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Revolución y muerte la utopía de un caudillo de Alejandro Teutli Obra en proceso foto de Óscar Alarcón
Revolución y muerte la utopía de un caudillo de Alejandro Teutli Obra en proceso foto de Óscar Alarcón

Entrevista a Alejandro Teutli

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

Puebla, México, 09 de febrero de 2020 (Neotraba)

La conmemoración del asesinato de Emiliano Zapata y los 50 años de la fundación de la Preparatoria Emiliano Zapata de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, son el marco para que el pintor Alejandro Teutli (Puebla, Puebla, 1980) realice un mural en el cubo de las escaleras principales de la preparatoria. Y aunque el trabajo continúa en proceso, el 12 de febrero de 2020 se llevará a cabo la develación de una placa que inaugura el mural y celebra medio siglo de vida de una de las preparatorias más emblemáticas de la BUAP. Esta entrevista es con el autor del mural cuyo título nos revela la vigencia del llamado Atila del Sur.

Óscar Alarcón. ¿Por qué pintar un mural en pleno Siglo XXI cuando ya casi no se pintan murales?

Alejandro Teutli. En eso estoy completamente de acuerdo. Tiene que ver mucho con un interés muy personal. Con el festejo de los 50 años de la preparatoria, que ya está prácticamente a la vuelta de la esquina.

Siempre he trabajado con formatos grandes y me entiendo muy bien al respecto. Y siempre quise tener esa experiencia pero posiblemente nunca la había buscado de una forma seria. Es una experiencia completamente diferente a todo lo que había hecho porque no es lo mismo hacer un mural sobre un panel y después colocarlo, pues el proceso es totalmente distinto a lo que yo hubiese imaginado.

En Puebla hay pocos murales, a pesar de que hubo gente que estuvo en contacto con los grandes muralistas en San Carlos o en algunos otros lugares, como ayudantes. Realmente no hubo ningún auge. Tampoco lo hago por eso, no digo “Voy a hacer mi aportación muralística a la ciudad de Puebla”.

Tomo la figura de Zapata porque creo que tiene unos vasos comunicantes impresionantes con la realidad actual. Y también porque soy una anacrónico ¡¿y qué?!

Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón
Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón

ÓA. Hemos observado que tienes dominada la técnica de gran formato en grafito pero acercarse a la técnica del mural es más complicado.

AT. Ahora que estamos en la recta final del mural ya agarré callito, porque no tenía experiencia pintando en el muro. Te ayuda mucho haber manejado formatos grandes porque en el espacio –a nivel sensorial– te mueves muy cómodamente, y aparte ya no tengo que estar midiendo.

En algún momento pensé: “Proyecto las imágenes” o bien a la viejita: haciendo bocetos que se van generando en ampliaciones casi calcando por medio de ciertas técnicas en el muro. En este caso fue directo. En algunos casos ni siquiera hice bocetos.

A la hora de construir la composición el espacio te va sugiriendo, te va hablando. La temática se va transformando, tienes una pre-concepción pero en el momento en el que estás generando la obra y vas teniendo contacto con gente o con algún libro o con una visión distinta del tema, la propia realidad te lo bota en la cara. Es cuando empiezas a decir “Creo que este elemento ya no, ahora necesito un elemento nuevo”, ayuda mucho tener la sensibilidad entrenada para los formatos grandes.

Empiezo a dibujar un personaje y lo calculo pero realmente no estoy pensando en que puedo fallar, es decir, pensar en que ya me quedé corto o que ya no me van a salir las piernas, porque eso puede pasar y se te puede desproporcionar porque lo dibujas de cerca. De pronto puedes hacer trazos preliminares con extensor pero cuando quieres generar las coordenadas desde el dibujo, que te van a permitir poner la pintura, creo que es ahí donde uno puede correr riesgos de decir “Creo que esto no quedó, ahora hay que borrarlo, hay que volver a hacerlo”, y sobre todo cuando tienes a los andamios estorbando.

A veces tienes partes libres pero cuando vienen las crucetas tienes que estar dibujando entre los fierros. Se vuelve un proceso gimnástico. Terminaba envarado y hasta a punto de los calambres. Cuando te subes a los andamios y tienes a tu derecha o izquierda unos 6 o 7 metros de donde te puedes caer –y aparte oscila, el andamio tiene un movimiento porque está fijo pero no completamente rígido–, eso te obliga a que estás en la orilla pintando y necesitas hacer fuerza en las piernas, de pronto te mueves pensaba que me iba a dar un calambre. Te lo comento porque es algo que he disfrutado, a pesar de su complejidad. No pienso “Uta, ha sido una tortura”, lo he disfrutado.

Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón
Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón

ÓA. En el mural hay un homenaje a otros murales, sobre todo a los de San Idelfonso, ¿qué otros homenajes planeas realizar?

AT. Rivera es el que menos me gusta. Sin embargo, le reconozco todo el trabajo que hizo y la influencia que tuvo de Giotto y de algunos otros más. Él es la encarnación de esa influencia, del primer Renacimiento.

La figura emblemática de Orozco, que plásticamente es el más poderoso. Veo el resultado de esto y digo “Todavía estoy muy suavecito” o “Todavía estoy muy rígido”. Suavecito en cuanto a la parte del impacto visual.

Siqueiros es el gran maestro de la perspectiva, la poliangularidad es brutal. Traté de ocuparla en algunos puntos –sobre todo en la cúpula– a cierto nivel porque estos cuates tenían equipos de trabajo, tenían tiempo acorde para realizar trabajos de esta magnitud e incluso banda que le limpiaba los pinceles. Me tocó cargar las escaleras que pesaban como pinche diablo, tremendamente pesadas. Al albañil que me ayudó a colocar los andamios lo dejaron solo. Tuve que entrarle también. Y tenía una migraña, que me dio por la presión de tener el tiempo encima y de haber perdido uno o dos días de trabajo. Fue un poco tortuoso.

Rescato la figura de Saturnino Herrán, que es el real precursor de toda esta cuestión. Se muere muy joven y no logra consolidarse como lo que iba a ser: el artista más grande de su tiempo en México. Maestro de Siqueiros.

Hay otros homenajes, por ejemplo a mi padre, me tomé el atrevimiento de hacerlo. La figura descomunal que libera las cadenas: no es metafórico, en el Porfiriato había esclavitud en las zonas henequeneras. Esto es en el sentido más anacrónico de la temática.

El mural se va a cerrar con más elementos, conceptualmente hablando. Esto es el sentido alegórico, tratando de mostrar la parte más cruenta, ya que quizá sea el personaje más pintado en la historia de nuestro país, después de Juárez: Zapata. Su sentido sigue vigente porque el campo está desbaratado, la gente no puede vivir del campo –ni siquiera para su propia auto supervivencia–, y hay más cosas, que no es nada nuevo bajo el sol.

Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón
Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón

ÓA. ¿Recurres a alguna técnica de los murales antiguos?, ¿hay encáustica?, ¿baba de nopal?

AT. Me hubiera encantado pero son procesos más largos. La primera opción que se me ocurrió –opción descabellada– era pintar al fresco, pero necesitas cal curada, cal que se pudra –literalmente– dos años para tener una materia adecuada.

El proceso es lento y tienes que hacerlo por segmentos porque no lo puedes hacer demasiado rápido por el tiempo de secado. La pintura queda grabada en el muro y eso hace que dure mucho más. El tiempo y el presupuesto no nos daban de ninguna manera.

Fui pensando en otras opciones: las opciones orgánicas también llevan un proceso bastante tardado, incluso conseguir el material o prepararlo porque se te puede echar a perder. Tienes que estar atendiendo constantemente esa parte.

El arquitecto me dijo “¿Por qué no lo pintas con óleo?”, pero el óleo es el peor enemigo de los muros porque se cae. Fue con pinturas sintéticas –literalmente con acrílico– que de las pinturas del mercado, que ya están hechas, que ya no tienes que preparar ni llegar a la molienda de los pigmentos ni a la cocina del arte, es la pintura más amigable con los muros.

Y me ha resultado fantástica porque en las partes en donde la pintura está más diluida te da una sensación de fresco. Eso me gustó mucho, estoy aprendiendo muchas cosas en el proceso porque, como he dicho, no soy un muralista.

En algún momento pensé en utilizar algún medio especial para el acrílico pero no funcionó porque no secaba en el muro, entonces lo que hice fue comenzar a usar agua. Y con el tratamiento que le dieron al muro, agarró. Le metieron una cosa que le llaman festerbond, pero casi al ras del muro original una capita súper delgada, que en algunos casos transparentara la parte del revocado del muro original y no hubo mayor problema.

Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón
Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón

ÓA. Al encontrarse dentro de una escuela, el mural conlleva una crítica, ¿no hay ciertos temores para cuando esté terminado y se note más la crítica?

AT. Me da curiosidad ver si algo así puede levantar ámpula. Habría que ver porque todavía faltan los personajes representativos de cierta gente, desde gente en el poder o gente que está en la calle, que no tiene las posibilidades de poder salir del agujero, porque eso es otra cosa bien jodida: de pronto hablamos de que hay mucho huevón que no hace nada. Pero hay otra gente que ni siquiera tiene la posibilidad –aunque tuviera la oportunidad– de salir adelante. Y eso está bien jodido. Todo eso tendrá que verse reflejado.

Con toda la intención estoy haciendo un mural grandilocuente, no estoy siendo tan amable. Ahí viene lo bueno, el tiro de gracia. Eso ya lo podremos hablar cuando esté completamente terminado, calculo que en unos dos o tres meses.

Si algo tiene este mural es que es un tanto cruento, hay muertos. El mural se llama Revolución y muerte: la utopía de un caudillo. Creo que lo que le da el peso a la Revolución es lo que tiene que ver con que nos matamos entre nosotros y que mucha gente dio su vida por ideales. Y entre ellos, Zapata fue uno de sus grandes idealistas. Esa es la parte que debe de quedarnos clara, porque muchas veces queremos ver lo bonito, queremos ver a Zapata con su sombrerito, con sus bigotitos y su caballito y no, hay más cosas. Creo que es fundamental la muerte, no solo de Zapata sino de anónimos, que no sé si volverían a morir por este país.

Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón
Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón

ÓA. ¿El Zapata gay?

AT. Fue una polémica gratuita. Ni siquiera me parece que sea una buena pieza, tiene otras piezas en las que se ve que hay oficio, que hay propuesta, por lo demás, a él le convino.

Es muy medieval estar generando este tipo de polémicas con ese tipo de obras cuando hay cosas más atroces que suceden en este país y que la gente las ve como si fueran nada.

Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón
Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón

ÓA. El gobierno y la iglesia están caricaturizados en el mural, desde hace mucho tiempo se han caricaturizado, pero en el Siglo XXI, ¿cuáles serían los íconos a criticar?

AT. En este país no han cambiado mucho. No pierdo la oportunidad de comparar qué tan medievales somos en este país. Lo estoy estudiando con mis alumnos. Termina ganando la Edad Media al Renacimiento, actuamos por medio de la emoción, nos regodeamos en la ignorancia, con desconocimiento y desinterés.

Seguimos encontrándonos con políticos deleznables –algunos hacen su trabajo–, seguimos encontrándonos con las huestes del clero –que no vamos a totalizar– pero hay mucho que sigue estando igual. La Edad Media nos persigue.

Podríamos hablar de los sequitos del poder. Deberíamos ser más autocríticos de cómo somos como ciudadanos, de cómo somos como profesionales, de cómo somos como seres humanos, como pareja. Hasta dónde somos parte de la solución o del problema.

Observa cualquier mural y continúan vigentes, Catarsis o del Hospicio Cabañas, parece que los pintaron ayer. Desgraciadamente las temáticas siguen siendo las mismas o parecidas. Hay factores que modifican la percepción y modifican la forma en las que las vemos.

En la era de la información ya no hay conocimiento. Y me encontré con otro terminajo fantástico: la era de los ofendidos. ¡El turno del ofendido!, nada les parece y todo está mal. Hay que hacer asociaciones y quejarse por todo aunque sea una nimiedad pero las cosas importantes siguen ahí pendientes.

     Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón
Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón

ÓA. En 2019 se cumplieron 100 años del asesinato de Zapata, este año son 50 años de la prepa Zapata, pero noto un olvido plástico de Francisco Villa.

AT. Villa nos parece un poco más lejano porque es norteño. Y la visión de Villa era mucho más pragmática. Es una figura que encarna el sentido real de ver a un sujeto que desde su ignorancia –porque era iletrado– tenía una voluntad impresionante. Lo que no toleraba Villa era la injusticia desde lo que sucedió con su hermana.

Villa es ese héroe escondido que todos admiramos en secreto, no era políticamente correcto. Es Villa el que se aplasta en la silla presidencial porque le vale madre, se pitorrea de todas las faramallas del poder, de todo lo que es el merengue del pastel.

Y Zapata no, Zapata trata de negociar, de ser más político y es más idealista. Villa también tenía ideales pero era mucho más de acción, es más emocional, tiene connotaciones más violentas. Desde la corrección política, Zapata ha tenido más éxito.

Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón
Obra en proceso de Alejandro Teutli, foto de Óscar Alarcón

ÓA. ¿Estará Villa en el mural?

AT. No porque la imagen de Villa se me hace muy poderosa. Creo que sería un contraste tremendo. Me gustaría trabajar a Villa en otro momento. Hay gente, como Eko, que ha trabajado a Villa en una novela gráfica junto a Paco Ignacio Taibo II, se me hacen sensacionales. Se me hace un personaje histórico muy interesante para generar visiones desde el presente.

Alejandro Teutli, foto de 2016 de Óscar Alarcón
Alejandro Teutli, foto de 2016 de Óscar Alarcón

ÓA. ¿Qué significa para ti pintar un mural que va a quedar para las generaciones futuras y que tú seas profesor de la preparatoria Emiliano Zapata?

AT. Es un enorme placer. Que haya podido brincar todas las instancias correspondientes, no solo de la BUAP sino del INAH mismo: es un edificio del Siglo XIV. No era nada fácil que te soltaran la autorización. Afortunadamente todo eso se pudo dar, no en tiempo y forma, porque se pensaba que íbamos a pintar en verano del año pasado –por ahí del mes de julio.

Es mejor que suceda a que no suceda nada. Es mejor hacer una propuesta y que te manden al carajo o que te digan “No se puede hacer de esta forma pero mejor probamos así”, vale la pena concretar cosas que en algún momento se pueden ir modificando de acuerdo a las circunstancias. Creo que es importante aventarse –no a lo tonto.

Para mí significa mucho. No sé si esto sea pasar a la posteridad porque no sé si en algún momento llegue alguien y no le guste y lo quiera tapar.

No sé cómo proteger la obra porque de entrada no estoy cobrando un solo peso. Se han dado cuestiones difíciles con otros artistas que han vendido su trabajo y llega alguien y les dice: “Esto no me gusta” y lo tapa… no voy a mencionar el caso del Teatro Principal pero ahí era del Teatro.

En este caso, la obra se hizo para la celebración, no solo de los 50 años de la preparatoria sino del personaje en sí y de lo que significa y de lo que va a terminar significando cuando esté terminado. Es ahí cuando tienes miedo de generar polémica y que a alguien no le parezca. Si alguien me estuviera pagando, tal vez tendría que rendirle cuentas en ese sentido. El mismo Rivera mandó al carajo a los Rockefeller, quienes le destruyeron la obra. No pudo hacer nada porque ya le habían pagado. Rivera se regresó triste –pero con dólares– y al final pudo replicarlo en el Palacio de Bellas Artes.

Lo que sí me gustaría –más allá de la trascendencia de un nombre, claro, los artistas no están peleados, ni yo tampoco, con eso porque es rico– es que me pudieran reconocer por un trabajo que atienda a la honestidad, aunque a veces falla o no sea perfecto porque creo que este mural lo voy a ver en 5 años y voy a decir “Cómo es posible que esto lo haya puesto así”, es una cuestión que tiene que ver con el crecimiento.

Creo que era un muralista frustrado, digo “era” porque ahora ya puedo decir que tengo por lo menos una pieza, tal vez busque otras posibilidades respecto a lo que el formato te pueda arrojar para ser potente, poderoso.

Muchas veces el arte puede tener unas temáticas verdaderamente interesantísimas, tremendas, vitales pero a veces las obras no llegan a ser lo suficientemente poderosas. ¿A qué me refiero con esto? Captar la mirada de la gente, a poder captar la atención de un lector, de un cinéfilo y entrarle. Una vez que logras llegarle al espectador va a querer escudriñar la parte simbólica en busca de sentido, que a fin de cuentas termina siendo un espejo.

Lo que hace una buena obra de arte es reflejar al ser humano. No encuentro una obra de arte, que valga la pena, que no tenga el carácter sensible y el carácter intelectual: es una simbiosis indisoluble.

Nadie me puso un “pero”, incluso con la imagen cruenta, que no a muchos les está gustando. No sé si pensaban que iba a hacer una alegoría de Zapata con muchos colores. Las conmemoraciones –porque lo de Zapata no es un festejo por los 100 años de su asesinato– tienen que ver con que eso que sucedió y que te lleva a reflexionar sobre tu presente.

El festejo está del lado de la preparatoria, podía haber puesto al edificio retratado pero esto era otra cosa, que no es ajeno a mi discurso artístico: soy un optimista de signo contrario porque pienso que las cosas sí pueden estar peor. Veremos qué sucede. Nos sentaremos a platicar dentro de 10 o 15 años.

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