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Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

Puebla, México, 24 de abril de 2021 [16:50 GMT-5] (Neotraba)

Tiempo de literatura en Mexicali, organizado por la escritora Elma Correa, es una de las puertas que me ha permitido conocer a los autores y a las autoras que actualmente tienen un trabajo serio, experimental o con una propuesta que te hace voltear a ver sus libros. También reúne trabajos de investigación sobre narrativa, poesía, teatro y novelas gráficas.

En la edición de 2018, conocí a Liliana Pedroza (Chihuahua, México, 1976), la escuché leer su cuento “Flor de campo”, de la antología Desierto en escarlata, publicado por Nitro/Press.

Para 2019, me reencontré con Liliana en una charla sobre Historia secreta del cuento mexicano, 1910-2017 (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2018), una cartografía de autoras mexicanas de cuento. En dicho estudio, apreciamos la invisibilización que las autoras han padecido, en muchos casos por el machismo que impera en México, en otros por decisiones editoriales. En ambos casos, con resultados desastrosos para la literatura mexicana.

Es un lugar común hablar de Sor Juana Inés de la Cruz como una de las escritoras emblemáticas de México, cuando ‘México’ todavía no era el nombre de este país. Sin embargo, al hacer una revisión histórica del trabajo literario de las mujeres, solemos brincar de Sor Juana a Rosario Castellanos y Elena Garro, como si en 400 años no hubiese trabajo literario femenino.

Con la publicación de A golpe de linterna (UANL/Atrasalante, 2020) se abre un documento que crecerá conforme pasen los años: ponderar el lugar de las escritoras en un mapa dominado por hombres. 100 años de cuento mexicano recorren las páginas de la antología preparada por Liliana Pedroza, y en el que integró a escritoras de todos los puntos cardinales del territorio nacional.

Algunas autoras nos resultarán familiares, otras se convertirán en nuestras nuevas clásicas; otras tantas más nos permitirán expandir nuestra imaginación y nos harán tomar consciencia de la deuda que la literatura mexicana tiene con ellas.


Presentación completa de la antología A golpe de linterna, de la editorial Atrasalante
Presentación completa de la antología A golpe de linterna, de la editorial Atrasalante

Óscar Alarcón. Tienes una trayectoria como escritora, pero también una actividad muy fuerte como investigadora. ¿En qué momento decides poner en pausa la parte creativa para emprender la investigación de Historia secreta del cuento mexicano, 1910-2017?

Liliana Pedroza. Esta pregunta es muy importante. Al estar muy clavada en el asunto de la investigación, comienzas a trabajar de manera más analítica. La esfera de lo creativo –aunque la investigación también es creatividad– o lo que nosotros consideramos creativo –la literatura, la ficción–, lo dejas de lado porque un proyecto de esta índole es dominante.

Ahora trato de ir hacia el otro lado, ojalá pueda –todavía no conozco las circunstancias. Empecé el proyecto de Historia secreta del cuento mexicano porque fue mi tesis de doctorado, lo formulé desde antes de entrar a estudiar. Tenía una inquietud sobre el continente literario en el cual estaban ausentes las mujeres.

Yo misma, en investigaciones anteriores, repetí el argumento histórico sobre las mujeres en la literatura mexicana: siempre hablábamos de Sor Juana Inés de la Cruz, como un pedestal al que sólo pueden acceder los grandes investigadores. Podemos acceder a ella a través de la lectura, pero sacralizamos a este tipo de autores, como Sor Juana. Y después nos íbamos directamente al Siglo XX, con Rosario Castellanos.

Me preocupaba mucho la ausencia de voces femeninas y me causó inquietud. Por eso empecé esta investigación, la acoté en el cuento porque el proyecto en sí mismo era ya demasiado, una investigación bastante grande. Debería hacerse un equipo de investigación, no solamente una persona. Me llevó muchos años, estuve en ello, luego lo abandoné un poco al no tener tiempo para la instrumentación o una metodología.

La historiografía es muy nueva en cuanto a la historia de las mujeres se refiere. Tendrá algunas décadas, pero muy pocas. En realidad, este proyecto no encontraba una metodología. Las historias de las mujeres tienen un auge desde hace 10 años y yo empecé en el 2000.

Me llevó muchísimo tiempo, pero finalmente encontré solución en el estudio de campo y de archivo. Además, debía tomarlo en serio para entregar un trabajo exhaustivo y se dijera que sí había mujeres en el campo literario y comenzar a preguntarnos por qué no se enunciaban a todas esas mujeres que habían publicado. En ese entonces, encontré a más de 500.

Presenté mi investigación en 2014, me doctoré y hubiera continuado en la búsqueda y lectura de autoras, hasta que Antonio Ramos Revillas se enteró porque compartí algo en redes sociales sobre esta investigación, se acercó y me solicitó publicarla. Yo todavía no quería abandonar esta investigación. Fue Antonio quien me dijo: “Liliana, ya tienes que soltar esto”.

Liliana Pedroza en el Encuentro Dolores Castro de 2019, en Aguascalientes. Foto cortesía de la autora.
Liliana Pedroza en el Encuentro Dolores Castro de 2019, en Aguascalientes. Foto cortesía de la autora.

Tardé en presentar mi tesis de doctorado porque yo seguía. Debía hacer corte de caja, pero no quería soltarlo. Esto es muy difícil, sobre todo con un catálogo vivo, conocimiento sin un ciclo determinado para finalizar.

Nunca lo había contado, pero fue a través de Antonio Ramos, que lo supo ver y que me dijo: “Creo que hay que acercar esta investigación”. La puse de una manera más accesible, más divulgativa que académica. Y decidimos liberarla, que fuera de libre descarga porque esta investigación también tenía esta intención, la de compartir con todos eso que busqué y recopilé. Me parecía importante para que la gente lo conociera y no repetir –o intentar no repetir– ese silenciamiento impuesto a las mujeres en el campo cultural.

ÓA. ¿Cuáles son los resultados más importantes o los más satisfactorios, de manera personal, en una investigación como Historia secreta del cuento mexicano?

LP. Mi mayor satisfacción fue compartirlo y la recepción que tuvo. Se abrió el debate y se abonó a la cuestión de dónde estaban las mujeres.

Sucedió en las universidades –a pesar de usar mi libro para hacer sus congresos y no invitarme– fue que había tantas escritoras, tantos nombres… cuando doy charlas en las universidades en las que me invitan a lo largo del país, siempre hacemos el ejercicio de enunciar 10 escritores hombres en México, del Siglo XX; sus nombres surgen de manera espontánea, orgánica. Cuando les digo “Ahora enuncien 10 mujeres escritoras fallecidas, no necesariamente cuentistas, del Siglo XX”, no sabes lo difícil que es, para los estudiantes y profesores de Literatura, hacer una lista de 10.

Esta investigación abre paso o ramifica a otras investigaciones monográficas en el campo cultural de la recepción de la Literatura. Esa es una de las mayores satisfacciones para mí: compartir y entrar en debate sobre muchas preguntas reveladas a partir de esta investigación.

ÓA. Después de leer Historia secreta del cuento mexicano, busqué a las escritoras poblanas de 1930, que ya es un momento avanzado del Siglo XX y prácticamente no hay. A parte de los constructos sociales del machismo, ¿cuáles consideras fueron los elementos para no publicar mujeres? ¿Pasa por un tema de invisibilización o por un tema editorial?

LP. Por ambas. Justo ahora tomo unos cursos con unas historiadoras –ellas también se dedican a las historias de las mujeres– de los reinados peninsulares –España y Portugal. Trabajan del Siglo XV al Siglo XVIII, y con 1500 autoras. ¡1500! Regularmente decimos “Las escritoras empezaron en el Siglo XX, empezaron recientemente.”

Liliana Pedroza. Foto de Eva Becerra.
Liliana Pedroza. Foto de Eva Becerra.

Se relaciona con las editoriales, el campo cultural y todos los agentes culturales. La academia también abonó a esto, pero surgen fenómenos culturales paralelos. Me refiero a, por ejemplo, María Elvira Bermúdez, escritora de literatura policíaca; fue bastante reconocida en su momento y pionera de la literatura policíaca en México. No sólo escribió novelas, también cuentos, estudios críticos, hizo antologías sobre la literatura policíaca. Sin embargo, más adelante, la historia de la Literatura ya no la recoge.

¿Podemos decir que es sólo de las editoriales? No siempre, porque María Elvira Bermúdez –por hablar de una– tuvo un reconocimiento en su momento. Las editoriales la tomaron de la mano para publicarla, pero luego fueron –y aquí se relaciona con la academia– quienes historizan y crean la narrativa de la historia de la literatura mexicana y los antologadores. Es verdad, las editoriales deciden publicar –conscientemente– más a hombres que a mujeres, pero en el caso de las mujeres que publican y son exitosas editorialmente luego se encuentran con este otro fenómeno.

El fenómeno más dañino es el de los historiadores y el de los antologadores. ¿Cómo podemos hablar de 1500 mujeres del Siglo XV al XVIII y en las universidades solamente hablar de una? Te hace ver la manera de editar la Literatura.

La historia de la Literatura –y el canon de la Literatura mexicana– es muy clasista, misógina, homófoba y centralista –por ejemplo, me encanta que en tu programa digas “hora de Puebla” porque siempre decimos “hora de la Ciudad de México”. Es una postura política decir “Las cosas no sólo se hacen en la Ciudad de México, también en muchos otros lados”, pero se enlaza con quiénes arman los programas de estudio. ¿Qué publica el Fondo de Cultura Económica? ¿Por qué el Fondo de Cultura Económica es más prestigioso que el Instituto de Cultura de Sinaloa? Tiene que ver con el poder cultural, no con los contenidos. Eso sucede con las mujeres: hay un prejuicio sobre lo que escribimos las mujeres y si eso es la alta literatura o son los grandes temas literarios o no.

Es un entramado complejo, no se puede simplificar en algo específico. Son los historiadores, antologadores, la academia y quienes están en el Estado –los que hacen el teje y maneje de la cultura. Ellos revitalizan influencias o sepultan a un autor, según sus intereses políticos.

ÓA. Ya hablamos de la parte editorial y de México como un país machista. ¿Qué elemento de la cultura mexicana invisibiliza el trabajo de las mujeres? Como el caso de María Elvira Bermúdez o de Ana María Maqueo, con presencia en la Academia y en el trabajo ficcional y aun así las ocultan. ¿Cuáles son los elementos centrales para que una sociedad académica no las tome en cuenta?

LP. Los prejuicios. Ya lo decía Virginia Woolf y algunas otras autoras de su época, sobre los temas considerados universales: los temas con referencia hacia lo masculino, como la guerra, la ira. La ira es mejor vista en un hombre que una mujer.

Los personajes en la vida pública los marcamos como la literatura universal, mientras que los temas de origen doméstico y las emociones, son la periferia de esta literatura. Creamos y asumimos la literatura universal de forma unilateral, cuando podrían convivir.

Primer tomo de A golpe de linterna, de Liliana Pedroza
Primer tomo de A golpe de linterna, de Liliana Pedroza

Pero también es cuestión de si hay un autor que habla sobre temas domésticos. Es quién lo enuncia. En toda la literatura de Balzac sus personajes femeninos se desarrollan en un entorno doméstico y él es un autor universal, pero si una mujer habla de eso, es “una señora que estaba aburrida y, en lugar de coser y de tejer, escribió eso”. Es decir, cómo la sociedad ve al grupo social de las mujeres y cómo se nos oprime mediante la estereotipación: “las mujeres tienen que ser esto y aquello”.

Además, hay un adoctrinamiento de qué deben ser las mujeres. Por eso, a las mujeres se nos borró de la Historia. “Las mujeres no tienen por qué estar en el ámbito público, sino como las escopetas: cargadas y detrás de la puerta.” No estamos ahí justamente por el machismo.

Ya lo decía la escritora española Laura Freixas –que tiene ideas del feminismo con las cuales no estoy de acuerdo–; habla sobre cómo se crean los lazos del compadrazgo. Dijo apenas unos años: “Estos suplementos culturales son de esta semana y no hay ni una mujer. ¿Por qué? Porque los círculos literarios se forman en las cantinas, donde unos hablan con otros, se hacen amigos, se hacen alianzas. Las mujeres deben estar en su casa, dándole de cenar al marido y a los hijos –y acostando a los hijos para que vayan a la escuela.”

Agregaría otra cosa: si las mujeres llegan a ir a las cantinas a hablar de tú a tú con editores y otros autores, siempre se les pide pasar por una serie de pruebas de índole sexual: te tienes que acostar con alguien. No en todos los casos, pero sí sucede muchas veces. A mí me cerraron las puertas en Tierra Adentro.

ÓA. ¿Ocurre lo mismo en la Academia? Nadie se quiere meter con los SNI porque elaboran la gran investigación de nuestro país –y de los cuales no nos llegan sus investigaciones–, aunque tampoco sabemos quiénes son esos hombres. ¿Les ocurre lo mismo a las investigadoras?

LP. Sí, también sucede. Por eso hay pocas mujeres en la Academia. Esta estructura social se refleja en todos los ámbitos. Hablamos de la literatura, pero también sucede en la Academia, en las oficinas de gobierno, aseguradoras… es muy evidente en Filosofía y Letras, donde hay muchas más mujeres en las aulas. Luego, ves el porcentaje de mujeres en el profesorado o en puestos de poder.

Igual en el SNI, que son escalafones. ¿Quiénes son SNI III? ¿Qué favorece CONACyT en el área de investigación? Por ejemplo, para registrar una investigación en Estudios de Género tienes que ponerle en la flechita de “Otros”, “Otros” y luego “Otros”. No están en el apartado ni se contempla como un área de estudio.

Segundo tomo de A golpe de linterna, de Liliana Pedroza
Segundo tomo de A golpe de linterna, de Liliana Pedroza

ÓA. Aterrizando en A golpe de linterna, ¿cuál fue el criterio de selección a seguir para realizar esta antología?

LP. En principio, quería nombrar a todas las escritoras que encontré en la investigación para Historia secreta del cuento mexicano.

En la antología es una selección. De 500 autoras, entre Iván Trejo –de Atrasalante– y yo, decidimos escoger 100 autoras de un periodo de 100 años. Finalmente, no fue un corte de 100 años sino un poco más, pero es la idea.

Se hizo una lectura histórica para el cuento mexicano, cómo se desarrolló estructuralmente desde principios del Siglo XX hasta la actualidad. Y también, cómo se ve reflejado en estos cuentos el desarrollo social de las mujeres. Cuando regresé a todo este material y a mis notas, me interesaba que las historias, sobre todo, tuvieran protagonistas femeninos. No es en todos los casos, pero sí en 90% de las historias.

Ahí se puede ver muy claramente cómo hay una historia social en las mujeres, una historia no contada por la Historia de la Literatura mexicana. Cuando hice Historia secreta del cuento mexicano, recogí a todas estas autoras y dije “Voy a ver cómo las empato con el canon”. Por ejemplo, buscar mujeres estridentistas, y no, no calzan este movimiento con lo que ellas cuentan. Por eso, las mujeres no encajamos dentro de la historia, porque no somos tomadas en cuenta.

Dije: “si no hay una historia de las mujeres, voy a escribirla”. A golpe de linterna es la ejemplificación de Historia secreta del cuento mexicano, de cómo evolucionó el cuento a partir de lo que las mujeres abonaron en su momento histórico y también cómo se observa la evolución social de las mujeres a través de la literatura.

A su vez, cómo ellas se ven reflejadas, cómo ellas escriben de sí mismas –o de su época– a través de estas historias. Se puede ver también esa evolución.

ÓA. Cuando se hace una selección siempre se corre el riesgo de dejar a alguien fuera. ¿Qué pasa cuando continúas con la investigación y de pronto alguien te recomienda a alguna autora desconocida para ti? ¿Qué haces cuando te encuentras con una autora o con un dato que no habías encontrado?

LP. Historia secreta del cuento mexicano es una investigación muy exhaustiva, pero en un momento dado reconocí su imperfección. No iba a llegar a publicaciones de autor en la Sierra de Oaxaca, sabía que eso no podía ser. Algunos me dijeron “Existe una autora…”, y yo no la conocía.

Primero, se debe asumir la imperfección de toda investigación. En la antología me enfoqué en los materiales que tenía, las lecturas y anotaciones que hice, y releer. La antología no trata de hacer un canon, sino abonar a nuevas lecturas. En la Introducción menciono que son 100 escritoras estupendas, pero no las únicas. Es una invitación para buscar a otras autoras y que no están aquí por diferentes razones.

Te adelanto un poquito: justamente por la imposibilidad de reunir en una publicación impresa a todas las autoras, en este momento trabajo en un catálogo digital. Finalmente, ya obtuve la aprobación del Gobierno Federal –que no creía en este proyecto, pero la pandemia nos hizo ver la necesidad de tener el material digitalizado. Hago el catálogo digital porque es un catálogo vivo, que estará en constante actualización y que resarcirá las ausencias del catálogo primigenio.

Tercer tomo de A golpe de linterna, de Liliana Pedroza
Tercer tomo de A golpe de linterna, de Liliana Pedroza

ÓA. ¿Cómo equilibras el lenguaje académico de Historia secreta del cuento mexicano, con el lenguaje de A golpe de linterna? Pues Historia… es un referente de las cuentistas mexicanas emanado de una investigación doctoral.

LP. Es muy difícil porque una navega entre dos aguas –en ese equilibrio que dices– y puede ser muy positivo y también muy negativo en ciertos espacios donde lo académico, como no es tan académico, no me cuenta en ciertos espacios. La intención era, a pesar de no tener un lenguaje técnico, el ser más claro o cristalino o poder llegar a lectores menos especializados. No quiere decir que no haya una rigurosidad o sistematización o seriedad en el asunto.

Todo lo que cuento sobre la historia del cuento y las mujeres se puede ver y no. El lector lo puede encontrar y no, porque son varias capas de lectura. Esa era mi intención, dotarlo de tantas lecturas como la experiencia que tiene un lector.

Cuando seleccioné los materiales, tenía claras algunas cosas. Al tener más el material en conjunto, afiné las cosas. No fue lo tuve claro desde el principio, tejí los materiales conforme se me presentaron, porque una de las cosas de la antología es que uno de sus vehículos es lo cronológico. Sin embargo, no es riguroso porque intenté que los materiales hablaran en su conjunto, ver los vasos comunicantes y cómo lograr que el lector hiciera un viaje por estas autoras y pudiera conectarlas.

ÓA. Hablando estrictamente de la escritura, ¿cuáles fueron las autoras más experimentales que encontraste y a qué crees que se deba el surgimiento de esas escrituras experimentales? Por supuesto, me refiero a cada uno de los tomos, no es lo mismo “experimental” a inicios del Siglo XX que ya entradas las primeras décadas del Siglo XXI.

LP. Las autoras, por la misma naturaleza de la invisibilización, fueron muy experimentales para su época. Escribían en los márgenes y no fueron tomadas en cuenta, empezaron a escribir de lo que se les daba la gana.

Cuando hablamos de los experimentos literarios no es sólo cuestión de las estructuras. Sobre todo, lo encuentro en el tercer tomo, con las escritoras de los dos miles en adelante.

Los experimentos literarios se emparentan mucho con lo temático, cómo abordan ellas ciertas experiencias compartidas. Por ejemplo, en el tema de la Revolución. Si bien sólo conocemos a Nellie Campobello, para la narrativa de la Revolución ella fue bastante diferente al poner a una niña de narradora, quien hablaba sobre su experiencia con la Revolución en el norte de México. Varias mujeres que hablan sobre el tema de la Revolución lo tocan desde ángulos muy diferentes, desde mujeres en el campo de batalla hasta impulsoras de ideas de la Revolución. Eso es bastante.

O, por ejemplo, autoras como Dolores Bolio, quien toca temas dentro de lo social, pero habla sobre mujeres que podrían estar en la narrativa especulativa al ser sociedades donde las mujeres tienen otros roles sociales. María Elvira Bermúdez tiene un cuento –está en la antología– donde todos los personajes son mujeres: son juezas, magistradas, carceleras, viene-viene, una mujer es la asesina, diputadas, y no hay ningún hombre dentro de esa sociedad. Lo publicó a principios de los años ’60. Ella imaginó una sociedad diferente, con la posibilidad de ser diferente. Eso es muy rompedor.

Penélope Córdova es una de de las mujeres estructuralmente más experimentales. Tiene un libro de cuentos titulado Panteón familiar, donde crea diferentes biografías que se conectan. Los cuentos de Maritza Buendía son experimentales de alguna manera. Ilallalí Hernández tiene un libro de relatos muy interesante con un método de adivinación: crea una serie de relatos con el I-Ching, es como lanzar unos dados o cartas y de esos elementos crea una serie de minificciones.

Desde la minificción se experimenta bastante o se hace una búsqueda importante.

Liliana Pedroza. Foto de Ale Meter.
Liliana Pedroza. Foto de Ale Meter.

ÓA. ¿Hay culturas o países en donde no existe la invisibilización de la figura femenina?

LP. En el mundo occidental la invisibilización es una constante. No lo tengo tan claro a nivel global pero, por ejemplo, en los países de habla hispana es imperante. Probablemente guarda relación con la religión que compartimos, la cual manda una clara señal del “deber ser” de las mujeres: estar en la casa, abonar en el núcleo familiar –también tiene mucho que ver con el capitalismo.

Es un entramado muy complejo y perverso, una guerra contra las mujeres. Las mujeres siempre estamos en una guerra de baja intensidad –por lo menos–, donde la invisibilización es también una manera de asesinarnos.

ÓA. Comenzaste el trabajo con las cuentistas y nos damos cuenta de que la vida no nos va a alcanzar para abarcar otros géneros. ¿Conoces alguna investigación con mujeres poetas, novelistas o periodistas –o tú misma has iniciado alguna investigación?

LP. En estos últimos años tenemos conocimiento de muchos trabajos que se hacen en el campo de las historias de las mujeres. Veo muchos trabajos sobre mujeres en la música, mapografías, qué géneros musicales se vinculan, etcétera.

Hace poco vi una antología sobre mujeres dramaturgas en México. Se están haciendo, al menos últimamente veo antologías de mujeres poetas. También de mujeres ensayistas.

En estos últimos años, con este impulso de quienes investigamos las historias de las mujeres, se abren posibilidades para que, no necesariamente desde la Academia, se hagan sus propias antologías o sus propios mapas para visibilizar a las mujeres.

El asunto también es cuánto las apoya el Estado, cuánto estará dispuesto a apoyar la Academia. Todavía veo en los congresos de este tipo que quienes están en las mesas son mujeres y quienes escuchamos somos mujeres. El punto es: ¿cuándo van a poner los hombres su mirada en lo que hacemos las mujeres? Y a integrarnos en este gran continente literario, en el que hay para todos.


Descarga Historia secreta del cuento mexicano, 1910-2017 de Liliana Pedroza aquí:

http://eprints.uanl.mx/13572/1/Historia%20secreta%20del%20cuento%20mexicano_8.pdf


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