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Puebla, México, 4 de marzo de 2024 (Neotraba)

El castañeo los hacía cada vez más temerosos, no podían controlarlo, el frío quebraba sus huesos, la ventisca sin viento llegó sin advertencia, quizá sin propósito, sin crueldad, sin amor. Se fundían en un abrazo que simulaba la eternidad en la caseta de vigilancia. Las almas impolutas de Mario y Gregorio recorrían los recuerdos de unos años sinceros viviendo experiencias paranormales que nunca aceptaron. Los entes no aparecían cuando ellos lo deseaban, la atención se centraba en atrapar a los saqueadores que siempre tenían una manera de entrar al panteón sin ser vistos. El miedo más grande era el de perder su trabajo y eso ya no importaba hoy.

Una, dos, tres… decenas de veces se repetía la misma canción que recordaba a la esposa de Goyo, esa melodía vieja que amaba por hablar de la soledad y la búsqueda de un amor sincero. La había conocido cuando las jacarandas se bañaban de púrpura y las abejas visitan las flores. Cuando al abrazarla el mundo parecía un lugar extraordinario con sentido y belleza infinita. Su muerte había dejado una inmensidad en su ser, el dolor no se desvanecía con el tiempo, 6 meses y la herida era recorrida por moscas que incubaban sus larvas, se podría lentamente. La vio entrar y nunca salir más, rodeada de madera lujosa, flores que se desvanecen, cemento, piedras y tierra con gusanos que ahora serían sus acompañantes.

La pesadez de las gotas retumbaba las láminas, ya no existía la polvareda del viernes por la tarde, aquella que empañan los vidrios. El agua que purificaba la tierra, el agua que provocaba peleas, el agua que ahora devora el metal con paciencia siniestra.

El temor de Gregorio y Mario se avivaba con cada estruendo y el sonido de las aves les provocaba náuseas. Los ruidos se asemejan al grito de los recién nacidos, lo hacían con un intenso dolor que arrancaba la fe. El retumbar se prolongaba por casi un minuto de eternidad que transformaba en trompetas de guerra que traspasan el alma, estruendo que erizaba la piel y la luz roja que se alimentaba como fuego en el cielo.

El turno había iniciado con problemas en los relojes, una situación que habían explicado en las noticias que se debía a los campos magnéticos derivados de una anomalía externa del planeta. Un revuelo científico que provocaba temor entre la población. No existía certeza de lo que era, el acontecimiento apareció de un día para otro. En el mar de confusión el primero en llegar a la caseta de vigilancia fue Mario. Lo que a él le importaba ese día era la situación de su compadre, su esposa había muerto en un accidente, sabía que Goyo estaba destrozado porque una semana antes del accidente se había enterado de que tendría un hijo. Existían planes para todo un futuro prometedor. Un imaginario de festivales escolares, bailando el clásico Ratón Vaquero el día de las madres, enseñándole a leer y manejar bicicleta como nunca lo hizo su papá, aquel hombre que lo abandonó y solamente supo de él cuando murió asesinado producto de un forcejeo y un disparo en la cabeza.

Mario encendió la radio heredada por Don Elías, el antiguo velador que dedicó más de 30 años de su vida al oficio de cuidador de tumbas. El siempre cuestionó la idea de tener encerrado a los muertos. –Nunca se irán estos hijos de la chinda, puros huesos carcomidos por lombrices, a los que debemos de tener miedo es a los vivos, chingaos. Pero recuerden tener fe en las cosas que valen la pena, el mundo cada vez es un lugar siniestro, acérquense a Dios, algún día llegará el fin del mundo y se acordaran de mí. Nunca olviden lo que dice el Apocalipsis 21:8: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.

Sin embargo, su fe no lo salvó y murió por su religión, Goyo y Mario lo acompañaron en su agonía, nunca quiso hacerse la transfusión de sangre que tanto le insistió la médico. Cada día mencionaba el valor de su sangre, lo sagrado que era ante su Dios y sus mandatos. Su única familia eran los restos en descomposición del campo santo.

El sonido de la estática saltaba de estación en estación, era breve, pero en todos los canales se filtraba un pequeño chillido de ave. Se daban a conocer los primeros detalles de aquel fenómeno.

El gobernador de Puebla aún no ha se pronunciado antes los acontecimientos de este viernes, el presidente de la república por otra parte dio a conocer que el fenómeno apareció a las 4:30 a.m. Aún se mantienen analizando la misteriosa esfera color lava en el cielo. Desde el estudio de Cinco Radio se les pide por favor que mantengan la calma hasta que tengamos más información al respecto. Mándenos sus fotos, recuerden que aquí todos somos reporteros.

Goyo llegó a la caseta de vigilancia con un termo de café y dos conchas. Tenía un semblante tatuado en la cara de horas sin dormir, de sentir toda la soledad del centro de la tierra en su mirada. Saludo con un abrazo a su compadre y platicaron acerca de la esfera oxidada en el cielo y del pasquín religioso que Goyo había arrancado en las puertas del panteón.

El sol se había extraviado y no encontraba su lugar en el cielo, se había escondido o quizá solo estaba tomándose un respiro para volver alguna vez, quizá cuando existiera una nueva tierra y un nuevo sentido.

El aprecio de Goyo por su compadre era grande, habían sido amigos desde la secundaria y él era el responsable de haber conocido al amor de su vida. No lo culpaba, jamás lo haría. No después de haber pasado una vida de carnitas asadas, borracheras, de escuchar infinitas veces lamentos guturales, risas de niñas y palabras sin sentido cuando estaban solos en el cementerio a las 3 de la mañana jugando cartas. No habían olvidado los consejos de Don Elías y cada noviembre le ponían su altar aun sabiendo que él fue Testigo de Jehová.

Se les pide que, por favor, no miren directamente el objeto ya que hemos tenido registros de personas con vómito y epilepsia. Tenemos en la línea a Loli Vident, experta en el tema de sucesos atmosféricos y paranormales. Bienvenida Loli, nos puedes dar una explicación de lo que está pasando. Hola Luis, primero debemos de entender que la Tierra tiene períodos de filtración de toxinas…

Goyo salió de la caseta de vigilancia a ver qué sucedía en la calle, la luz roja era más intensa y la gente lloraba. La esfera se acercaba más y más. Los camiones de la guardia nacional salieron a vocear por todas las partes para que se mantuvieran en calma. Informaban sobre el toque de queda, no podían salir de donde estaban. Se empezaban a escuchar los primeros lamentos. Las primeras detonaciones que obligaban a cumplir una ley absurda.

En la capilla del panteón había un grupo que oraba y suplicaba protección. Comenzó a llover. Los feligreses comenzaron a gritar: ¡Apocalipsis 9:6! “Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y desearán morir, pero la muerte huirá de ellos”.

Mario tomó fuerte del brazo a Goyo, ambos corrieron rápido a la caseta. Cerraron la puerta con seguro y las ventanas quedaron selladas con un taquete de madera.

No caigan en pánico, el suceso que estamos presenciando pasará. ¡Por favor quédense en las estructuras! Mantengamos la calma por el bien de todos. La lluvia roja está pasando, no se acerquen a los residuos.

Cambiaron de estación unas cinco veces y no podían encontrar música para calmar los nervios. El temor poco a poco se iba colando en el corazón de los amigos.

Gobierno de México… ¡Mexicanos! Hoy les pedimos su colaboración, no salgan a las calles, la situación se ha vuelto… ¡Brummm!

Estática, sonido de inquietud y brutalidad.

La lluvia había parado, comenzó un frío que calaba los huesos, mordía las entrañas. Goyo propuso ir por una botella de licor a la lápida más cercana, la más importante. La de su mujer.

El alcohol servía siempre para los peores y mejores momentos, un elixir que nos brinda la posibilidad de mejorar cuando se pierde la conciencia. Los familiares que dejan a sus seres queridos en las camas sin dolor de los robles cubiertos de raíces y cochinillas, nunca olvidan el alcohol y las flores para su descanso eterno.

Goyo le dedicó sus últimas palabras a su amada, quizá ahora estaba más cerca de ella, el miedo a la muerte nos hace más conscientes de nuestro presente, quizá más sinceros. Le dedico un poema, uno que nunca recitó en vida.

Goyo se levantó y miró el cielo, sus ojos se transformaban en la crueldad roja. La inmensa esfera era preciosa, parecía haber detenido el tiempo. Cegó sus sentidos por un momento. Los cráteres parecían tener agua, las tonalidades se transformaban en tonos naranjas, deseó fundirse en el tiempo, con la inmensidad y el polvo de estrellas.

El shock se desvaneció cuando escuchó la explosión de un helicóptero. Goyo volvió a su realidad y corrió hacía la caseta.

Mario intentó llamar a su jefe. Nada, nuevamente silencio horroroso. Conectó su celular a la bocina, la única canción que le importaba la puso y cuando llegó Goyo con la bebida se sentaron mirándose, como en la escuela cuando probaron por primera vez una cerveza victoria. Sonó la alerta sísmica, la tierra retumbó, se quebraba. Ahora escuchaban lamentos de los vivos, aquellos que causan más miedo, más terror y más agonía.

Se resguardaron bajo la mesa de Don Elías, la que había fabricado con madera de mezquite durante las noches de verano. Siempre los cuido y aun estando muerto los seguía protegiendo.

Se abrazaron con toda su fuerza y se miraron a los ojos y ambos se dijeron gracias. Se cubrieron de ríos de agua salada que vertían de sus ojos.

El estruendo del silencio retumbó la Tierra, una tonada angelical de una corneta celestial fue escuchada por unos cuantos. Se levantaron al cielo. Un manto carmesí cubrió todo el planeta, los cantos retumban al compás del corazón. Poco a poco desaparecen los últimos gritos de los seres vivientes. La agonía se transforma en paz y en solo una roca en el universo navegando sin rumbo por el espacio.

Solo quedaban los vestigios de tela de lo que eran Gregorio y Mario.

Se volvió a repetir de forma infinita la misma canción:

Escucho cada día la radio, seguro que la vuelvo a oír, por el cielo busco mi estrella, a la luna quiero subir, voy desveladooo. Por estas calles esperando encontraaar, a esa voz de ángel que quiero amaaar, ¿Dónde andarááá? Voy desveladooo.


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