Una ventana inmensa: Omar de la Cadena
“Una ventana inmensa” es el taller de poesía en prosa dirigido por el sonorense Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Omar de la Cadena.
“Una ventana inmensa” es el taller de poesía en prosa dirigido por el sonorense Manuel Parra Aguilar. Tomamos este espacio experimental para difundir su labor. Turno de Omar de la Cadena.
Por Omar de la Cadena
Hermosillo, Sonora, 24 de marzo de 2022 [GMT-5] (Neotraba)
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Salmo 22
Obligado al sufrimiento, como un Cristo en la cruz, martirizado, seguí escribiendo con los hilos de luz de cada uno de mis estigmas. Cuando acepté mi destino, remarqué cada una de las letras, aunque las hojas desdeñaban a cada una de ellas. Abrí los ojos para borrar las imágenes que evocaba sobre la piel; y cerré los ojos, para plasmar las imágenes que escribía sobre el papel. ¿Por qué he de alcanzar así, madre, la gracia de tu recuerdo? ¿Por qué he de merecer ahora, padre, la desgracia de tu olvido? Láncenme al fuego, dije, y recomiénzalo todo de una buena vez. Creí, entonces, que ya no podría hundir mis dedos sobre la arena; pero una voz, entre las voces, me dijo: ¿Sí antes escribías hacia abajo, por qué ahora no has de escribir hacia el cielo?
Desde entonces avanzo como el día sobre la noche, llenando de letras el alma de mis hijos de papel. Sigo mi ruta, como lo hacen las estrellas, mientras se forma una constelación de palabras, cuando leo los designios en el secreto cónclave de cada uno de mis nombres. ¿Será porque busco vivir en vez de escribir una palabra? ¿O será porque deseo saber tantas cosas y plasmarlas en cada uno de sus ojos impasibles? Así repetiré mi deseo en sus deseos, en cada gesto del recuerdo o en cada uno de los ademanes del olvido. Solo quiero verme en cada espejo en que me miro: saberme delineado en cada uno de sus ojos, y descubrirme, tras cada pestañeo, en cada uno de los palmos de palabras que me harán presente, aunque algún día esté ausente.
Ahora escribo estas palabras en el anverso de una hoja, para que sus ojos busquen la palabra adversa (en un verso que versa sobre lo diverso), cuando descubras el camino que he de seguir al margen de los vivos y de los muertos. He de seguir, así, aunque siempre me pregunte, ¿por qué sus ojos y los míos no han de encontrarse, al seguir el hilo de una escritura que cae desde mis manos? ¿O por qué no han de reencontrarse en mi corazón, al remontar su camino, y adentrarse, por cada una de mis venas?
Envuelto de caricias, deslizándome sobre todo lo deseado, digo de varias formas y con distintas voces que al escribir siempre queda algo de tinta afuera del papel. Porque escribir es aceptar que hemos de sobreponernos a la indiferencia que anida sobre la piel, o a la violencia que deja sus cicatrices sobre el papel. Todo esto será cierto hasta el día que sucumba ante el fuego de una hoguera; porque siempre habrá otros racimos de palabras y sus semillas, que fructificarán al desprenderse del árbol del tiempo. Aun ahora que acepto mi destino, espero a que llegue el día en que descanse mi cuerpo debajo de un sudario de papel.
*Del libro Espejos en la hoguera (L/P, 1999)
Ojos, de un dios inasible que el día en la noche aguarda: callado rumor, que la espuma en arena y mar separa: borrada escritura de los astros, terrenal memoria en llamarada. ¿Será negada mi palabra por un río llameante, marejada de fuego que el alba espera? Recomenzará el universo en sigilosa agonía, para yacer en el abismo de mis ojos (y yo en los tuyos) incendiario. Sentiré aquel ardor que, adolescente, en el eterno silencio de una página, habitaba a la Poesía. ¡Soy, ahora lo sé, una límpida gota que el fuego extingue y el mar exhala! ¡Soy el primer libro que ardió Alejandría; donde al arder, ardieron todos: se consumieron en llamas! Al morir el primer hombre ya moría inevitablemente; ya era digno morador de mi destino; que será el de todos. Arderán, entonces, las páginas de la historia. Caerán los versos como el alma por tus ojos, y habitaré la casa de tu cuerpo, donde habré de perecer.
Ayer repetías antiguos enigmas, cuando mi nombre era acariciado por tu boca. Empecinada amante de la desmemoria, ¿me entregaba a ti para volver a la primera inocencia?, ¿al mundo que desde antes ya nos devoraba? Volverás como vuelve el río al amanecer, en una espiral de vapor y humo; en un pábulo de fuego, consumido sobre un río de ojos, donde me desvaneceré luego de habitarlo todo. ¡Oh, muralla de fuego, que me apartas de los fastos del deseo, con una última plegaria! ¡Arde en tus propios restos! Un instante durará mi agonía, y la de todo lo construido, en donde habremos de perecer.
**Del libro Memorial en llamas (IMCA, 2003)
Omar de la Cadena. Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Sonora. Escritor, editor, y promotor cooltural! del noroeste de México y sur de los Estados Unidos de América por la editorial VÉRTIGO digital. Entre sus reconocimientos se hallan el Premio Regional de Poesía 2013 Ciudad de La Paz; el concurso Libro Sonorense en distintas ocasiones y en distintos géneros literarios. También es un creador de creadores, o un demiurgo en el sentido lato del término, ya que promueve la obra de otros escritores inventados, heterónimos de sí mismo, o pen names desvergonzados, con distintas visiones del mundo y estilos literarios de su realidad contemporánea; entre los que encontramos al poeta Igor Martínez Sánchez (1975-1999), al escritor Orlando Quijada (1976), además de otros once autores con su propia bio-bibliografía, que ha desarrollado y aún le falta por desarrollar en esta República de las Letras. Libros de poemas: Espejos en la hoguera (L/P, 1999), y Avant pop (ISC, 2016), Autorretrato sin nadie, Mitos y leyendas, y Homenajes y epitafios.