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Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

San Nicolás de los Garza, Nuevo León, 20 de julio de 2023 [00:10 GMT-6] (Neotraba)

El 15 de julio de 2023 se dio a conocer que el ganador del Premio Internacional Paralelo Cero 2023, fue Samuel Espinosa Momox (Puebla, 1985), autor de los poemarios Casquete Corto (IMACP, 2020); Maracanã, 1950 (Secretaría de Cultura Puebla, 2021) y de Esto me parece una excelente metáfora aunque no sé muy bien de qué, con el que obtuvo el galardón mencionado.

“El trabajo poético del poemario es profundo en cuanto a la creatividad y sensibilidad. Los poemas demuestran consistencia desde el punto de vista de la unidad temática y lingüística. Se manifiesta un tono irreverente e irónico que fortalece un estilo peculiar, denotando madurez y excelente poder con la palabra y la expresión, así como el uso de interrogaciones, que genera un diálogo con el lector. Conecta con agudeza la temática de la cotidianidad mediante imágenes filosóficas bien logradas.”, dice el veredicto que le otorgó el premio y que se encuentra firmado por María Aveiga, Liyanis González, Lucrecia Maldonado, Frances Simán y Kevin Villacís.

Conocí a Samuel en Acapulco. Específicamente en el festival Acapulco Barco de Libros. La poeta Yelitza Ruiz me dijo que compartiría habitación con un escritor de Puebla, que había tomado la decisión de poner en el mismo cuarto de hotel a los poblanos.

Para ser honesto, en ese momento –creo que era la edición de 2013– nunca había escuchado hablar de Samuel. Ya tenía publicado mi segundo libro –primero de entrevistas– Veintiuno. Charlas con 20 escritores (Nitro Press/BUAP, 2012), y me jactaba de conocer muy bien a los escritores poblanos. La ignorancia es atrevida y uno termina por desdeñar el lugar donde uno nace.

Nos conocimos, lo escuché leer y me agradaron los poemas que traía.

Tiempo después me enteré de que estudió en la Preparatoria Emiliano Zapata de la BUAP, lugar donde ahora imparto clases, y que también estudió en la Facultad de Filosofía y Letras.

Intercambiamos un par de comentarios en Facebook y me di cuenta de que Samuel es un gran lector. Conocí varios de sus textos y poemas gracias a revistas electrónicas como Ruleta Rusa y Círculo de Poesía.

Cuando leí su ensayo “Tres fotografías de Esther Seligson”, me agradó la forma disruptiva en la que Samuel declara que creció en la religión evangélica, hecho que me resultó insólito, pues entre la gente poblana que estudia Literatura se tiene la falsa creencia –y a estas alturas de la vida, medio fantoche– de que el escritor, y más el poeta, no debe de profesar religión alguna. Y hasta se llega a creer que mientras más hereje, mejor poeta se es. Falso.

Como decía, Samuel es un gran lector y un hombre muy inteligente: “crecí en una familia que, a pesar de ser evangélica, incentivó la búsqueda intelectual, personalísima y creativa, porque cree que en esa búsqueda también está Dios. Pero esa búsqueda intelectual no ha estado ni cerca de la astrología, ni del budismo. Para bien o para mal.”

Samuel Espinosa Momox. Foto de Óscar Alarcón
Samuel Espinosa Momox. Foto de Óscar Alarcón

–¿Qué significa ganar tu primer premio en tu carrera fuera de México?

–Todavía no sé muy bien qué significa, la verdad; no me cae el veinte aún. El libro que ganó, lo llevo mandando a concursos desde hace años, cinco o seis años. Cada vez que no ganaba me deprimía, y luego le cambiaba cosas, el título, quitaba o agregaba poemas, le hacía otra revisión.

Le tengo mucho cariño, pero también ya me tenía un poco harto, porque si bien, tiene poemas que me gustan mucho, que disfruto y que me siento bien de que sean míos, también representa un cierre con la idea de ser “escritor joven”. Publicarlo es darle carpetazo a la idea de ser joven escritor y asumirme como un adulto funcional.

Lo envié al concurso de Paralelo Cero buscando otros aires, y también como último intento antes de resignarme a otra edición local o de estado. Tengo dos libros de poemas, uno editado por el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla y otro por la Secretaría de Cultura de Puebla, y la verdad es que, entre la pandemia, los cambios de gobierno y la mínima disposición de los funcionarios para hacer algo, casi no tuvieron difusión.

El Festival de Poesía Paralelo Cero es muy grande y tiene mucha visibilidad, entonces será un contraste muy grande entre las presentaciones del nuevo libro y las que me han tocado hasta ahora. Tal vez cuando sea la primera presentación en Ecuador voy a dimensionarlo todo.

–¿Cómo percibes la escritura de poesía actualmente? Sobre todo, entre los jóvenes.

Creo que escribir poemas es un anacronismo, porque nuestra época privilegia otras artes, otras formas de hacer poesía, probablemente mucho mejores y más eficientes que escribir poemas, pero también porque escribir poemas, escribir poesía es vivir en otro tiempo, salirse de lo frenético de la vida diaria; parar y reparar, como quería Seamus Heaney. Siempre será raro que haya gente que escriba poesía y, aun así, lo más raro es que siguen apareciendo nuevos escritores, siguen existiendo los niños y adolescentes que un día les dan ganas de escribir poemas. Es rarísimo, y a esa rareza le puedes sumar que estamos viviendo una época muy interesante para la literatura y para la poesía en México, rara para bien, porque el foco de atención ya no está sobre las mismas voces de siempre. Ya no interesa mucho lo que tenga que decir otro viejito blanco, barbón y rabo verde.

El foco de atención está sobre la diversidad, lo diferente, los y las escritoras que no se leían hace 20 años y eso le ha traído mucha vitalidad al mundillo literario mexicano en temas, en voces y en formas. Hay muchas poetas (y poetxs) muy buenas, muchas escritoras que ponen sobre la mesa temas que en México no tenían mucho eco, como el feminismo y la maternidad, los cuidados, las relaciones no canónicas, y también es más fácil acceder a su trabajo, porque no sólo se leen, sino que se pueden escuchar en redes. Hay muchas posibilidades para leer y ser leído. Y bueno, también está la posibilidad de ser becado, que es un gran incentivo para los jóvenes.

Samuel Espinosa Momox. Foto de Óscar Alarcón
Samuel Espinosa Momox. Foto de Óscar Alarcón

Cuando la pandemia nos asoló, sobra decir que los lugares a los que asistíamos cotidianamente se cerraron: cines, bares, tiendas, todo cerrado. Entre estos negocios, las peluquerías corrieron con la misma suerte.

Mi padre y yo asistíamos regularmente a una peluquería que se llamaba Los tres hermanos, en Cholula. Cuando nos tuvimos que enclaustrar pensamos en que sería bueno que no nos dejáramos crecer el cabello, que la muerte podría sorprendernos en cualquier momento y que, en caso de hacerlo, creíamos que estaría bien irse de este mundo bien peluqueado y afeitado, pero, ¿cómo y dónde?

Nuevamente, la comunicación fue a través de las redes sociales. Samuel anunciaba sus servicios como peluquero a domicilio, con todas las medidas de seguridad. Nos pusimos de acuerdo y ahí descubrí por qué me gusta tanto la entrevista.

Si eres un gran lector y una persona muy inteligente tendrás una gran conversación. Y Samuel reúne estas características y más: escribe.

Las sesiones de peluquería comenzaron a llevarse a cabo en casa de mi padre. He de confesar que cuando pasan los días y llega el momento del corte es un deleite hablar con Samuel: la poesía en Puebla, los premios literarios, el futbol, las generaciones de escritores, los gordos, la rancia socialité poblana, son algunos de los temas de los que hemos charlado. Y qué decir de su conocimiento de autores y autoras: Brenda Ríos, Federico Vite, Pepe Prado y más. A todos los hemos leído y de ellos hemos hablado –cabe aclarar que siempre para bien.

Samuel Espinosa Momox. Foto de Óscar Alarcón
Samuel Espinosa Momox. Foto de Óscar Alarcón

–¿Qué piensas sobre el trabajo literario que se hace en Puebla?

–Puebla, aun con la fama de ser tan mocha, es una ciudad que les gusta a los escritores. Yo soy de la generación que le tocó asistir a los talleres de la Casa del Escritor, hablando de cosas rarísimas, que inicialmente era un proyecto de casa refugio para escritores perseguidos. Daniel Sada, Guillermo Samperio y José Vicente Anaya tuvieron aquí, cada uno, un taller que formó a muchos escritores, narradores y poetas, que son importantes, reconocidos. Muchos de los talleristas de esa Casa del Escritor fuimos becarios en la Fundación para las Letras Mexicanas, el FONCA, el Sistema Nacional de Creadores, muchos han ganado premios internacionales y publicado en las editoriales monstruo como Planeta, Anagrama o Visor.

Es increíble, pero ese esfuerzo que se hizo por ahí del 2003-2006 revolucionó la vida literaria de la ciudad, porque también han venido otros escritores a estudiar y a asentarse, y algunos aquí siguen, ahora ya sin hacer mucho ruido, pero escribiendo y dando clases en las universidades. También creo que muchos de esos escritores han intentado acercarse a los gobiernos en turno para, si no replicar lo que pasó a principios de los dos miles, sí apoyar y participar de alguna forma, y eso casi siempre termina en catástrofe.

Desapareció la Casa del Escritor, ya no hay cursos de la SOGEM, desaparecieron un montón de bibliotecas públicas y hasta Profética pasó de ser un lugar de talleres a ser la sede de conferencias de prensa de los Va x México. Ahora sé y admiro que todavía hay héroes sin capa que dan cursos y talleres y batallan con el Zoom y con los pagos de honorarios después de 6 meses de dar el taller, y también sé que hay jóvenes escritores que se han brincado esa formación tutelar y han llegado directo al entorno literario nacional, lo cual es digno de aplausos. Pero sí creo que es responsabilidad del Estado hacer difusión, y ofrecer formación artística a la ciudadanía; el IMACP y la Secretaría de Cultura en Puebla existen y tienen un montón de gente en nómina, pero están totalmente desvinculadas de la comunidad artística del estado y creen que hacer difusión literaria es editar libros, embodegarlos y luego regalarlos sin dar contexto para que no se les queden. De invitar a escritores importantes, organizar festivales o ferias que valgan la pena ni hablamos.

Entonces, mientras tengamos funcionarios que no reconocen que el trabajo artístico es más importante que su labor burocrática, y que la responsabilidad de acercarse es de ellos y no de los creadores, la labor literaria en Puebla se seguirá haciendo, muy vitalmente como hasta ahora, a pesar de las instituciones culturales del Estado.

Cada vez que leo y platico con Samuel Momox me quedo reflexionando sobre los temas que abordamos. Me gusta mucho la charla que desarrolla: es una poética cotidiana y eso lo enriquece más como poeta porque lo hace ser un escritor con pluma auténtica, nada impostado. Es un poeta que se acerca al humor, a la ironía de manera aguda, sus pláticas son como escuchar a un panadero, a un carnicero –oficios que también ha desempeñado– o un peluquero que tiene toda la experiencia del mundo.

Creo que hay que buscar a Samuel por sus letras, por sus poemarios, pero también creo que hay que buscar a Samuel para contar con el honor de su amistad.


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