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Portada de Cómo me hice poeta
Portada de Cómo me hice poeta

Por Marina Gavito

¿Qué podemos imaginar cuándo la podredumbre abarca todos los niveles? ¿Qué pasa? Un pequeño panorama de lo que posiblemente sucede o sucederá en el mundillo cultural contemporáneo. Por medio de una sátira y un cruel golpe a los ideales Andrés Acosta nos presenta un libro, que en un principio se puede considerar autobiográfico, pero que a la larga se ve atrapado por la ficción y nos lleva a un mundo asombrosamente parecido al nuestro.

La idea de los jóvenes que aspiran a ser escritores es obtener fama a través de lo que escriben, pero nuestro personaje descubre que  si no escribe no habrá nada de lo que añora. En un arranque de locura —o de rebeldía— nuestro hombre decide tirar todo y dedicarse a escribir. Con el tiempo descubrirá que existe una escuela de escritores en la cual conocerá un curioso método de enseñanza y se volverá parte de un mundo árido que sólo logrará dar un fruto y morirá rápidamente, con esto me refiero al Poeta, el único que según nuestro hombre daba señales de lograr el ansiado sueño literario y que estampó esos sueños en un abrir y cerrar de ojos.

Y sí no lo han notado se nos presenta una crítica a la literatura. Uno de los puntos que más resalta es el cómo escriben los escritores,  vemos el llano interés por plasmar un mundo violando  toda coherencia e ignorando cómo mantener un verbo a lo largo de una oración, es decir los escritores que nos presenta son una horda de ignorantes y vividores de los recursos públicos.

Nuestro hombre realiza una travesía por el mundillo contaminado de los que se consideran escritores,  hasta que un día se encuentra con Alejo de Quevedo: el Puntuador, un hombre amante de la gramática, con el cual la RAE estaría encantada. Este hombre con pinta de loco llevará a nuestro hombre a una catarsis de puntuación y lo convertirá en: Tres puntos (…).

A partir de ese momento Tres puntos, Coma y Apóstrofo formarán un grupo que ha sido denominado los Tipos móviles, e intentarán sabotear al mundo por medio de la puntuación. Trabajo difícil pero gracias a una serie de artimañas rendirá frutos, dejando de lado a Tres puntos, quien se rebela contra el Puntuador, al tener contacto con la tecnología.

El destino de Tres puntos es que jamás se le reconozcan sus habilidades y al final alguien usurpe su crédito. Trabajará para que los otros se llenen de gloria, por profético y ridículo que suene.

Andrés Acosta, foto por Óscar Alarcón
Andrés Acosta, foto por Óscar Alarcón

El libro nos lleva recordar un período sexenal en el que creíamos que todo sería mejor, qué el cambio nos traería una nueva luz y lo único que nos trajo fue una sarta de ridículos y vergüenzas; que nos dejaron en claro que los gobernantes son una bola de retrasados, en especial el que usaba botas de charol.

Novela de rápida y deliciosa lectura; además de atractiva, al ser actual se nos hace más fácil la identificación de los personajes, pues puede ser uno y todos a la vez, nos atrapa para no dejarnos ir hasta el último punto.

Cómo me hice poeta. Andrés Acosta (Ficticia/Conaculta/ICY, México, 2010)

Andrés Acosta habita en: http://andres-acosta.blogspot.com/

Para leer más de Marina: http://www.marina-lasnoches.blogspot.com/

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