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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 9 de abril de 2021 [00:01 GMT-6] (Neotraba)

Luis J. L. Chigo: una persona de la que ya escuché bastante. Sin embargo, no había tenido la oportunidad de hablar directamente con él. En esta entrevista, en medio de grupos de K-pop y digitalidades varias, hablamos de literatura, crónica y la forma en que se nos enseña la historia; empezando, claro, por una obviedad.


Juan Jesús Jiménez. ¿Cómo te enseñaron historia y qué opinas de ello?

Luis J. L. Chigo. Los planes educativos fueron diseñados para ofrecerte datos antes que la Historia en sí. Aunque tenemos compendios muy grandes, no pasan de eso: una colección de datos que nos dificultan aprender de la Historia y no nos permite empatizar con ella. Son datos duros y rígidos. 

JJJ. ¿Sería como insensibilizarla?

LJLC. Yo no diría insensible. Regularmente, caemos en estas condiciones originarias del arte y más aplicadas a un rubro artístico. Me refiero a que sólo es un dato vacío. Desde la Filosofía, a esto se le llama historiografía. Y es una disciplina, un monumento.

Piensa en las estatuas, son historia ignorada. El Parque Juárez, por ejemplo. Debe haber gente sin idea del porqué del nombre del parque o de las estatuas. Es inhumana porque no se mueve. Si fuera más humana, podría darnos paso al futuro. De otro modo, se vuelve alienante.

JJJ. ¿Es posible contar la Historia como una narración?

LJLC. Sí, pero mucha gente está en contra de ello; por alguna razón, la Literatura se denuesta en la Historia escolar. Aunque la misma Literatura no lo ve así. La novela, después de todo, cumple la labor de narrar.

Desde los orígenes históricos de nuestro país, bajo concepciones occidentales adoptadas por nosotros, la tradición literaria tiene como base la crónica. La crónicas de naturales, como la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, que es literaria y hasta de corte mitológico. Más cuando narra su llegada al palacio de Moctezuma, con todas esas imágenes del árbol de fuego y las cosas tan extrañas que lo impresionan.

Si partimos de eso, la Literatura no pretende decir verdades. El relato de Díaz del Castillo, aunque tiene datos ficticios, no afecta el hecho de ser una forma de contar un suceso.

Además, la Literatura sí transforma la realidad. Carlos Montemayor, en Guerra en el paraíso, escribe sobre la desaparición a manos del ejército de un compositor de corridos, Rosendo Radilla. Cuando su familia lleva la novela a la Corte Interamericana de Derechos Humanos en calidad de testimonio histórico, logran que el Estado mexicano les pague una remuneración.

JJJ. ¿Cuál fue tu experiencia como estudiante al aprender Historia?

LJLC. Nunca tuve un desagrado particular. Desde que recuerdo, siempre me acerqué a las humanidades y al final pesó más en decisiones como la elección de mi carrera profesional.

Siempre manejamos ciertos prejuicios ante la Historia pero para mí no me resultaba desagradable. Tampoco muy agradable, me aburría en las clases con el resto de mis compañeros. Eso es producto de la mala enseñanza de la materia.

JJJ. ¿La Historia es una herramienta de la Literatura o la Literatura un impulso para hacer Historia?

LJLC. Es un poco reduccionista verlo así. Es como afirmar que una es más abarcante que la otra. Las historias de ambas tienen la misma antigüedad. Si bien no existe la Literatura desde el inicio de los tiempos, tampoco hemos racionalizado siempre la Historia.

Para la Historia académica, la literatura es un mero testimonio. Y es cierto, en tanto la literatura existe en una dimensión temporal. Tanto así que, desde Ilíada y Odisea, no hemos renovado o innovado las temáticas ontológicas.

Pero, para una respuesta específica, cualquiera que estudie Literatura deberá conocer algo de la Historia, y cualquiera que haga historiografía debe apostar por una dimensión más humana al relatar un suceso histórico.

Luis J. L. Chigo. Fotografía de Alexis Salinas.

JJJ. Dentro de la escritura de la novela histórica, ¿qué problemas existen?

LJLC. Yo no diría que son problemas, no es una cuestión de género. Cuando un escritor se sienta a escribir algo de esas dimensiones es porque posee mucha experiencia, pues requiere de investigación y un uso del lenguaje magistral para una narración fluida. El escritor, en ese caso, no trabaja únicamente la lengua, sino también la historia.

Fernando del Paso —un estudiante que al ver vísceras huyó de la Facultad de Medicina— escribió Noticias del Imperio, una de las novelas históricas más icónicas en la literatura mexicana contemporánea. Cuando trabaja para la BBC en Londres y posteriormente como consejero cultural en Francia, lleva a cabo una investigación de varios años sobre el Segundo Imperio Mexicano. Se impresiona de que en México no tuvimos sólo un imperio sino dos, en distintas épocas y circunstancias. Paco Ignacio Taibo II tendría un conflicto con el libro mencionado; muchos tachan la novela de Del Paso como mentiras muy bien contadas.

La novela histórica no puede ser un dato duro. Si lees un libro escolar de historia, te vas a aburrir al leer sobre el Segundo Imperio Mexicano, pero en Noticias del Imperio, entre los relatos de los mineros de Querétaro que le dan a Carlota un cetro maravilloso y los pensamientos de las gentes, da a entender que la novela no te da verdades.

Habría que preguntarle a los historiadores cuándo han dado con una verdad absoluta. Antes que contar una verdad, la Literatura procura más el goce estético.

JJJ. ¿Cómo usar la crónica para fines históricos?

LJLC. Te seré sincero. Primero: pienso que la crónica fue expropiada por el periodismo. Por eso mismo no conserva el mismo sentido que tuvo en su momento, con los primeros españoles en América, por ejemplo. Segundo: mi experiencia en la crónica es más amateur. Conservo de ambos tipos de crónicas el registro de verdades.

Además, es muy difícil escribir con el propósito de, no tenemos idea de si nuestras anécdotas tendrán trascendencia histórica, pero siempre cuentan una perspectiva única. Díaz del Castillo no escribe con la intención de ser leído 500 años después. No hay una intención clara. No sabemos si en cien años todavía leeremos a Fuentes. Sin embargo, siempre debemos dejar registro de nosotros y nuestro entorno. La Historia decide si es o no determinante.

Así que no. La crónica no sirve a la Historia y se orienta más a su lado literario, como poética de lo cotidiano. Con el tiempo, se decide si es trascendente.

JJJ. ¿Cómo escribir una crónica?

LJLC. Le preguntas a alguien que no es muy experto, pero ahí va: la crónica no es sólo el dato duro, no hay una verdad absoluta. Martín Caparrós te diría que es una perspectiva de un narrador en 360°, que narra todas las contradicciones de lo cotidiano. Lo comparto, la crónica habla más de ‘lo ligero’. Narra excepciones, detalles, matices más humanos sin arcos dramáticos. Sin ello, tendría una estructura más rígida, con un inicio-desarrollo-final preestablecido.

Se trata más de romper con los esquemas, llenarlos de vida y no olvidar que se trata de una perspectiva propia. Va más allá de contar una verdad. Además, siempre habrá un buen editor detrás de cualquier narración o crónica para enmendar errores.

JJJ. ¿Algunas recomendaciones relacionadas al tema?

LJLC. El trabajo periodístico de Fernando del Paso, aunque difícil de encontrar. Me gustan sobre todo las crónicas alrededor de la Guerra de las Malvinas: aunque estaba en Inglaterra y le costaría su trabajo en la BBC, escribe con todo el coraje de saber que en pleno Siglo XX una nación europea interviene en Latinoamérica.

Vicente Alfonso es un referente actual tanto en crónica literaria como en crónica periodística. Recomiendo también a Javier Valdez, asesinado a causa de su trabajo como cronista del crimen organizado en el norte del país. Magali Tercero, cronista urbana. Cristina Soto van der Plas, que hace híbridos de crónica con psicoanálisis y poesía. Puedes leer su libro Curaçao. Costa de cemento, pueblo de prisión; a pesar de ser un poco complicado, vale mucho la pena. Carlos René Padilla y Ryszard Kapuscinski. Son los que de momento vienen a mi mente y los que te recomiendo.

JJJ. Para cerrar estas entrevistas como se debe: si pudieras relacionar un personaje histórico con un sabor de helado, ¿cuál sería y por qué?

LJLC. Mis personajes históricos son bien raros, no son muy reconocidos. Son más bien pobres diablos que deambulan por ahí. Llaman más mi atención los músicos vivos.

Con el sabor te voy a decepcionar porque es muy ‘básico’: de fresa. De personajes: los cantantes de K-pop, porque sí pienso que hacen historia. Para ser más específicos: Lisa, una de las cantantes de Blackpink.

Luis J. L. Chigo. Fotografía de Alexis Salinas.

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