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Mario Vargas Llosa foto de Pascual Borzelli Iglesias
Mario Vargas Llosa foto de Pascual Borzelli Iglesias

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

Qué difícil ha sido escribir en defensa de los comentarios, con los que no concuerdo, de un escritor al que admiro con fervor. En los últimos días, el premio nobel 2010, Mario Vargas Llosa (Perú 1936) ha hecho tres declaraciones –dos en entrevistas y una en su columna quincenal en El País– que han derivado en muestras públicas de desaprobación –y hasta repudio– en redes sociales, columnas y entrevistas a diferentes autores.

 

La primera declaración fue durante la presentación de su último libro La llamada de la tribu (Alfaguara. 2018): “Hay una posibilidad –y las encuestas dicen que grande– de que México retroceda de una democracia hacia una democracia populista, una democracia demagógica…” refiriéndose a la posible victoria de Andrés Manuel López Obrador. La segunda la arrojó en entrevista con Carmen Aristegui: “El que haya 100 periodistas asesinados, es en gran parte por culpa de la libertad de prensa que hoy en día permite a los periodistas decir cosas que antes no se podían permitir…”. Y la tercera fue publicada el 17 de marzo en El País, con el título “Nuevas inquisiciones” (clic): “Pero lo que me tiene más desmoralizado últimamente es la sospecha de que, al paso que van las cosas, no es imposible que la literatura, lo que mejor me ha defendido en esta vida contra el pesimismo, pudiera desaparecer. Ella ha tenido siempre enemigos. La religión fue, en el pasado, el más decidido a liquidarla estableciendo censuras severísimas y levantando hogueras para quemar a los escribidores y editores que desafiaban la moral y la ortodoxia. […] Ahora, el más resuelto enemigo de la literatura, que pretende descontaminarla de machismo, prejuicios múltiples e inmoralidades es el feminismo. No todas las feministas, desde luego, pero sí las más radicales y, tras ella, amplios sectores que, paralizados por el temor de ser considerados reaccionarios, ultras y falócratas, apoyan abiertamente esta ofensiva antiliteraria y antiintelectual”.

 

 

Sobre la primera no hay mucho que decir, responde a su actual postura política. Es muy difícil hablar de lo segundo. A finales de 2017, The New York Times lanzó un reporte sobre cómo la libertad de prensa en México ha sido mínima (clic), prácticamente ningún periódico nacional se salvó de la crítica: el primer periódico de izquierda, La Jornada, fue señalado por haber perdido libertad editorial al recibir dinero del gobierno durante una crisis financiera, y a diarios antiguos como Excélsior y El Universal se les acusó de alta censura.

 

Sin intenciones de contradecir a uno de los diarios más influyentes del mundo, no sé qué tan objetiva fue su investigación. Por supuesto, la represión que se padece en el país en mucha y enfermiza; en un video de La brigada para leer en libertad, el periodista José Reveles mencionaba que el pago por una nota es de $30: cantidad ofensiva y hasta irrisoria; en el mismo video Jorge Moch dijo que en muchos diarios el personal de intendencia gana más que los periodistas. Sin embargo, hay que darse una vuelta por varios periódicos para ver que sí hay una variedad más o menos aceptable de opiniones y críticas directas al Estado, el problema es que la libertad de expresión no acaba ahí, porque en realidad eso no es libertad de expresión; evidentemente, tanto el gobierno federal y local –según la entidad del periodista– en turno no deben escatimar en recursos para la protección de cada periodista que pudiera ser agredido por el crimen organizado. Significa que tenemos una libertad de expresión a medias –o quizá ni eso–, el que haya “100 periodistas asesinados” (en realidad son más, a mediados del años pasado eran 107) no es por la libertad de prensa, es por no tener una auténtica libertad de expresión en México.

 

 

Pero de lo que me interesa escribir es sobre la declaración en su columna. Es necesario manifestarse en contra cuando un Premio Nobel de Literatura señala directamente al feminismo como “el más resuelto enemigo de la literatura”, y es igualmente necesario no perder la postura objetiva, creo que su error fue hablar de feminismo y no de grupos radicales, evidentemente no es lo mismo, porque en general podemos entender que algo, pertenezca a la ideología que pertenezca (incluso las más noble), si es radical, quizá sea cuestionable, de hecho lo indica: “no todas las feministas, desde luego, pero sí las más radicales”, si es así como piensa, ¿por qué no poner que son sólo algunos grupos radicales y quitar el primer señalamiento hacía todo el feminismo? Hubiera traído menos problemas.

 

 

Aun con el error, hay que darse la oportunidad de leer el texto a detalle, hay mucho de cierto en lo que dice: “Naturalmente que con este tipo de aproximación a una obra literaria [analizarla desde lo considerado como inmoral] no hay novela de la literatura occidental que se libre de la incineración. […] Quienes quieran juzgar a la literatura –y creo que esto vale en general para todas las artes. Desde un punto de vista ideológico, religioso y moral se verán siempre en aprietos”. Luchar contra la literatura es probablemente luchar contra la pared, “ella [la literatura] no es moral ni inmoral, sino genuina, subversiva, incontrolable o postiza y convencional, mejor dicho muerta”, y a esto yo agregaría amoral: la literatura es el lado b de la vida; en otras palabras: presenta historias de lo que nunca ocurrió. Incluso cuando retoma temas históricos o anécdotas personales, al escribirlas desde la memoria tamizada de falsos recuerdo se vuelve irreal. Así que, ¿cómo juzgar de moral o inmoral a lo que no existe (lo digo en el campo de lo pragmático, porque en la imaginación y las emociones sí que existe)?

 

Mario Vargas Llosa foto de Pascual Borzelli Iglesias
Mario Vargas Llosa foto de Pascual Borzelli Iglesias

 

Alguna vez le mostraba a un amigo un fragmento de un cuento mío en el que un chofer está contando un recuerdo de su adolescencia, empieza así: “Ayer en la peda, los cuates me preguntaron que cual era mi experiencia más cabrona, ¡la más culera de todas!” No le gusto mi texto y me hizo un par de sugerencias, ¿por qué no en lugar de “peda” pones “reunión de amigos”?, ah, y quedaría mejor si cambias lo de “culera” y “cabrona” por “paralizada” y “horripilante”. Nunca me ha gustado defender mis textos, prefiero dar las gracias y tomar lo que sirva; ese día no pude callarme, le dije que así no hablaba un chofer. Tú tomas el transporte a diario, conoces el lenguaje que emplean y en general es un poco soez y limitado. Ya no me dijo nada.

 

 

Traigo esto a colación porque eso ejemplifica lo que pienso de la literatura, es, me parece, un espejo tergiversado de la realidad. Es una pérdida de tiempo combatirla porque cambiándola no mejoraremos la realidad, todo lo contrario, y Vargas Llosa lo plantea muy bien: “Quienes crean que la literatura se puede ‘adecentar’, sometiéndola a unos cánones que la vuelven respetuosa de las convenciones recientes, se equivocan garrafalmente: ‘eso’ que resultaría sin vida y sin misterio, con camisa de fuerza, dejaría sin vida de escape aquellos fondos malditos que llevamos dentro y estos encontrarías entonces otras formas de reintegrarse a la vida. ¿Con qué consecuencias? El de esos infiernos donde ‘el mal’ se manifiesta no en los libros sino en la vida misma, a través de persecuciones y barbaries políticas, religiosas y sociales. De donde resulta que gracias a los incendios y ferocidades de los libros, la vida es menos truculenta y terrible, más sosegada, y en ella conviven los humanos con menos traumas y con más libertad. Quienes se empeñan en que la literatura se vuelva inofensiva, trabajan en verdad por volver la vida invivible, un territorio donde, según [Georges] Bataille, los demonios terminarían exterminando a los ángeles. ¿Eso queremos?”

 

 

Como mencioné arriba, es necesario denunciar que se equivoca al hablar del feminismo como el inquisidor de la literatura, pero sin perder objetividad y no caer en falacias o sofismas. Esto por dos cosas que considero relevantes: es importante saber contra argumentar, y la segunda: entender que no es lo mismo el Vargas Llosa politólogo al Vargas Llosa escritor. Tratándose del escritor, vale defenderlo de las muestras de rechazo hasta el cansancio. Por eso este texto es en defensa de Mario Vargas Llosa, y es que a raíz de esas tres declaraciones –lleva ya un tiempo siendo una persona polémica– muchas personas, a través de sus muestras de desaprobación se manifestaron a favor de no leer sus novelas.

 

Mario Vargas Llosa foto de Pascual Borzelli Iglesias
Mario Vargas Llosa foto de Pascual Borzelli Iglesias

 

Por ejemplo, con respecto a su declaración sobre AMLO, el 6 de marzo se publicó en el portal Sin Embargo una respuesta a Vargas Llosa (clic) en la que contra argumenta su postura política: válido. Lo que no es válido y cae en la falacia del hombre de paja es su comentario respecto a su literatura, esto por dos cosas: el trabajo de Vargas Llosa en la elaboración de personajes, tramas y estructuras narrativas, así como con el lenguaje habla de una maestría incuestionable y por eso mismo el gran aporte que le ha dado a la literatura hispana es genuino, no es exageración decir que se trata de uno de los grandes novelistas contemporáneos sumergidos en la búsqueda del todo en una novela.

 

 

Y lo más importante: no podemos criticar la obra de un escritor a través de su vida: evidentemente no es lo mismo, y traté de dejarlo en claro párrafos arriba. No hay correspondencia. Tampoco es un requisito, ni siquiera una evidencia histórica que el escritor debe llevar una vida correcta para ganarse el derecho a ser leído; finalmente, seguimos leyendo y abrumándonos con los cuentos de Poe: alcohólico adicto al opio; los de Lovecraft: racista; a Eusebio Ruvalcaba se le acusó de ser machista; Scott Fitzgerald era alcohólico; Hemingway tenía también problemas de alcohol y se suicidó; de Bukowski y Raymond Carver mejor ya ni hablamos.

 

 

Si no hiciéramos esta separación, sería difícil leer algo por encontrar al autor como inmoral. Pero la literatura no funciona así.

 

Por eso esta columna es en defensa de Mario Vargas Llosa, uno puede diferir de sus opiniones, pero no negarse –y sobre todo tratar de negar a otros– la lectura de libros como La ciudad y lo perros o Travesuras de la niña mala, ambos libros excelsos; de hacerlo, borraríamos del mapa a uno de los escritores más comprometidos con la literatura y las herramientas que ésta nos ofrece.

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