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Foto de Pascual Borzelli Iglesias.
Foto de Pascual Borzelli Iglesias.

Por Luis J. L. Chigo / Óscar Alarcón (@metaoscar)

Puebla, México, 18 de abril de 2020 (Neotraba)

La narradora Amparo Dávila falleció hoy sábado 18 de abril de 2020.
Lo dio a conocer Luisa Coronel, hija de Amparo Dávila y del pintor Pedro Coronel.

Jánea Estrada, directora de La Gualdra, uno de los suplementos culturales más importantes del país, publicado por el periódico La Jornada Zacatecas, también dio a conocer la noticia. Asimismo, el INBAL informó y lamentó el deceso.

La de Amparo Dávila es una de las voces más trascendentes de la literatura latinoamericana, pero también de las más olvidadas en la generación de Medio Siglo y del Boom Latinoamericano, que les negó sistemáticamente a las mujeres la entrada y participación en la vida artística del país.

El 23 de marzo de este año le dieron el Tercer Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura, otorgado por la Universidad de Guanajuato. En la última década fue merecedora también de la medalla Bellas Artes por su trayectoria.

Las instituciones encargadas de preservar la memoria cultural en la nación no le hicieron los reconocimientos en su momento. En 1950 publicó su primer trabajo titulado Salmos bajo la luna y fue 27 años después, que recibiría el Premio Xavier Villaurrutia de 1977. En ese momento tenía 5 libros publicados y 5 participaciones en antologías.

En diciembre de 2011 se realizó un homenaje nacional en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el cual presidió Evodio Escalante y entre otros participaron Alberto Chimal, Georgina García Gutiérrez, Juan Antonio Calderas, Luz Elena Zamudio, León Guillermo Gutiérrez y Joaquín Diez Canedo. La entonces directora del INBA, Teresa Vicencio, le entregó un reconocimiento por el “lugar protagónico que ocupa en la literatura mexicana”.

Amparo Dávila foto de Pascual Borzelli Iglesias
Amparo Dávila, foto de Pascual Borzelli Iglesias

En 2016, Nitro Press editó Árboles petrificados, edición coordinada por el escritor Jonathan Minila, la cual consta de cuentos, de cartas que Julio Cortázar le escribió, fotos personales de la autora, y textos de estudiosos de su obra.

Mauricio Bares, editor de Nitro Press, respondió por qué decidió publicar Árboles petrificados:

Amparo Dávila era una autora que merecía por mucho tener una edición conmemorativa en nuestra colección Punto de Quiebre. Y ser la primera mujer en la misma. Le pedimos al escritor Jonathan Minila, quien la ha estudiado y la conoce personalmente, que coordinara la edición. La contactó y ella misma nos sugirió Árboles petrificados, que coincidía con la recomendación de Jonathan. Lo publicamos, con uno de los mejores diseños de Lilia Barajas hasta la fecha, seguido de memorabilia del archivo personal de la autora y notas de estudiosos de su obra como el mismo Minila, Evodio Escalante, Marianne Toussaint, Alberto Chimal, Bernardo Esquinca, Karen Chacek.

Bares también se refirió sobre cuáles fueron algunas de las anécdotas en la edición del libro:

El mismo Minila la entrevistaría en video para presentar el libro en la FIL Zócalo, pero ahí se sucedió una cadena de anécdotas fabulosas. Jonathan, entonces a cargo de la Coordinación de Literatura del INBA, no pudo llegar por cuestiones de trabajo, y Alma Columba le hizo una estupenda y conmovedora entrevista, que la animó tanto que decidió ir a presentarla al Zócalo en vez de que pasáramos sólo el video. Al terminar la presentación, se negó a firmar libros sólo con su rúbrica y dedicó cada ejemplar durante dos horas.

Amparo Dávila siempre fue atenta con la prensa y con los fotógrafos. Javier Narváez intentó retratarla en distintas oportunidades, una de ellas, en la FIL de Guadalajara; al preparar su equipo para hacerlo, la maestra desapareció; luego, en la Ciudad de México, la llamó a su casa y, aunque ella estaba enterada de su petición, lamentablemente estaba delicada de salud.

Narváez comenta: “… Creía en la eternidad. Que si miraba a alguien al dar vuelta a la esquina en la siguiente avenida me lo toparía. Y ahí sentada a la mesa en el restaurante del Hilton en Guadalajara vi por primera vez Amparo Dávila sentada a la mesa. Tardé en digerir la imagen de esa muñeca tan chiquita, tan bonita, sola en la inmensidad de la mesa. La veo ahí en mi recuerdo tan peinada y tan arreglada. Otro día, en otro cuento, llamé a su casa para retratarla, las dos ocasiones estaba en el hospital. Una noche en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes al fin la retraté. Y hoy descubro que, como canta Sabina, qué poco rato dura la vida eterna…”

Hoy, a los 92 años de edad, la originaria de Pinos, Zacatecas, inicia la valoración que nunca se le hizo en las letras de México y Latinoamérica.

Evodio Escalante y Amparo Dávila, foto de Pascual Borzelli Iglesias.
Evodio Escalante y Amparo Dávila, foto de Pascual Borzelli Iglesias.

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