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Portada de El Chulla Romero y Flores de Jorge Icaza, foto de Óscar Alarcón para Neotraba
Portada de El Chulla Romero y Flores de Jorge Icaza, foto de Óscar Alarcón para Neotraba

 

Por Óscar Alarcón Travolta

 

Hace unos días me encontré con un libro del ecuatoriano Jorge Icaza, el libro me llamó la atención no sólo por el título, que primero confundí con Cholo en vez de Chulla. Y en segundo lugar por el precio, nomás veinte pesitos. He decir que me lo encontré en un botadero de libros, y no es la primera vez que aparecen este tipo de textos en esos lugares.

Ya saben, en uno de esos días en los que no hay nada mejor que ir a una librería de viejo a pasar un buen rato en la búsqueda de un buen libro que nos guiñe el ojo y nos haga llevarlo con nosotros.

 

No pude dejar pasar la oportunidad de comprarlo, como dije, sólo me costó veinte pesos y se trata de la edición crítica, cosa que agradezco pues de no haber sido así no le hubiese entendido del todo por tanto localismo. Se trata de una novela  de 1958. Supongo que las cosas en Ecuador, como en muchas partes del continente, no han cambiando socialmente, aunque sí lo hayan hecho en su lenguaje.

 

La historia

El Chulla Romero y Flores —Luis Alfonso su nombre de pila— es un oficinista de gobierno que un día se ve favorecido por su jefe para que sea el encargado de cobrar los impuestos. El Chulla más que un patriota es un tipo que puede tranzar a cualquiera, vivo, malintencionado y con actitudes prepotentes, ser un Romero y Flores de rancio abolengo equivale a negar su sangre de Chulla (¿les suena poblanamente familiar?) para estar encima de los demás y ver al resto de la gente por encima del hombro, sobre todo a los cholitos e indios.

 

 

 

Figura que no es ajena en México: un tipo clasemediero que no es millonario, ni siquiera rico, más bien jodidón, con aires de español, y con negación a todo lo que suene náhuatl.

 

 

Al sentirse protegido por el jefe, el Chulla comienza a pisar algunos cayos de la clase política, altanero y arrogante se mete con quien no debe: el candidato a la presidencia de la república. Tampoco nos es lejana la figura de éste, pues la esposa “Cara de Caballo” es quien todo le resuelve. El Chulla insiste, la mujer se detiene, lo sopesa y lo humilla, se da cuenta de su intento de darse aires de grandeza, lo hunde. Lo manda a capturar y lo pone de patitas en la calle pues no es más es el recaudador de impuestos.

 

El Chulla hace más, urde su venganza y lleva todo el desorden de las finanzas del candidato a la prensa; ahí le prometen publicar su verdad pronto, muy pronto, mañana, pasado, la próxima semana, el próximo mes… no sale (¿Les suena mexicanamente familiar?). Está frente a una prensa domesticada, ávida del chayote corruptible. Romero y Flores es perseguido por asesinos. Lo deben llevar en presencia del jefe.

 

En la huída, su mujer está a punto de parir, y él regresa a salvarla de manos de sus captores. Al interior de la vecindad la polifonía de las voces de los inquilinos lo ven esconderse, lo ayudan y él se sorprende: “los jodidos se cubren entre sí”, se dice en la mente.

 

La narrativa de esta novela se da fluida, con pocas conjunciones o preposiciones, la tensión narrativa se da por la yuxtaposición de las oraciones y por la continuación que en cada diálogo se da como pregunta y respuesta.

 

La neta es que no pensé que me gustar tanto esta noveleta. Bien valió la pena invertirle los veinte pesos.

Icaza retrata con mucha familiaridad una de las verdades históricas latinoamericanas: la corrupción, el acercamiento al poder. Y también habla de la solidaridad… ¿es acaso ésta nuestro único recurso para llamarnos latinoamericanos? Pertenecemos a un mismo continente. Nos damos cuenta de que es Ecuador pero puede ser Venezuela, Perú, México, Honduras, la lista sigue. Todos somos El Chulla… el que un día quiso tener un rostro.

 

El Chulla Romero y Flores, de Jorge Icaza. FCE, 1988.

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