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Por Debby Espinoza

Monterrey, Nuevo León, 27 de mayo de 2021 [09:53 GMT-5] (Neotraba)

Parece que fue ayer cuando en mi escritorio, por arte de magia, apareció un libro rojo. Tenía en la portada un corazón grande con brillos. Primero pensé que era una libreta –mamá acostumbra a dejarme pequeños regalos de papelería–, pero al tomarlo me di cuenta de que era un libro. El título decía: Los novios de mamá, de Antonio Ramos Revillas. Yo no conocía al autor, pero al abrir el libro y ver una frase de Lana del Rey en la primera hoja, no pude aguantar las ganas de ver de qué se trataba.

Tenía 13 años, en mi casa no se imponen lecturas, pero sé que cuando un libro es muy importante unos duendes mágicos se encargan de ponerlo en el cuarto, en la sala o hasta en el baño. Las elecciones de esos duendes casi siempre son buenas, por eso ahora aunque tenga muchas lecturas pendientes, lo que aparece en el cuarto se lee primero.

Los novios de mamá de Antonio Ramos Revillas
Los novios de mamá de Antonio Ramos Revillas

Llevaba tan solo unas treinta páginas de Los novios de mamá, cuando ya había hecho click con Natalia, la protagonista. La historia me sonaba muy familiar, pero, más allá de eso, el final me hizo reflexionar mucho. Muchas de las frases del libro no las he podido sacar de la mente y hasta se han convertido en mis lemas sobre la vida en sí.

Tiempo después, La dama de la selva llegó a mi casa. Eran varios ejemplares que ya tenían dueño. Aunque la portada no me llamó nada la atención, sabía que al leerlo encontraría respuestas para lo que estaba viviendo. El libro empieza cuando Manuel, el protagonista, tira una olla con lentejas justo cuando recibe un huarachazo de su madrastra. Sentí rabia. Apenas llevaba dos hojas del libro, me sentí Manuel, y estoy segura de que yo hubiera hecho lo mismo: correr mucho hasta llegar a la selva.

Quería llorar de coraje por el protagonista –la manera en que Antonio transmite las emociones de sus personajes siempre me deja aturdida– hasta que pude entender el mensaje del libro: podemos huir de todo, dejar atrás eso que nos hace daño y pasar por muchas situaciones dolorosas, pero al final tenemos que regresar para saldar cuentas, arreglar lo que se quedó a medias, sanar nosotros mismos. Al regresar después de correr tanto, tienes la fortuna de ver todo desde otro punto de vista.

La dama de la selva de Antonio Ramos Revillas
La dama de la selva de Antonio Ramos Revillas

Pasaron algunos años y hace unas semanas un libro color aqua con fucsia apareció igual, con magia, en mi escritorio. Salvajes, de Antonio Ramos Revillas.

Una de las frases al iniciar el libro dice así: “No se fracasa si existe un comienzo / ser transparente te transporta ileso” es de Control Machete. Al terminar de leer la frase, descubrí mi conexión con estos libros. No he necesitado leer más de dos o tres páginas para envolverme en él, la magia de las descripciones me hace sentir que soy el protagonista y tardo muchos días en dejar ese papel.

En Salvajes, la historia nos cuenta la vida de Efraín, un chavo que vive en el cerro con su mamá y sus hermanos. Un día, sin aviso, unos policías se llevan a su Má –como él la llama– y tiene que vivir muchísimas situaciones muy pesadas para salvarla.

Antonio Ramos Revillas. Foto tomada de Monterrey Rock
Antonio Ramos Revillas. Foto tomada de Monterrey Rock

A mis 17 siento que entiendo perfectamente al protagonista, que las palabras de su mamá siempre estuvieron presentes para no meterse en problemas, que sabía perfectamente que si tomaba el camino fácil, así de fácil acabaría su vida y que tenía el deber de dar todo por su mamá como ella lo hacía por él y sus hermanos.

Llevaba la mitad del libro y yo podía sentir el dolor en las piernas por las subidas y bajadas a la casa de Efraín, mi corazón latía más rápido de lo normal al no tener noticias de su mamá y hasta una que otra lágrima se me salió cuando vi el panorama tan oscuro. Salvajes llega a mi vida como los libros anteriores, en el momento indicado.

Me deja claro el agradecimiento que debemos de tener por quien ve por nosotros, y que la línea entre hacer las cosas fáciles con personas que no son la adecuadas es muy delgada y nos puede llevar a un final fatal. Me enseñó a no quejarme por tonterías y a siempre guardar esas palabras sabias que me dice mi mamá.


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