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Por Jorge Isaac Guevara

Hermosillo, Sonora, 1 de septiembre de 2022 [00:03 GMT-7] (Neotraba)

Mar que da al sur

Sinfónicos vaivenes de olas calmas y sosiegas obedecen al viento, a las mareas
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Al frente el Sur, al lado el sol aún alto e intenso, preludio del atardecer luminoso
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Los sonidos del mar prevalecen, a veces acordes, largos, otras veces encimados, pero nunca disonantes
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La arena como basamento que se transforma con el curso del aire, elevando lomas, mesetas, sombras y brillos de una sílice volátil, con una granulometría tan fina que aparece en polvo, como tolvanera
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El Sur al frente, privilegiando la geografía de ensenada del golfo, y a la otra orilla de la diestra, poniéndose, engalana al sol con su retiro diurno
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Ocultarse ufano en la fusión de arena y mar, de playa, de orilla
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El centro, en donde inicia, en donde termina
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Algunos toman la orilla de este mar, lo transitan, se colman de su generosa disposición, destacando la leve inclinación de su perfil, de su forma terrena
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Una gran plaza con las mareas bajas y un gran sendero de olas altas
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Una grande distancia que trastoca la esencia de sus elementos; arena, agua, sal y viento, encierran un ambiente sonoro, lo componen y circundan humectándolo, haciéndolo sónico y sordo, fusionando el sentirse inmerso

Cinco horas de corrido (con la humedad en la epidermis)

Son las tres antes meridiano (así lo dice la medición astral). Prevalece el inútil amaine del desconsuelo, la derivación de no dormir siquiera cinco horas de corrido. ¿Qué hacer para el concilio del reposo?; melatonina y pistaches ya pelados, recomienda el mercado de consumo. Para la insomne postura decides acudir al televisor de señal abierta, una película de culto amortigua mi desvelo. Dos horas en el supuesto lapso en que la noche, o el inicio del día, cobija los sueños, como cuando el cobertor está en el piso y tu piel plena de sudoraciones empapa el algodón peinado de las sábanas blancas. Acudo a un desvencijado tapa ojos que perdió su elasticidad ante el tiempo, artificio que busca la obscuridad absoluta, como esas expiraciones advertidas que García Márquez anunciaba. El cuerpo cede y caigo somnoliento a eso de las 5:30, sin un sueño pleno del cual despiertas intempestivo mientras el reloj marca las 7:10. Un café de aromas definidos antes del primer sorbo estimula el sentido previo a las gustativas papilas que, despacio, acumulan el hervor matutino del obscuro líquido, pleno de sabor.
Un baño caliente.
Ya un proceso del día activo de ocupaciones cotidianas.
Ya ni siesta alguna, para que al caer la noche un par, o quizás tres cervezas amortigüen el proceso, y así de nuevo intentar dormir después de una cena de semillas comerciales…
Espero que el desvelo no se haga presente, y si así sucede, la programación del 22, hecha para sujetos sonámbulos como yo, espere con alguna buena película…
Sucesiva es la vida de los que no tenemos el consuelo de dormir cuando menos cinco horas de corrido.

Mi disipación

Es tu fragancia, fecundación eólica de mis meneos, dínamo de mis emociones, impulso / Mis manos, saetas que rompen el viento, perfilan contornos buscando los humedales en la bragadura / Mi perturbación se sonroja con tu apretada dentadura que hace cortejos a los labios de carne púrpura de aromas plegadizos / A tus ojos les pesan los párpados que sucumben ante la mirada de mi entrecejo / Mi vaivén rosa los perfiles de los volcanes apagados que ansían el estruendo del acreciente / De nuevo tu bálsamo confunde con tus manos opresoras de los costillares que doblegan la contracción / Defensa que posterga la exploración inminente / Que disipa mi desembolso / Forzamos el mañana para la prórroga absurda de la imantación de nuestras corporaciones / Disipamos el impostergable asunto de aprenderme tus conductos / De cicatrizar las huellas irrepetibles de las yemas digitales / testimonios del amparar especulaciones sensibleras.
Es tu aroma el que despilfarra la niebla de tu hálito.
Es mi disipación impredecible

Los cincuentas

El automotor sostuvo su mínimo movimiento, buscaba la exigua señal para detenerme en la búsqueda de tus extremidades, mas tu casa estaba sobria, imperturbable… temía enredarme en la fantasía de tu alcoba ante la presencial consanguinidad; los cincuentas establecen un filtro a la imprudencia y postergan lo que reclaman nuestras mentes corporales.
Mi mente se apacigua por la expectativa de tu boca mordelona… aunque mis labios reclaman la cadencia de mi entereza.
(Dos días después, no sé cómo llegué a tu alcoba. La velocidad nubló la mirada de la prudencia e impulsó la vorágine del placer…)
Mi cuerpo manifiesta contracciones por deprimir… esperaré paciente el desenlace, los cincuenta han establecido la paciencia como ritmo.

Jorge Isaac Guevara. Foto por cortesía de Manuel Parra Aguilar

Jorge Isaac Guevara Encinas Arquitecto egresado de la UNAM, artista plástico con exposiciones colectivas en los museos de Costumbrista de Álamos y de la Casa Museo Profesor Álvaro Obregón Salido de Huatabampo, escritor por infalibilidad, periodista amateur, dibujante del contexto y aspirante a juglar. Poemas suyos, cuentos y crónicas se publicaron en el periódico El Informador del Mayo. Autor de la columna “El Paisaje Urbano”, además de editorialista del programa de radio “Con Usted”.


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