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Por Berónica Palacios Rojas

Jalisco, México, 02 de diciembre de 2021 [03:19 GMT-5] (Neotraba)

Escenas de infancia

I

Mi niñez es un eco lejano de las más amadas voces. El sabor de la fruta madura y el no recuerdo de la verdura fresca. El frío que dulce jalaba mis cabellos y mi padre con olor a gasolina. Un campo pleno de agüilotes, ciruelas y guayabas que en tirabuzón despedían su esencia. Eso encontré en el pueril cofre de la memoria incendiada de recuerdos. Y a lo lejos una ansiedad por encontrar hilos y atrapar sueños.

II

En la familia no se hablaba de nada, de nadie, de ningún tiempo solo se hablaba con ellos en sueños. A veces por cartas para preguntar sobre los amantes y por muertos que viven en mi libro inédito. Discutir cosas efímeras y compartir gustos elementales como el sexo —que solo revelábamos con los ojos— o la flojera de querer enderezar el andar de nuestros hijos.

III

Recuerdo sordas goteras que musicalizaban el sueño, verdes matas a la orilla del Río Bravo y el hielo, gota cristalina que resbalaba por mis inocentes mejillas. 
     Amalgama de aromas y tonalidades que resaltaban del basurero. Echaba por el caño oxidado la risa no rizada de un padre fantasma, disfrutaba la buena comida que veía en la tele y, los refinados gustos –que simplemente– no existieron.

IV

Cuando comíamos en familia dejaba una sonrisa pintada en la servilleta y un eco ebrio de vacío. Sonreía con afecto y lejanía. Así, nos amábamos.

Ciega luciérnaga de alas libres

Un siete noviembre del 2009 llegué con las manos vacías y lacerada el alma. Mi esposo cargaba una tristeza y una acuosa verdad temblaba en casa. Tu primer regazo, corazón, fue un escaparate de luz que te iluminaba toda, ciega luciérnaga de alas libres. 
     Brotaste del mar de mis adentros, cicatriz primera. Eras sueño antiguo, sonido de caracol y niña de ojos limpios que germinaste en nuestras vidas como el maíz y el cactus. Al salir de la vitrina, con tu piel y ojos ocres, conociste sonidos de ciudad, claxon, pasos, múltiples voces; entonces reconociste las nuestras que a diario escuchabas y el amor en casa te envolvió.
     Mi chupa dedo, herida de luz, manantial de amor, tú que en mi vientre platicabas con tus pies hasta el cansancio, dulce cascabel, presencia mágica que iluminaste este hogar. Niña ojos de endrina llegaste y adoptamos un rosa que antes nos era indiferente, con él pintaste todo: versos, vestidos, sonrisas, libros, encajes, collares, desvelos, libretas y la sinfonía de casa.

Máscara tapatía

Máscara contra la política que construye en mi ciudad un monumento a McDonald’s llamado Arcos del Milenio. Contra el macho que oculta su necesidad y sentimiento en un closet desgastado de miedos. 
     Máscara contra la epidemia religiosa que nos invade mientras las palomas custodian la Catedral. 
     Máscara contra el gobernador de Jalisco que no mueve un dedo por la ciudad que lo parió. 
     Máscara contra la influenza infestada de recuerdos. Contra los medios de comunicación: miedos, hastíos, higiene, recomendaciones, ¡Crisis a flor de piel! 
     El parque Morelos extrañó a las prostitutas y a los coyotes que merodean el Nacional Monte de Piedad mientras los pericos en fiesta adornaban las copas de los árboles.
     Máscara de una Guadalajara desierta, sin los ruidos habituales y sin prisas, con tapabocas y hambre. No cine, no eventos, no actividades fuera de casa.
     Solo silencio cómplice del escritor. 
     Máscara contra el gobierno que en abrir y cerrar de ojos bombardeó el centro, abrió su carne y cambió sus venas. Contra las rayas amarillas que te impiden entregarte a la ciudad. Máscara contra la adolescente que camina embriagada de sueños y que perdió el sonido de su risa ante la fecundidad humana. Máscara contra las madres jóvenes que crían machos y viven su libertina soledad amparadas de celestinas. Máscara contra los que olvidan y regresan como fantasmas resucitados. 
     Máscara contra los que se embriagan con el Atlas, las Chivas o la selección. Y carecen de palabras y acciones en sus vidas. Contra el caos del mundo que el mismo hombre origina, construye y deglute. Máscara contra la fastidiosa rutina de la vida pintada con los mismos pinceles: religión, fútbol y telenovelas.

Berónica Palacios Rojas. Foto cortesía de la autora.

Berónica Palacios Rojas (Chapala, Jalisco, 1973). Licenciada en Letras Hispánicas y Maestra en Educación. Es poeta, editora y tallerista. Cofundadora del encuentro de poetas Francisco González León desde 2011 en Lagos de Moreno. Directora de la revista y Ediciones Papalotzi. Ha colaborado en varias antologías nacionales e internacionales. Libros: Nostalgias y Herencias (2003), Corazón por fuera (2006), La duda y otros cuentos (2007), Hombre mar (2015), Chapala y el beso soñado (2009) Memoria Incendiada (2011), Remanso de mil aguas (2015), El vuelo del ángel (2016), Roja rutina, (2019).


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