poder. Ahorita existe la separación iglesia-estado, pero por mucho tiempo estuvieron reunidos en una sola persona con doble poder.

ÓA. La segunda imagen que me llamó la atención es la playa. Se torna en uno solo con el mar. Pero el mar es imponente y generador de miedo, a veces, mientras la playa es festiva. Los primos hacen fiesta cada vez que están ahí. Platícanos qué es lo que te atrae.

JC. No lo sé. Realmente he ido sólo una vez y sí es imponente. Agua yendo y viniendo, yendo y viniendo y no le ves frontera ¡woooow! Te das cuenta del tamaño de las personas, te pierdes y no te vuelven a encontrar. Impone. Para los primos es más recreativo. Salieron de la escuela y los invitan a la playa, es una ocasión festiva de descanso, de deshacerse del estrés de la cotidianidad, de la escuela y todo eso.

ÓA. Ángela siempre está huyendo, ¿podríamos decir que huir es una forma de quedarse y definirse o qué piensas sobre las huidas?

JC. Creo que sí es una forma de quedarse, más en la forma en la que ella está siempre en el “te dejo que te acerques pero después ya no”, se queda más en el recuerdo de su primo. Sé que en la vida real, alguien que se va, se queda más en el recuerdo y a lo mejor es más presente que si estuviera presente.

ÓA. Hay momentos en los que la parte infantil de Ángela, combinada con la muerte de su padre y de su tío, me recuerda mucho a Lolita, y tú refieres a Alejandro Meneses, ¿es el trabajo de Alejandro en Ángela y los ciegos lo que tratas de darle continuación?

JC. Sí. Espero que no sea plagio. Creo que no. Es un homenaje a su libro. Es uno de sus mejores y uno de mis favoritos, también. La primera vez que lo leí me daba un poco de risa, porque además está narrado en primera persona, desde el punto de vista del primo y yo me imaginaba en todo a Alejandro, por eso me daba mucha risa. Decía “pobre, no lo quiere, siempre lo está alejando”. Me lo imaginaba a él: pobre de mi profe, no lo quieren.

ÓA. Se da mucho que los alumnos le dan continuidad a los trabajos de los maestros, quizá no los maestros que nos formaron sino los que hemos leído y que no hemos tenido la oportunidad de conocer. En tu caso que tuviste la oportunidad de trabajar con Alejandro Meneses, ¿qué tan determinante fue para trabajos posteriores en tu literatura?

JC. Todo. Prácticamente soy hechura cien por ciento taller y cien por ciento Meneses. Fui un tiempo con Bety Meyer, con el maestro José Prats pero mayormente con Alejandro. Fueron tres años y desde que ya no está tengo cierta inseguridad. Quizá nada más la sensación de que —cuando estaba con nosotros, cuando estaba vivo— si escribía un cuento se lo podía dar y quizá después me diera su opinión. Cuando ya no conté con su presencia, fue una inseguridad al decir “y ahora quién me los va a leer”. A lo mejor yo puedo decir que están bien. Los leo y los releo, soy una maniática de la corrección y la escritura, pero al final de cuentas decía “ah, se lo puedo enseñar a mi profe”, y ahorita ya no.

ÓA. ¿Tú sí crees en el trabajo de los talleres literarios?

JC. Sí, mil por ciento. Muchos dicen que el taller no, que no te pueden enseñar a escribir, otros dicen que sí.
Pienso que depende de las personas. Hay quienes nunca asistieron a un taller literario pero se rodean de las mayores obras de la literatura y pueden ser lectores muy atentos, y a partir de ahí pueden desentrañar: “va por aquí el mecanismo”. En mi caso soy un poco distraída. Creo que siempre es bueno tener la opinión de otra persona. Puedes tomarlo en cuenta o no, pero igual y puede ser un norte: “es que no le entiendo…”, si nadie le entiende hay que revisarlo.

Ganadoras del Premio Dolores Castro 2021
Ganadoras del Premio Dolores Castro 2021

ÓA. ¿Y las becas? ¿Generan escritores?

JC. En mi caso la tuve un par de veces pero no creo que los generen sino que son un apoyo para que quien no tenga recursos pueda seguir escribiendo.

ÓA. ¿Y los premios literarios?

JC. Son un volado. Es lo que me han dicho. De repente hay concursos a los que llegan trescientos cuentos, por ejemplo. ¿Quién va a leerlos en dos meses? Lo que me han comentado, es que puede haber un grupo de lectores que dicen “vamos a depurar, si el rango es de diez o quince cuartillas, los que tengan cinco o veinte, o el tipo de fuente requerida, van para afuera”. Todas esas cuestiones que vienen en las bases.
Al jurado pueden llegarle filtrados. Y entre ese jurado puede ser que, por muy bien escrito que esté una obra, quizá a uno no le gusta el tema. Son muchos factores.

ÓA. Regresando al libro, trabajas con un personaje que quizá pudiese convertirse en un lugar común, sin embargo, por el tratamiento que le das sale muy bien librado, el ángel, ¿cómo abordar estos temas para que no se vuelvan clichés?

JC. Siguiendo los pasos de Meneses prácticamente. No pensé tanto en algo diferente. Más o menos los aspectos de Ángela y los ciegos, que era seguir siempre a Ángela, el personaje, pero no la iba a alcanzar. Ese juego de “te dejo acercarte pero nada más hasta donde yo quiera”. No pensé tanto en el ángel. Quizá fue darle la vuelta a eso de que el ángel de la guarda es el que te cuida. Darle un poco la vuelta a eso porque
es el lugar común más arraigado.

ÓA. Hay una presencia musical dentro del libro: Javier Solís, ¿por qué prefieres a Javier Solís sobre otros cantantes rancheros?

JC. ¡Meneses! Creo que en “Cabaret para ciegos” empieza una pelea pero tiene que ver con diferencias de opinión sobre Javier Solís. También va por ahí el asunto.

ÓA. Uno pensaría en música ranchera de Pedro Infante o José Alfredo Jiménez.

JC. Son los de las borracheras. Me parece que Javier Solís tenía muy buena voz. Las letras son melancólicas. Muchos son melancólicos, como Cuco Sánchez, es para cuando estás hasta atrás. Su voz era muy melancólica pese a que no era un barítono. Algo tenía su voz. La voz de Cuco Sánchez, José Alfredo
Jiménez son más de cantina y algunas de Pedro Infante. No sé qué tanto algunas de Jorge Negrete, pero
Javier Solís es más de melancolía.

ÓA. Ahora que mencionabas el libro de Alejandro Meneses, ¿cómo conceptualizas a Ángela —no a Judith— contadora de historias?

JC. Está un poco loquita. Me acuerdo en Aire negro, cuando finge la ceguera. Se las cree mucho, muy inmersa en las historias y las fantasías que crea.

ÓA. También tienes trabajo en minificción.

JC. Contrario a lo que muchos podrían creer, pues son 200 palabras o 100 palabras, no es tan fácil. Tienes que escogerlas con pincitas. Se presta mucho a que podría ser un chiste o una ocurrencia. Por lo mismo se puede complicar. O a lo mejor podrían salirte de un plumazo. Es el peligro de que se pueda convertir en un chiste y allí radica su dificultad.

ÓA. ¿Y las formas nuevas como la llamada twitteratura, te llaman la atención?

JC. No tanto. De hecho tenía Twitter y como nunca entraba, lo cerré. Pero es lo mismo: acentúa más el
trabajo de estar escogiendo las palabras para que queden los 140 caracteres, para que quede la idea redonda, para que sea ese flamazo al final —como lo dicen— al encender un cerillo y decir “ay, ya me quemé el dedo”. Y eso todavía encerrarlo en 140 caracteres es un esfuerzo bastante considerable.

ÓA. ¿Te gusta la ciudad de Puebla? ¿Es un lugar para hacer literatura?

JC. Sí, es tranquila. Ya tengo veintitantos años aquí y no creo que me vaya a ir. No sé si en cualquier lado se pueda hacer literatura pero en Puebla creo que sí. Dependiendo del tiempo que te quede después de tus ocupaciones, de qué tan cansado estés porque eso también influye. En mi caso digo “sí, voy a llegar y voy a corregir”, llego y me hago pato básicamente. Es el cansancio o el estrés. Igual depende de la persona si no le afecta mucho, también puede escribir en donde sea.

ÓA. Tu labor en la librería Profética, te permite conocer a muchas personas, entre ellos escritores, me gustaría saber tu opinión sobre autores y sobre todo autoras poblanas.

JC. Me gusta mucho cómo escribe Beatriz Meyer, me gustó mucho un cuento que lo incluye en Sucedió un cuerpo, y en una antología que era como el contrario de De párvulas bocas, es un cuento muy divertido. Se supone que es una mujer mayor, que la casaron porque era parte del testamento de su difunto esposo, con un niño de 12 años. Está muy divertido. Me llama la atención el libro de Los ingrávidos de Valeria Luiselli, aunque no es poblana. Está interesante porque es fragmentario. No mexicana, mi diosa es Marguerite Yourcenar. Alejandra Pizarnik, también. Sus Diarios, nos decía Alejandro Meneses que los narradores, debido al ritmo y a encontrar metáforas, deberíamos de leer poesía. Confieso que no soy buena lectora de poesía. A Gaby Puente de repente la he leído. Georgina Lizeth también es chida.

ÓA. ¿Qué significa Profética para ti?

JC. ¡Ay, pues prácticamente es como mi casa! De plano. Hay veces debo ir a X lado a las 6:00, pero si salgo a las 4:00 ¿qué hago? Pues me quedo aquí platicando un rato en la biblioteca. Es un buen refugio. La biblioteca es muy chida, muy tranquila. No he visto muchas así, por lo menos no aquí en Puebla, que sea especializada en literatura y que tenga un poquito de las materias tradicionales, al contrario de otras bibliotecas. Prácticamente muchas, la mayoría, se van por Matemáticas, Ciencias Sociales, Historia, Física, Química, Biología, más académico. Y aquí es el paraíso de los estudiantes de Literatura, y también vienen a ocupar el espacio. Vienen con sus propios libros, con su propio material. Varios me han comentado que en su casa no pueden o no se concentran, o hay mucho ruido y prefieren venir acá, a la biblio.

ÓA. ¿Qué es el amor?

JC. El amor no existe. Quizá es una utopía que muchos tratan de alcanzar y quién sabe si se alcance alguna vez. Es como el horizonte, entre más tratas de alcanzarlo, más se aleja. Pero puede ser un buen motor, dependiendo de la paciencia de la persona, si son de los que perseveran. O de los de “ya me aburrió”.


Sobre Judith Castañeda:

(Distrito Federal, 1975). Narradora. Ha escrito los libros La distancia hasta el espejo (Premio Nacional de Literatura Joven “Salvador Gallardo Dávalos”, 2005, Instituto Cultural de Aguascalientes, 2006), Dios de arena (Ediciones de Educación y Cultura, Premio Nacional de Cuento Joven “Alejandro Meneses”, 2007) y Aire negro (Premio Nacional de Narradores Jóvenes “María Luisa Puga”, 2007, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008). Alumna en los talleres literarios de Beatriz Meyer, Alejandro Meneses y José Prats Sariol. Ha sido becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en 2006 y 2009.


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