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Por Luis J. L. Chigo

Fotografías de Alexis Salinas

Puebla, México, 28 de febrero de 2022 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

Medios confiables, cultura informada y cercana a la comunidad, autoridades honestas, espacios seguros y sensibles. Las palabras son todavía una ensoñación en nuestro contexto. Crear esa realidad tiene más barreras de las imaginadas.

Mariana Quechotl y Belegui Enríquez lideran la agencia Veinte.20 Comunicación Solidaria. De entre los servicios ofrecidos como consultoría de comunicación estratégica, el año pasado lanzaron Sala Bruja, “un espacio comunitario, dedicado a la compartición de saberes”, como se puede leer en su sitio web. Trabajar una idea o impartir un taller significa revitalizar el vacío y las concepciones corporativas de cualquier agencia.

Un correo nos llega para indicar el lugar. 15 poniente 1304, en el Barrio de Santiago. Además de un espacio para discutir ideas encontraríamos un punto de venta para emprendedores, ciclos de cine y vendimias. Ante la hegemonía de la cultura, la charla con Belegui y Mariana es la muestra de que siempre podemos encontrar algo distinto.

Foto de Alexis Salinas
Foto de Alexis Salinas

Luis J. L. Chigo. ¿A qué responde el nacimiento de Sala Bruja?

Mariana Quechotl. La sala estaba vacía, decidimos empezar a rentarla para trabajar desde nuestra empresa, Veinte.20 Comunicación Solidaria. Nos parecía un desperdicio sólo usarla para hacer sesiones de fotografía o hacerla sala espera –porque no es nuestro modo de trabajar.

Quisimos utilizarla para un bien más grande. En ese momento teníamos a varios amigos y amigas que acababan de desemplearse, ligados al arte, la cultura y enseñanza. ¿Por qué no ocuparlo para dar talleres o hacer encuentros?

En una charla con amigos nos emocionamos mucho. No precisamente porque sea una idea innovadora, en realidad hay muchos espacios de este corte en la ciudad y el país, pero se pagaba por el trabajo de nosotras. A la par del deseo de compartir saberes, hablamos de algo llamado “El mitote”. En esa tarde de pizza la nombramos como “la verdadera red social”. La idea era alejarnos de lo digital y llegar a lo físico.

Intentábamos con esta propuesta era, si bien no dar el taller, gestar proyectos; iniciativas, propuestas. Probablemente la gente no se conocía –o sí pero no habían trabajado juntas–, pudieran encontrar una convergencia. Si alguien necesitaba ayuda para un proyecto o idea, encontraría gente para ayudarse, con la necesidad bilateral, y complementarlo. Esa era la propuesta inicial.

Belegui Enríquez. Más que criticar, creemos en la falta de posibilidades y propuestas donde la gente se sienta libre de acceder no solamente a los talleres impartidos por ciertas instituciones u organismos, sino reconocer sus conocimientos y aportes. También por eso la idea de “El mitote”.

El objetivo de Sala Bruja no es hacernos súper ricas y millonarias. Más bien, Mariana y yo creemos en el trabajo comunitario en el sentido de redes, relaciones, donde un individuo reconoce no poder con todo. Aquí podemos colaborar, hacer mucho análisis, reflexión y crítica.

Hemos tocado gente que no nos conoce y, cuando llegan, confían en nosotros. Eso es muy bonito. Todavía existe esa confianza primera para los trabajos. A veces el dinero ensucia las cosas y los talleres pueden no resultar exitosos. Cuando algo no sale bien, vemos de qué forma podemos colaborar para que pueda salir perfecto. Esa es la motivación y la causa del reconocimiento ganado a tan poquitos meses de inaugurarla, posicionándose de voz en voz. Eso hace falta en muchas instituciones y colectivos.

Belegui Enríquez. Foto de Alexis Salinas.
Belegui Enríquez. Foto de Alexis Salinas.

LJLC. Cuando dicen “el dinero ensucia”, hay un contraste curioso. Generalmente se señala el trabajo del artista como mal remunerado y aún con ello la gente no quiere pagar lo adecuado por él. Eso marca una primera barrera para el trabajo de ustedes. ¿Qué obstáculos han sorteado para mantenerlo seguro?

MQ. El espacio está y no pedimos currículum. En algún momento vino una chica con una hoja muy armada de su taller y su experiencia. Incluso sin todo eso, le hubiéramos dado la sala. Estamos acostumbrados a que las instituciones cuya labor de difundir cultura y gestarla, no lo hacen, aunque sea su responsabilidad. Les dan espacios a las personas sólo a quienes pueden demostrar una trayectoria y una certificación. ¿Qué sucede con quienes no tenemos esa certificación o esa trayectoria, pero tenemos una propuesta?

Cuando vas de la mano con más personas llegas más lejos, se proponen más formas de hacer una actividad. Creemos que se pueden gestar proyectos que le pidan a las instituciones presupuesto. Hay una problemática de la oferta cultural no solamente en la ciudad de Puebla, sino en más lugares: todavía se da por las mismas personas, con las mismas figuras de arte y de expresión cultural calificadas como “buenas”.

Hay muchas otras propuestas –y no precisamente la nuestra. Tenemos amigas que dan talleres en la sierra o en los barrios. Estas propuestas institucionalmente no se están llevando a cabo, se gestan desde colectivos y amigos.

Y sí, el dinero es algo importante, cuando le cobramos a la gente por estas actividades no estamos acostumbrados a ponerlo como prioridad. Quizá porque no lo tenemos y ese es un obstáculo. Pero si podemos gestar algo para exigir a las instituciones, se convierte en una propuesta valiosa.

Mariana Quechotl. Foto de Alexis Salinas.
Mariana Quechotl. Foto de Alexis Salinas.

LJLC. Hay resistencia de la gente a pensar que, si uno se acerca a las instituciones culturales, se deja de ser independiente. ¿Cómo se sienten ustedes respecto a eso?

BE. También es difícil para nosotras porque también trabajamos desde esa parte. Hasta el momento, encontramos y participamos en las convocatorias o espacios dentro de las instituciones donde se nos dé la libertad de trabajar con la dirección y el eje adecuados, sin que se nos dicte como una línea.

Buscamos convocatorias adecuadas con nuestros predicamentos: ejes de feminismos, comunidades, sustentabilidad, colaboración, cooperativismos, derechos humanos, derechos de niñez y juventudes. Por ejemplo, trabajamos con la Ibero para la realización del documental Bibliotecas Ciudadanas. Agentes de paz; nos dijeron que era nuestro espacio y serie documental, podíamos compartirla como quisiéramos y ayudarían con la difusión.

MQ. Así como uno exige un derecho cultural, ellos también lo exigen desde donde pueden o lo necesitan.

Cuando colaboramos con instituciones, queremos confiar que, si bien hay corrupción, hay quienes sí trabajan. Llega un momento donde hay cosas buenas y malas, y aprendes a trabajar con las buenas. Lo decimos desde nuestras experiencias.

Incluso a nuestros colaboradores les decimos esto. Podemos apostarle a que en las instituciones haya personas como nosotros que buscan trabajar.

BE. Si no hacemos visibles estas propuestas desde la ciudadanía, entonces estos derechos se verían cada vez más alejados. Si no hay propuestas, se quedan únicamente de ese lado burocrático. Como dice Mariana, nos hemos preguntado y analizado.

Si decimos “no” a todos, nunca crearemos las redes que podrían ayudarnos a llegar a más personas. Es difícil, pero nos gusta hacer esta reflexión frente a estas oportunidades.

Belegui Enríquez. Foto de Alexis Salinas.
Belegui Enríquez. Foto de Alexis Salinas.

LJLC. La continuidad en el tratamiento de la cultura sí es infantil. Es decir, si llega un nuevo presidente municipal o un nuevo gobernador, lo hecho se borra y comienza una nueva línea.

MQ. H ay proyectos desde la ciudadanía y con patrocinios con más durabilidad y coherencia. Vemos iniciativas ciudadanas iniciadas desde colectivos y ahora se permiten vivir de estos proyectos y los escalan a más lugares.

BE. Y con mayor impacto. Pienso mucho en Xonaca, tiene una oferta cultural meramente ciudadana. Están logrando un lugar en su comunidad en un barrio estigmatizado, ven por sí mismos cuando no hay el apoyo. Estos proyectos, desde sus capacidades y posibilidades, demuestran ser un ejemplo para los gobiernos, instituciones y organizaciones. Incluso si se acaban en unos años, sirven de base para generar otros proyectos.

MQ. Hablando de Xonaca, los encargados de recuperar el espacio decían “el gobierno y las instituciones deberían hacer esto, sin embargo, no los queremos acá, retrasarían el progreso logrado como vecinos”.

Se mezclan tantas cosas en lo gubernamental, desde el clima laboral hasta las cosas de recursos humanos. Es muy difícil hacer las cosas administrativas. Quizá tiene sentido por el trasfondo, definitivamente el partidismo retrasa muchísimas cosas –como esta falta de colaboración. Además, en las instituciones se encuentran las mismas personas en cada cambio de gobierno.

Por ello decidimos abrirnos. Aprendimos mucho, hay cosas chidas, algunas cosas quizá sí funcionen y en 3 años dejarán de hacerlo. Y no aseguramos hacerlo mejor que el gobierno, nuestro interés no es partidista y eso ya es un gran avance.

BE. Si no llegamos a tener 10 años, el concepto tiene la posibilidad de diversificarse, de una sola cosa se crean más. Pasa con muchos otros organismos colectivos. Un colectivo se desintegra, cada uno de sus integrantes hará impacto a donde llegue.

Eso también forma parte de nosotras. “Bueno, chance y ahorita somos esto, pero en algún momento podemos con nuestros mismos practicantes”. Si en algún momento ya no están, ellos pueden tomar nuestro ejemplo; siempre tratamos de hacerlo de manera diferente, de generar un clima laboral diferente. Eso puede ayudar un poquito.

Mariana Quechotl. Foto de Alexis Salinas.
Mariana Quechotl. Foto de Alexis Salinas.

LJLC. En el ámbito cultural se tiende a romantizar el trabajo para acercar una propuesta a la comunidad. ¿Qué desmitifican con la Sala Bruja?

MQ. Una: podemos trabajar sin buscar una ganancia tremenda. Podemos generar redes y colaborar, conocernos y reconocernos como parte de este engranaje sin esa parte económica. Dos: cuando no vienen a tu taller las personas esperadas, te falta trabajar con la gente. Este factor es importante, la gente tiene muchísimas cosas encima como trabajar, cuidarse del coronavirus, procurar a sus hijos…

A veces vivimos alejados, a la hora de proponer talleres y actividades, de las realidades. Esa es otra de las cosas que hemos visto con Sala Bruja: necesitamos conocer estas realidades para poder trabajar con la gente aquí, en todos lados, y hacer propuestas notorias.

Como dices, puede ser un taller bonito y barato, pero al final nadie llega. Está faltando que escuches, reconozcas y veas en dónde estamos.

BE. Pienso en otra colectiva llamada La fábrica, cobran por el uso del espacio en el centro. Referente al ego, reconocer que tu proyecto no es el único; puede ser una competencia –una persona decidirá si ir a tu taller o no–, pero eso no significa mover la competencia.

El punto es la existencia de un espacio más. No restarle gente a otro espacio o robándole eventos. Es sumar.

Belegui Enríquez y Mariana Quechotl. Foto de Alexis Salinas.
Mariana Quechotl y Belegui Enríquez. Foto de Alexis Salinas.

La conciencia ya no es protagonista de esta pandemia. Si en algún momento lo fue de la manera más disimulada, ahora la realidad nos empuja a salir con cualquier pretexto. Si se nos arroja a ello, el movimiento es tan violento como poco voluntario. Dos veces más fuerte en comparación con el inicio de la pandemia, por el miedo a contagiarse.

Nuestras autoridades lo saben y ponen el ejemplo: Puebla tuvo en el día 1 de su 2022 el primer crimen de odio de todo el país. Suena a casualidad, pero las historias se vuelven cada vez más cercanas. La actividad cultural y periodística, autonombradas “esenciales para la paz”, no se quedan atrás: si se teclea la combinación “femicidios puebla” en el buscador, los periódicos no se pondrán de acuerdo en la cantidad de víctimas, el lugar de la entidad a nivel nacional en este delito o las resoluciones a esta problemática. Los principales medios indican cantidades y testimonios diferentes entre sí. Por su parte, los institutos culturales hacen cumplir su misiva repartiendo cubrebocas en los cruces de automóviles. Y la suma de ambos es la revictimización diaria de quienes ya no pueden contar su historia.

Y de quienes estuvieron a punto de no poder contarla: Leslie Alcántara se instaló el 22 de enero en El Gallito para vender su mercancía y fue detenida por la policía de una manera cuestionable, permaneció incomunicada con su familia por horas. Se le liberó dos días después, aparentemente sin cargos. El poblano sale con calcetines en la mochila y cabe la posibilidad de regresar con drogas y armas. De ninguna manera es un chiste.

Belegui Enríquez. Foto de Alexis Salinas.
Belegui Enríquez. Foto de Alexis Salinas.

LJLC. ¿Los proyectos dirigidos por mujeres tienen una perspectiva distinta a las dinámicas descritas hasta ahora en el mundo cultural? ¿Cómo evitar comercializar el concepto?

MQ. Lo interesante del nombre “Sala Bruja” es que hay algunas lecturas y mucha información sobre este tema relacionado con el poder de las mujeres; el poder creativo y de información de las mujeres y cómo a partir de un momento en la historia se hacen restricciones sobre las opiniones y estudios en las mujeres. Se estigmatizó el conocimiento en las mujeres para oprimir su poder, justo para que los hombres pudieran controlar el mundo.

Lo digo en palabras muy burdas y obviamente hay mucha literatura sobre el tema. Sin embargo, el señalamiento es la existencia de una bruja en todas las mujeres –y no el don de herencia o privilegio de aprender de la brujería. Todas lo somos por tener similitudes con la tierra –por ser un ente femenino.

Nosotras no nos considerábamos brujas. Al entender su significado y contexto, la palabra tomó relevancia en nuestras vidas, cuando empezábamos a vincularnos con ese conocimiento. La palabra ‘bruja’ nos atraía.

En este sentido, otra de las condicionantes impuestas a las mujeres es competir y ver los defectos de otra, principalmente físicos, para hacerte sentir mejor a ti misma. Nos lo enseñan y así interactuamos gran parte de nuestras vidas.

Queremos iniciar a más brujas y a más mujeres con la intención de darte la mano antes de criticarte, o colaborar contigo antes de etiquetar tu propuesta como “pendeja”. Esas experiencias nos enseñan a que no es un concepto, no es algo leído o aprendido, sino una forma de vida.

Competir es parte del ser humano –así lo dicta el capitalismo. Como mujeres la competencia está a flor de piel e intentando deshacernos de ella. Nos llevó a abrir este espacio, más mujeres se acercan a estas propuestas sin decirles en lo que creemos.

BE. Los proyectos liderados por mujeres trabajan por la tierra en sus comunidades cercanas y, sobre todo, hacen visibles estas relaciones.

Mariana Quechotl. Foto de Alexis Salinas.
Mariana Quechotl. Foto de Alexis Salinas.

LJLC. La seguridad y la confianza se traslada a un espacio físico, la Sala como tal.

MQ. La inseguridad y la violencia de género también es cultural. No está desligada. Es de lo poco que podemos hacer. Y digo “lo poco” porque en realidad hay compas haciendo mucho: plantones, prestándonos su voz, sus pancartas. Vamos a las marchas, pero no somos activas en este sentido.

Abriremos las puertas a las mujeres cuyo apoyo económico es la venta de cosas. Nosotras mismas lo hacemos, vendemos cosas. Vivimos una vida capitalista donde necesitamos dinero para hacer estos proyectos. A veces no puedes vender tu alma a un trabajo y, si quieres emprender, necesitas un ingreso fijo. Quizá nosotras estamos en el privilegio de no salir a la calle a buscar que nos compren o vernos con personas desconocidas. Pero otras mujeres no lo tienen. Hacer esto es inseguro y por la informalidad de este tipo de negociaciones nada te protege. Hasta quienes deberían protegerte, te amedrantan.

LJLC. Descubrir el espacio público como inseguro.

BE. Ser mujer no es seguro. Ellas son bienvenidas para hacer aquí sus intercambios, también para decir sus ideas y propongan sus proyectos y compartan. En muchos lugares todavía nuestra voz no es escuchada.

No buscamos que Sala Bruja sea sólo un lugar seguro para transacciones económicas, sino también donde ellas puedan sentir confianza de armar un proyecto. Y, sobre todo, la seguridad emocional.

MQ. Con nosotras colaboran dos chicos. Nos gusta mucho invitarlos a cuestionarse muchas cosas, entre ellas, la misma “deconstrucción de la masculinidad”. Es decir, crear un espacio seguro en cuanto a espacio y de que las personas detrás del proyecto, se cuestionan continuamente sus acciones y discursos no agredan o perpetúen.

BE. No somos expertas –ni pretendemos sonar a eso–, desde el inicio Mariana y yo nos propusimos pensar dos veces las cosas. No a muchos les gusta hacer eso, porque es difícil y porque atentas contra una construcción de muchísimos años.

Foto de Alexis Salinas
Punto de venta para emprendedores. Aún no estaba listo cuando comenzamos la entrevista. Foto de Alexis Salinas

LJLC. ¿Una palabra que defina Sala Bruja?

MQ. Sororidad o amor. Viene del amor propio, de nosotras, por lo que hacemos, pero también por los demás. Aunque no los conozcamos, somos amorosas.

El querer dar una alternativa, compartirla con otras personas desde el amor a los amigos, a ser mujer.

Nos cuestionamos incluso eso, si estamos maternando a nuestros colaboradores. Es decir, si ejercemos esta maternidad impuesta. Hasta eso nos cuestionamos. La autocrítica para cualquier trabajo es importante.


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