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Gabriel Vázquez. Foto cortesía de la Biblioteca Central de la BUAP
Gabriel Vázquez. Foto cortesía de la Biblioteca Central de la BUAP

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

Puebla, México, 28 de abril de 2020 (Neotraba)

Vivir sin I de Gabriel Vázquez es un libro en el que su autor se impuso la tarea de arrancar todas las palabras que incluyeran la letra “i”. Un reto que me recordó al grupo Oulipo en Francia y a Las vocales malditas de Óscar de la Borbolla. Ejercicios de lipogramas en donde no solo se quita una letra sino que además se cuenta una historia. La charla se llevó a cabo el 13 de noviembre de 2019, dentro de las presentaciones de los miércoles en la Biblioteca Central de la BUAP.

El siguiente fragmento pertenece a Vivir sin I, editado por Camelot América en 2019: “Cada uno de nosotros coreaba verdades redundantes y machacadas por otros. No éramos aptos para aceptar lo nuevo. Enclaustrados en nuestras bobadas vulgares. Defensores de propuestas hechas por otro, las tomábamos como nuestras y peleábamos contra los que no las aceptaban. Enredados en postulados manoseados hasta el mareo por los bucles eternos del lenguaje programado.” (Página 53)

Vivir sin I de Gabriel Vázquez
Vivir sin I de Gabriel Vázquez

Óscar Alarcón. ¿Cómo surge la idea de escribir Vivir sin i?

Gabriel Vázquez. Yo quería escribir una historia llana pero después entendí cuál era la idea. Como cada día somos más dependientes de la tecnología, de la inteligencia artificial, de Windows, de Iphone, me pregunté qué pasaría si en algún momento dejaran de funcionar las máquinas. Estamos tan acostumbrados que en el teléfono tenemos acceso a todo, por ejemplo las casas están más automatizadas cada día. Me dije qué pasaría si la “i” desapareciera y que nada funcionara.

El libro es como una película de catástrofes: se cae la tecnología. Y aunque eso ya lo hemos visto muchas veces –la catástrofe tecnológica– el reto era hacerlo sin la letra “i”.

Empecé a escribir y fui encontrando la historia. El reto es que no pudieras decir “Buenos días”, entonces dices “¿Qué tal tu jornada?” No podías decir “Estoy triste” ni “Melancólico”, y encontrar sustitutos y una forma de escribir sin la “i” y contar una historia.

ÓA. La novela está dividida en capítulos pero no podías usar esa palabra, entonces lo resuelves poniéndole “Entrada”. El grupo Oulipo le quitaba la “e” a sus cuentos. En México, Óscar de la Borbolla con Las vocales malditas, hace otro tipo de juego que también se parece mucho a este. El cuento de la I es “Mimí sin bikini”. ¿La construcción de tu novela es más complicada que la construcción de un cuento?

GV. Originalmente yo no sabía lo que era un lipograma. Empecé a escribir y me pregunté “¿Habrá cosas como estas?” Yo conocía el de Óscar de la Borbolla pero es un juego diferente. Luego descubrí los lipogramas del grupo de Oulipo. La idea era que fuera una novela, que se contara una historia a lo largo de no sé cuántas páginas y que se mantuviera el reto.

La empecé a escribir en 2012. Escribía otras cosas, en las que estaba trabajando y esta era como un ejercicio de calentamiento. Cuando acabé mi novela anterior, Nadie es nadie, amor, le fui dando forma, editando y corrigiendo para que tuviera un sentido, que contara una historia, que progresara, que tuviera una evolución y que llegara a un final.

Gabriel Vázquez y Óscar Alarcón. Foto cortesía de la Biblioteca Central de la BUAP
Gabriel Vázquez y Óscar Alarcón. Foto cortesía de la Biblioteca Central de la BUAP

ÓA. Ya en materia narrativa, dejando de lado que le falte la letra “i”, tu novela es distópica, quizá ciencia ficción o más cercana al ciber punk, pues lo que planteas puede ocurrirnos en 5 minutos o en 10 años. ¿Podrías platicarnos más sobre los personajes?

GV. El personaje principal no tiene nombre porque podría ser cualquier persona que vive esta situación. Muchos de los nombres de otros personajes son guiños a artistas que me gustan, por ejemplo uno se llama Robert y es por Robert Smith de The Cure.

Es distópica y es de anticipación sobre “qué pasaría si…”, aquí la preocupación es que cada día, tecnológicamente hablando, somos más dependientes. Ahora ya no somos capaces de preguntarle a nadie “¿Cómo llego a tal parte?”, agarras tu teléfono y ves cómo te llevan; “¿Cómo cocino tal cosa?”, y en la computadora aprendes. Todo se lo preguntamos a Google y le creemos. O a Wikipedia, que no sé si sepas pero el Vaticano y el Pentágono son de los que más modifican el contenido. Cada día somos más dependientes de la tecnología.

Por un lado está muy bien porque te hace la vida más sencilla, es más fácil acceder a la información y creer que sabemos: le preguntamos todo al teléfono y nos da las respuestas, ya no echamos a correr a nuestro roedor mental. Por otro, nuestra humanización cambia, tenemos enfermedades en donde sufrimos de la espalda o enfermedades tecnológicamente desarrolladas, que hace 30 años no existían.

Todo el tiempo que estuve escribiendo esta novela estuve leyendo sobre tecnología. Por ejemplo, hace un par de años sacaron un programa que era para los abogados. Ese programa leía todos los legajos de un caso y sacaba las conclusiones. El programa sustituía a los hombres. Cada vez somos más sustituibles, se habla de carreras que van a desaparecer porque las van a realizar algunos programas.

Todavía no sabemos cuáles serán las implicaciones tecnológicas, sociales de todo lo que estamos viviendo cada día: nuestra exposición a Facebook, Twitter, Instagram, esta obsesión de estar expuestos todo el tiempo, que sirve muy bien para enterarte de eventos.

Tengo un perfil en Facebook de escritor y ahí publico las presentaciones que voy a hacer, mis libros y puede caer en manos de alguien que de alguna otra manera no se habría enterado. Pero también está la parte en donde subes una foto y dices “Estoy comiendo sushi en tal parte…”

ÓA. ¿Cómo hiciste para que no se te colara una palabra con “i”? Te das una licencia en donde la “y” aparece. O “Entrada 17” está escrita con número aunque no aparece la letra “i”.

GV. Empiezas a entrar en un ritmo y es como si bloquearas ciertas palabras de tu cabeza, y revisar y revisar. Hay dos licencias en el libro: Séptimo Arte, que aparece con número y hay un capítulo en donde la gente propone escribir con “y”: “escrybyr”, “asy”. Y el personaje no puede escribir así porque es horrible. Y porque no tendría sentido escribir un libro reemplazando a la “i” por “y”.

Cada que me sentaba a escribir revisaba palabras sin “i”: felicidad, vida, sustancia, alegría… no caben. Y cuando terminaba de escribir una entrada, la revisaba, la leía para escribirla mejor. Al final, cuando hice la última revisión del texto se me había ido una. Hablaba de felicidad. Ese capítulo se refería a que cuando tu pones en Google “amor y…” te aparecen muchas opciones, ya ni siquiera tienes que completar la frase, nada más buscas la que te convenga. Se refería a autocompletar, ya no tienes que poner todo el nombre sino que las máquinas te dan autocompletar: Paul… McCartney… Rudd… Newman.

Gabriel Vázquez. Foto cortesía de la Biblioteca Central de la BUAP
Gabriel Vázquez. Foto cortesía de la Biblioteca Central de la BUAP

ÓA. ¿Cómo percibes la relación que socialmente tenemos con la tecnología? como decías hace rato, si nuestro teléfono deja de funcionar tenemos problemas pues ya no nos sabemos de memoria los números telefónicos, por ejemplo.

GV. Me sé los números de teléfono de mi infancia: de mi primera casa, de mi primera novia, de mis amigos, pero el teléfono nuevo de mi madre no me lo sé aunque tenga 10 años con ese número.

La relación entre la tecnología y la literatura me ha costado mucho trabajo porque he leído tres libros en la computadora, en la tableta y no puedo con ellos, me cuesta mucho trabajo. Y tengo amigos que dicen “Tengo 1500 libros y todas las noches leo”, pero yo no puedo, para mí el papel sigue siendo fundamental para leer.

Hace tiempo leí que una universidad hizo un experimento en donde tomaron a un grupo de alumnos del mismo salón y a la mitad lo pusieron a leer un libro en papel y a la otra mitad en la tableta, después le hicieron un examen de comprensión lectora y los que lo habían leído en papel pudieron responder y desarrollar muchísimo más las ideas que los que lo habían leído en la tableta, porque al final del día la tableta es la inmediatez de la información que recibimos. Tengo tres libros en mi computadora que no leeré y que cuando los encuentre en físico los voy a comprar porque en la tableta nomás no.

Por otro lado, nos ofrece un abanico muchísimo más grande, tampoco podemos satanizar a la tecnología. Porque puedes meterte a Amazon y conseguir un libro que ya no se edita desde hace muchos años y te lo envían. Tienes una serie de cosas al alcance de tu mano o de publicaciones que ya no están en las librerías.

ÓA. ¿Por qué escogiste la “i” y no otra vocal?

GV. La idea principal era que la “i” está en Windows, Office, Sistema Operativo, Inteligencia Artificial, Iphone, Ipad, Itunes, pero básicamente que la “i” está en la tecnología. Es parte fundamental de la tecnología.

Cuando comencé a escribir el libro nunca me imaginé que no podría decir “decir” o “dijo” y entonces usé “aseveró, comentó”. Es una “i” muy relevante, ese fue el camino. Ni siquiera me pasó por la cabeza plantearme que fuera otra letra. La única “i” está en el título y es la única vocal que no está en el libro.

Varias veces los editores me sugirieron cambiar el título y como soy muy aferrado no quise. El título es ese porque tiene sentido.

Gabriel Vázquez y Óscar Alarcón. Foto cortesía de la Biblioteca Central de la BUAP
Gabriel Vázquez y Óscar Alarcón. Foto cortesía de la Biblioteca Central de la BUAP

ÓA. ¿Estás escribiendo algún otro libro que tenga que ver con la escritura de lipogramas y que haya surgido a partir de este texto?

GV. No, nunca más lo vuelvo a hacer. Cuando acabé este libro dije “Para qué me metí en esta”, pude haber escrito cualquier historia tecnológica distópica, ciencia ficción, ciber punk con todas las malditas vocales.

Cuando acabé este libro y comencé a escribir el siguiente lo disfruté un montón porque tenía todas las palabras del mundo para usarlas. Lo escribí muy rápido, me divertí mucho y lo disfruté mucho. Este nunca más. Fue un descanso, liberación personal, fue decir “Ya acabé un trabajo que se me ocurrió y ya está”.

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