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Foto de Martha Vivar
Foto de Martha Vivar

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

I

 

Tres mujeres: madre e hijas caminan sobre la 5 de Mayo en la víspera del día de Reyes, deambulan por las calles grises atestadas de gente con intenciones similares: comprar un detalle, cualquier cosa que no haga pasar desapercibida la fecha; hombro a hombro se pierden de la vista entre tantas cabezas coloridas. Escena típica de una noche aglomerada en el centro histórico de Puebla.

El elemento que rompe con la monotonía es el mismo que días atrás se suscitó en el Estado de México y CDMX: gente corriendo entra a las tiendas –cualquiera que sea- y toma los artículos que puede, lo que sea es bien recibido; manos y manos hurtan objetos y se golpean entre sí, o golpean al guardia de la tienda antes de que éste salga del letargo e intente hacer algo; para escapar o entrar rompen los cristales de los aparadores, el vidrio tapiza el concreto áspero. Rostros invisibles se convertirán en unas horas –quizá minutos- en los protagonistas de los videos que aparecerán en Facebook, Twitter y otras plataformas similares presagiando un año duro: primero el gasolinazo y a manera de consecuencia llega.

 

Las tres mujeres alcanzaron a meterse en una tienda de zapatos que cerró sus puertas por dentro, nuevamente, hombro a hombro con más personas que encontraron en el lugar un refugio contra la histeria colectiva. Misma que se repetiría en otro momento clave del año, sin embargo, con matices diferentes: en una –ésta–, mostrando la peor cara de sociedad mexicana, y en otra –que ocurrirá en septiembre–, su lado más humanitario.

 

Este hecho no ocurrió sólo en el centro, el tianguis de ropa Los Lavaderos, sino también diferentes centros comerciales (Angelópolis, La Noria, Plaza Loreto) y demás calles pequeñas sufrieron de saqueos o intentos fallidos. De la misma forma, puntos clave de la CDMX, Estado de México, Veracruz, Michoacán e Hidalgo se vieron azotados por estos actos días antes, el 4 de enero. La pregunta que todos nos hicimos es ¿cómo un descontento social hacía el Estado mexicano derivó en actos de vandalismo y robo?

 

II

 

En los últimos días de diciembre del 2016, el presidente informó en un comunicado los aumentos a la gasolina de hasta un 20% (la Premium, la más cara entre la Magna y el Disel pasó de $14.81 a $17.79) que entrarían en vigor a partir del 1ro. de enero de 2017; así fue y los primeros actos de inconformidad se dieron cerrando carreteras y bloqueando gasolineras, luego llegaron los saqueos.

 

Ciertamente, cada acto comenzó con un puñado de personas a las que poco a poco se les unieron más hasta formar grupos grandes. Se necesitó el uso de la fuerza pública para disipar a la gente: en los videos se escuchan los disparos que los policías arrojaron al aire.

 

El fenómeno se puede estudiar desde la criminología y la psicología, a través de una teoría postulada en 1996 por los criminólogos James Q. Wilson y George Kelling, nombrada como Teoría de las ventanas rotas; éste postulado se basa a su vez en un experimento del psicólogo Philim Zumbardo realizado en 1969 con la finalidad de analizar la conducta delictiva: Consistió en abandonar un auto en Bronx, Nueva York (uno de los distritos más marginados para la época) abierto y sin placas; a los pocos minutos le fueron sustraídos sus objetos más valiosos, y una vez que ya no hubo más que robarle el auto fue destruido por simple vandalismo, pasadas veinticuatro horas el coche ya no era más que un desperdicio.

 

La segunda parte del experimento consistió en dejar otro auto en las mismas condiciones –incluso mismo modelo– en Palo Alto, California, barrio de clase alta con bajos índices de violencia; transcurrida una semana, estaba intacto. Entonces Zimbardo decidió romper una de sus ventanas, el resultado: los pobladores de Palo Alto sustrajeron sus partes y los destruyeron. Al final, y en un tiempo similar –contado a partir de la ruptura del cristal– el coche acabó en las mismas condiciones que el de Bronx.

 

La teoría de James y Kelling explicada en su libro con el mismo nombre tuvo sus cimientos en un artículo publicado en 1982 en The Atlantic Montly, volumen 249, con el nombre de “Broken Windows. The police and neighborhood safety”[1], que habla acerca de cómo un signo de descuido o deterioro es una señal al subconsciente para cometer actos criminales, se trata de pequeños detonantes que hacen la diferencia entre cometer vandalismo o no –como ocurrió antes y después de que se le rompiera el cristal al auto–, entre lo que los autores mencionan destaca que un “delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores”. Una ventana rota en un edificio invita a romper el resto, pues indica lo citado anteriormente, de ahí el nombre de la teoría.

 

Además, establece que es más común encontrar ventanas rotas –no en un sentido completamente literal, puede referirse a suciedad, aglomeración, nulo respeto a la propiedad privada etc.– en “zona(s) típica(s): zona movida aunque ruinosa en el corazón de Nework [el área de estudio del artículo, aunque el ejemplo se adapta bien a cualquier ciudad] con edificios abandonados, tiendas marginales, un gran almacén…”.

 

Remitiéndonos a los saqueos, basta con ver los videos, o visitar los epicentros para concluir que en efecto, la mayoría de los robos se llevaron a cabo en lugares de tránsito continuo y con evidentes señales de descuido. En Puebla, la 5 de Mayo y sus calles aledañas se encuentran entre los sitios más ruidosos y sucios del centro, los contenedores de basura se hallan repletos y junto a ellos venden chalupas, empanadas, elotes, esquites, postres y un sinfín de alimentos; papales y otros desechos se hallan esparcidos por el piso, algunos edificios –que por cierto, muchos datan de siglos anteriores al XX– están marcados con horrorosos grafitis: placas hechas con crayón. Y efectivamente, en ese lugar abundan los carteristas. Todos los elementos anteriormente citados son nombrados por los autores como decadencia urbana.

 

El ambiente descrito, sin embargo, es algo de todos los días; cabe preguntarse si faltan elementos para que en un día aparentemente normal se desate esta ola de violencia.

 

El artículo también expone que “el méndigo no controlado es, en efecto, la primera ventana rota”, contextualizando, la diferencia entre un día cotidiano con los elementos de la denominada decadencia urbana y un día de saqueos es una persona o un grupo pequeño que acabó siendo apoyado a causa del enojo colectivo. De tal forma que el grueso de la población que participó en los saqueos posiblemente no tenía un historial criminal, sino que tal y como ocurrió con los pobladores de Palo Alto, se trata de habitantes comunes y corrientes que evadieron normas morales –y principalmente jurídicas- impulsados por los elementos ya mencionados.

 

La teoría, a más de 20 años de publicarse, ha probado tener un valor ecuménico. Son los sucesos de los primeros días de enero de 2017 prueba de la fragilidad moral de nuestras sociedades.

 

El diario El País, en un artículo que estudia la teoría, menciona que los ayuntamientos están conscientes de lo que puede ocasionar una ventana rota, razón por la cual intentan eliminar los pequeños rastros de descuido; por supuesto, basta con visitar las zonas con mayor marginalidad en México para pensar que probablemente nuestros políticos desconocen la teoría. Según la revista Proceso, testigos declararon que fueron policías vestidos de civiles y “porros” los que iniciaron los saqueos a los que se les unieron civiles. Aquí no hay señalamientos directos, pero en caso de haber sido así, el “méndigo no controlado” fue uno elaborado, como un detonante colocado en una plaza pública.

 

[1] El artículo puede leerse en el siguiente link: http://www.ucipfg.com/Repositorio/MCSH/MCSH-09/Unidad-04/lecturas/2.pdf

 

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