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Honduras, 29 de noviembre de 2023 (Neotraba)

Este cuerno que he decidido soplar
no invoca a los espíritus de la noche,
ni atiza el bestial fuego
que enciende la madrugada,
tampoco esparce la ceniza
que brota de la pipa de Pavese.

Esta noche he decidido
sentarme al lado de Pavese
y preguntarle sobre las voces:
que se desprenden de la lengua
atemporal de los centauros
y las palabras que se deshacen
en la saliva de los insomnios.

Hay días en los que Pavese
viene desde Turín a la montaña de la flor,
y me mira leer sus poemas
e inventar una nueva forma de vida
en la que no existen soluciones,
ni rayos efímeros de esperanza:
solo vivir en las entrañas del desasosiego
y partirme cada uno de mis dedos
hasta escuchar la voz agonizante
e insoportable de mi dolor.

Mamá nos contaba que en un rincón
de la montaña de la flor:
hay una fotografía en blanco y negro
de Cesare Pavese fumando su pipa
y leyendo poesía junto a una fogata.

A veces, Pavese se sale de esa fotografía
y se va a la punta de la montaña
a escribir poemas y esperar
que caiga deshojada la noche
y traiga consigo un suspiro:
para los hombres forjados
con la benevolencia del maíz
y el inquebrantable mito de la flor.

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