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Gina Lizeth foto de Óscar Alarcón para Neotraba
Gina Lizeth foto de Óscar Alarcón para Neotraba

 

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

28 de marzo de 2018

 

Todos estos fuegos es el tercer libro de Gina Lizeth. Antes publicó Trazamar y Efluvio de las rendijas. Este tercer poemario apareció en la Editorial Ají, dirigida por Isis Samaniego y Paloma Villalobos, quienes tienen una gran amistad con Gina. Sin embargo, no se trata de la amistad la que le lleva a publicar este libro. Se trata de un poemario que transpira pasión, soledad y a veces dolor. Los poemas de Gina Lizeth no dejan de cuestionar a su autora y de presentarnos de manera simbólica a su mundo, a los cambios y a la muerte de los seres queridos.

 

Óscar Alarcón. Después de leer Todos estos fuegos, noto que hay una especie de obsesión –quizá sea una palabra muy fuerte–, o una suerte de tema recurrente, que es el tiempo. Atraviesa todos los poemas. ¿Cuál es la relación que tienes con el tiempo y cómo fuiste escribiendo estos poemas?

Gina Lizeth. Mira que ahora que dices la palabra “obsesión”, que no quieres pensar, puede estar rozando el concepto porque de alguna forma mis pensamientos siempre me hacen irme al tiempo. Trato de vivir en presente pero siempre me descubro futureando. Me cuesta trabajo centrarme y creo que es una clave muy importante de vida, de aprendizaje.

Es muy difícil, podríamos decir que es imposible, vivir todo el tiempo en presente. Desde hace tiempo descubrí que era importante y lo he tratado de hacer y también hay una lucha interior con eso.

 

ÓA. Y regularmente es el tiempo hacia el futuro, no tanto hacia el pasado. O las posibilidades futuras en los poemas.

GL. Sí. Al menos yo también así lo percibo.

 

ÓA. ¿Por qué hacia el futuro como posibilidad y no hacia el pasado?

GL. El pasado es una fuente de lo que somos hoy, por las heridas. Las heridas del pasado marcan los momentos de asombro que también son muy importantes. La búsqueda del futuro se me da de una forma que tal vez sea un mal de mi familia, es herencia [risas]. Al final todos aprendemos de nuestro entorno, parte de lo que somos.

 

ÓA. En los poemas también encuentro una yuxtaposición de imágenes, casi se pierden las conjunciones, casi no están presentes en los poemas de este libro. ¿Por qué trabajas de esa forma las imágenes?

GL. Tal vez se deba, otra vez, a la obsesión del oficio. La forma en la que he trabajado el oficio es siempre quitando, siempre buscando la economía verbal. En la primera instancia de la que hablas: quitar preposiciones, quitar, si se puede artículos, si se dejan. Muchas palabras que en el camino pueda considerar que están de más. Ese es el proceso de pulir.

La yuxtaposición de imágenes, creo que también es un fenómeno de un tiempo para acá. Cuando era jovencita pues no hacía tanto este juego. Siempre estoy buscando jugar con la palabra, con las imágenes. Para mí es un juego.

 

ÓA. Háblanos sobre la brevedad en tus poemas, son muy acotados, reducidos. ¿Por qué trabajar con la brevedad en la poesía?

GL. Porque creo que funciono mejor así. Cuando abro el pecho y trato de trabajar un largo aliento, me descubro haciendo prosa poética o buscando de alguna forma la narrativa. Siempre termino economizando, siempre termino quitando.

La edición para mí es un proceso importante, para que el juego funcione y que, tal vez a mi entender, haga jugar al lector, también. A lo mejor es algo muy ambicioso quererlo así, pero es la idea.

 

ÓA. Sobre lo sacro en los poemas, la referencia directa es el fuego, ¿qué tan cercana estás a los temas como lo sagrado o lo mítico?

GL. Sería como adentrarme en la historia de mi familia, muchísimo. Por un lado está lo muy religioso, que siempre ha estado presente y con lo que me he peleado muchas veces. Y por otro, está la parte esotérica y de la cartomancia. Tuve una bisabuela que era chamana, palabras más, palabras menos. Hacía limpias y leía las cartas –creo que nunca había hablado de esto relacionándolo con el trabajo del poema–, mi bisabuela era una persona llena de asombro, veía al mundo con asombro como los niños y ahí creo que radica la parte espiritual que me inyectaron.

En el presente, el fuego para mí es el que crea la transformación. Es quien se encarga en transformar el metal en oro, así funciona para mí, dentro de nosotros el fuego transmuta lo que somos, transforma siempre aunque decidamos que se nos inhume en lugar de ser cremados, finalmente es el fuego el que nos hace nada, nos hace polvo.

 

ÓA. Ahora que mencionabas sobre tu familia, ¿de qué forma está presente la añoranza en tu poemario? Pensé que era la añoranza de un amor que se ha ido, pero no sólo el amor romántico, sino un amor de familia, de los amigos.

GL. Mi padre muere tras una enfermedad larga, y hace que el proceso de duelo sea durante la enfermedad. La añoranza es a todo lo que se pierde cuando la persona que amas se enferma. Tal vez es una parte del poemario pero es muy importante porque me marcó. Tardé muchos años entre un poemario y otro porque tenía que vivir que tenían que transformarme y en ese proceso el más doloroso y grande de mi vida ha sido la enfermedad de mi padre. El momento en el que deja de respirar y su cuerpo queda inerte sobre la cama es significativo pero no lo es tanto como ese en el que enfermó muchísimo y aun así continuó vivo. Se fue marchitando poco a poco. Esa añoranza es a lo que se marchita.

 

Portada de Todos estos fuegos de Gina Lizeth
Portada de Todos estos fuegos de Gina Lizeth

 

ÓA. Ahora que mencionas la enfermedad, recuerdo a Roberto Bolaño decir “literatura más enfermedad siempre es igual a enfermedad”, ¿corresponde lo mismo a poesía más enfermedad en tu caso?

GL. Es un proceso terapéutico y sacarlo. Tomar un pincel y plasmar lo que sientes, lo que te duele. Es un proceso. Creo que de manera mañosa el creador lo usa para renacer, para devolverse un poco el aliento necesario para seguir. Al menos así es en mi caso: que mis sentimientos me sobrepasen me lleva a la pluma y a la hoja de inmediato.

 

ÓA. ¿Por qué utilizas “todos estos fuegos” en plural y no en singular, hay alguna alusión a Julio Cortázar?

GL. No, fíjate que no. No era la idea. Se propuso porque es una frase fuerte en el poemario y habla de que el fuego se une porque son muchas mechas que se juntan, por ahí va más.

Lo de Cortázar es una coincidencia, que no me deja del todo satisfecha, no creas. Me encanta pero no tiene nada qué ver.

 

ÓA. ¿Qué opinas sobre la poesía en Puebla, estás relacionada con los grupos?

GL. No mucho. Me gusta ver que hay movimiento y que hay ganas de crear. Desde que yo empezaba existían esas ganas. Está muy padre dejarse ir y tomarlo como un proceso terapéutico, es importantísimo y no se puede desligar pero también es importante conocer las bases de la poesía, saber por qué se hacía con métrica, entender la musicalidad del texto, llenarse de eso, conocer los temas a fondo, hablar más de lo que se es profundamente.

Toda esa parte profundísima y que está pasando por un proceso de maduración de muchos chavos, y que en este momento crean. Noto menos ansiedad por publicar, quizá porque estoy apartada pero en mis generaciones había más ansiedad por publicar más que por meterse a un taller y ver realmente de qué se trataba, empaparse de otros autores.

La gente llegaba a los talleres y te decía “Cómo le hago para publicar”, y ahorita veo un poquito de movimiento de conciencia por escuchar a los viejotes, que somos nosotros, de decir “Voy a trabajar más, voy a tallerear más y entonces ya veremos si en algún momento publico” pero no es lo importante. Percibo un poco eso desde esta distancia.

 

ÓA. ¿Qué piensas sobre lo que opinó Mario Vargas Llosa y el feminismo?

GL. ¡Híjole, como si apenas empezáramos a escribir nosotras! El concepto de feminismo que está tan tergiversado actualmente y que ha servido para seguir atacándonos mutuamente. Pero que en realidad tiene que ver con una lucha que tuvieron personas valiosísimas para que pudiéramos votar, tuviéramos el derecho de saber que somos personas, que nadie tiene el derecho de esclavizarnos, que podemos ser médicos, músicos, escritoras. Esta parte es la que se olvida, poniendo encima la queja de que nosotras estamos todo el tiempo pidiendo una igualdad absurda.

Me preguntaba por Sor Juana y todas estas hermosísimas mujeres que nos abrieron el camino para tener el chance de expresar y de ser quienes somos. Creo que Vargas Llosa ha tenido muchos momentos de lucidez pero no han sido en los temas políticos jamás.

 

ÓA. ¿Qué significa estar publicada en Ediciones Ají, una editorial netamente poblana?

GL. Es un regalo y un gran privilegio, mi libro lo han tratado con muchísimo cariño y respeto y una conciencia de lo que se está haciendo, que de verdad es inigualable, refiriéndome a la cercanía en el texto. Me siento valorada y muy orgullosa.

Soy orgullosamente poblana, amo mi ciudad y mi estado y saber que hay personas tan interesadas en la poesía, que es algo intangible.

A veces me pongo un poco pesimista y me voy al derrotero y digo “es difícil de difundir, de llegar”, pero escucho a personas como tú y veo a Isis Samaniego y a Paloma Villalobos y digo “no es cierto, no es cierto”, la gente está ávida, se da cuenta de que la poesía no es nada más lo que se circunscribe al papel sino la capacidad de asombro y la belleza que hay en la vida, la intensidad, el fuego. Eso lo puedo ver y me encanta, y eso lo hace Ají con todo el corazón. Y así me siento.

 

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