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Por Gisela Galimi

Argentina 6 de julio de 2023 [00:05 GMT-3] (Neotraba)

Escribir la música

I

Escribir la música, atarla, atarme, atarte. Palito, palito palito. Atada a qué, a palitos torcidos, a árboles muertos. El otro día soñé que la casa se llenaba de muertos. Venían a visitarme dijeron, porque yo estaba tan sola y a ellos no los quería nadie. Me dijeron que iban a acompañarme todo el tiempo que necesitara, que si los dejaba entrar nunca. Nunca la soledad, nunca la casa vacía.

La música sube despacio. También llena la casa. Como los muertos caminando      despacio      por los recovecos finitos      de las cosas. Y llena todo, palitopalitopalito. Notas. Voces. Como los muertos, que no recuerdan las palabras para tocarme.

II

La música sigue sonando pero yo me evado, escapo de sus notas. Se vuelven más alegres y me invaden mintiendo una esperanza. Tengo ganas de dejar de escribir y bailar a los saltitos, de jugar a la mancha, manchar la tierra.

Me parece que los muertos no están muertos, porque es el día de los muertos y hoy pueden

andar por la calle cantando. Y justo yo que no tengo muertos queridos, pero si tantos vivos

que extraño.

III

Sigue la música, estoy cada vez más contenta. Se me sonríe el torso y baila. Repetir la figura es la clave. Sigue habiendo palitos, pero son palitos chinos. De esos que tiraba cuando niña en la alfombra.

Era la época en que las palabras no pinchaban y estaban llenas de colores.

Me acuerdo que había que tirarlos con un anillo y que uno, creo el blanco, no se tocaba.

IV

Se vuelven más castas las notas. Quizá el blanco sí se toca en una orquesta. Todo es más suave, la alegría parece más verdadera. De esa que no sale de los pies, ni de la boca, sino de la panza.

De esa que embriaga y serpentea, pero tiene paz a la hora señalada.

V

Repite su saltito la música y mi mente salta y salta. Con palitos y palitas

para juntarla. La música se endiabla. Más llena el espacio y yo soy menos, como la vez en que ese hombre me hablaba y dijo vamos a ser 90/10, vos noventa, llevándome a tu cuerpo,

hasta que yo sea 100, me dijo.

Y la idea era creo, que mientras él me hablara mi cuerpo desapareciera. O por lo menos mi oreja, toda su palabra.

VI

Que paz, la música. Es dulce el camino de vuelta. No sé si está volviendo, sube y baja y sigue llenando la casa. De golpe un canto leve. Una voz de mujer parece.

¿mujer u objeto? Se adelgaza la música. Baja, se pierde.

Mujer objeto delgadito. Que va, que viene, que no, que sí, que me gusta la noche azul del espanto. Que azúcar suave en los palitos de la marimba. Palitos de azúcar eran rosas, sí creo que rosas o blancos. Cuando las mujeres no eran objetos sino madres y los muertos no andaban por la casa,       ni siquiera por el barrio.

VII

Entre los muertos que entraron en sueños a mi casa había mujeres y hombres. Entraron apretujados, como acostumbrados a no tener espacio se fueron diseminando.

Yo los dejé entrar, tuve compasión de su errante vagabundez de muertos. Sí yo, con tanta casa sola, por qué no dejarlos estar, así descansado.

Supongo que, aunque sea después de muerto uno se merece el descanso. Sobre todo si es un muerto generoso. Si quieren acompañar a una mujer sola.

Sobre todo, si como estos vienen para salvarte. Y no te dejan estar cerca del riesgo. Y no quieren que te toque la misma suerte O será que necesitan una dueña viva de una casa que los hospede. ¿Si me muero también yo, adonde irían los muertos con los que soñé? Justo cuando encuentran un cobijo seguro que no quieren soltarlo. A lo mejor hace frio en sus tumbas y está mal ventilado y entonces es probable que los bichos les coman los ojos.

IX

La música gira de nuevo. Se afina como el aire. Se adensa como el aire. Es verano en la música. Creo que es verano a la tarde. Es verano en el mundo y arde y arde. Con este ritmo me salen puras rimas. La fuerza del tan tan y el piano. Es verano a la tarde en el mundo y a los muertos los he mandado a bañarse al lago. No hay lago cerca de mi casa así que creo tardarán en el regreso.

X

Hay de golpe en el ritmo un tono de alarma.

De serie americana y persecución sangrienta.

De autos de los 60 en la calle. Quizás son los muertos que vuelven en ambulante procesión hacia nadie. Espero que termine ya. ¿Cuánto más va a durar toda esta cosa? Esta música, sus muertos, mi cabeza, los sueños, la casa sola, la casa por mi habitada, los recuerdos, las locas marimbas, los palitos chinos y los otros, las manos que viene y van y van y vienen, el frenético andar de las voces que no son y son al mismo tiempo.

XI

Me parece que han leído lo que escribo porque de a poquito se calman.

No hay poema que no escuche a sus voces dormidas de muertos en tardes de verano.

Vuelve la música de fiesta. Saco a pasear a mi cabeza, soy loca, loca, loca y se mueven dentro de mí las letras. Las voy mezclando:

xegmsregpsogngialñjfskv

lmñjfefindsvm,sdnfkasl

efnwelwfklsdsdmvskmfwe. Salen promiscuas. Me gusta cuando nos desconocemos. Es como empezar de nuevo y estar viva y tener que ordenarlas. Cuando la música es más hermosa y las letras se mueven puede ser que los muertos se conviertan en remtuos o somurtes y se les salgan las cabezas y salgan de la mía.

XII

De todos modos cuando se vayan como voy a extrañarlos, porque yo soy así, extraño cualquier cosa. Cualquier briznita de aire que me daña. Y también por supuesto a las flores. Pero a las flores las extraña cualquiera. A cualquier briznita sólo yo.

Capaz que si les digo a los muertos se acuerdan de las flores de sus tumbas y se van porque las extrañan o tal vez legan sus cajones para que hagan nuevas marimbas como estas, que seguro después de tanta música van a gastarse.

XIII

Están densas las notas repetidas, circulares. Si no se gastan por lo menos se cansan.

Porque mirá que tanto tiempo golpe y golpe. El pavor en el martillo del oído.  Me hizo acordar a ese hombre. Pero de eso mejor no hablo porque la música está alegre de nuevo y no es cuestión de arruinarla.

Hay algo raro en estas notas. Inquietante. Se mueven acaso un segundito para allá y después para el otro lado y pasan de la alegría a la tristeza con un toquecito nomás.

Se parecen a la vida. Un llamado y te das cuenta que estás viva. Y los muertos se van de tu cabeza por un rato, porque ya no los necesitás para que te acompañen.


Gisela Galimi. Foto por cortesía de Manuel Parra Aguilar

Gisela Galimi (Argentina). Comunicadora + escritora + docente. Estudió Periodismo (USAL) y Maestría en Escritura Creativa (UNTREF). Participa del proyecto de investigación Palimpsestos de la UNTREF, sobre la obra de Susana Thenon. Coautora de varios libros de comunicación. Fue periodista en diarios y revistas argentinas. Dicta talleres de escritura y es docente universitaria. Sus dos hijos son poetas. Libros de poemas: Claroscuro y Colorado, Para que nada cambie, Memoria de la Piedra, Flamenquitos y otros poemas y Mi cuerpo ajeno y de la novela Una palabra tuya bastará para sanarnos.


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