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Por Mónica Maristain

Ciudad de México, 23 de diciembre de 2020 [00:02 GMT-5] (Maremoto Maristain)

Rompan todo , el documental de Netflix hizo alusión a su nombre, rompieron todo. Hacer un comentario sobre el reciente documental sobre el rock latinoamericano implica tener un montón de pre conceptos dispuestos a realizarse en la pantalla.

No se trata de los invitados (“nuestros” artistas), ni siquiera por la buena intención de hacer un recorrido por la cultura joven del continente, sino precisamente por tratar de hacerlo todo desde una oficina de Nueva York o Los Ángeles.

Cada vez que se mira a Latinoamérica así se hace, Netflix terminó siendo eso: una empresa gringa que tal vez con un mayor progresismo (¿el ala de izquierdas del Partido Demócrata?) mira a través de su ventana a este continente en plena ebullición —muy difícil de entender, de hacer resoluciones fáciles y rápidas—incorporando, eso sí, el margen a lo central, lo joven a lo viejo, lo famoso a lo desconocido y teniendo figuras paradigmáticas (como Gustavo Santaloalla y León Gieco) en el elenco.

De hecho, el documental está producido por el ex Arco Iris, quien hace unas apreciaciones políticas que al parecer son como refractarias al poder, pero no dejan de ser a lo Netflix.

Fotograma del documental “Rompan todo”. Foto cortesía de Maremoto Maristain

Yo era muy joven cuando salió Arco Iris, pero la banda tenía esa cosa de yoga, de amor a los animales, de no fumar, de no drogarse, que mucho se lleva hoy, pero no entonces.

Lo cierto es que esto no es un trabajo sobre la ex banda de Gustavo, pero hay que decir que en Argentina, los verdaderos líderes del rock argentino, no estaban en Arco Iris.

Claro, tampoco Rompan todo es una mirada sobre el rock argentino, pero como dice Luis Jasso: “Me gustaron como 15 minutos y el resto de lo que he visto es Argentina Argentina Argentina Argentina Argentina México Argentina Argentina Argentina Argentina Chile México Argentina Argentina Argentina… Y lo de México no podría ser más lugar común. Meh.”

Hay minutos que uno disfruta, pero Rompan todo es como el pan dulce Bimbo. Lo disfrutas al principio, cuando el azúcar se te mete entre los dientes y alcanzas el Nirvana. Cuando se pasó el efecto, comienzan las culpas y los dolores de estómago y de cabeza: ¿Por qué tengo que comer esto?

Hace poco, —en esta pandemia uno se da esos gustos— vi toda la historia de Luca Prodan y de Sumo. Sólo eso, ocuparía casi todo el documental. Igual, Patricio Rey y Los Redondos de Ricota: poner todo eso en una cápsula, molerlo en una licuadora y luego hacer una miniserie, es por lejos miserable.

No es la primera vez que Netflix se mete con temas latinoamericanos. De hecho, se mete siempre con temas latinoamericanos, convirtiéndose en una especie de voz de la conciencia del continente.


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