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Por Mónica Maristain

Ciudad de México, 10 de marzo de 2021 [00:01-GMT-5] (Maremoto Maristain)

El Libro de Aisha documenta las cotidianas y minúsculas catástrofes que una ausencia irreparable ocasiona al interior de una familia cuando uno de sus miembros se transforma en un desconocido. ¿En quién nos convertimos nosotros cuando somos el testigo que sobrevive para contar la historia de cómo perdimos la presencia tan íntima y cercana de una hermana o una hija?, es el comentario de la poeta Sara Uribe a propósito del reciente libro de Sylvia Aguilar Zéleny.

Se trata de un relato autobiográfico al que le costó bastante llegar, que trae el tema del Islam a nuestro país y que revela la influencia de los fanatismos y de la idealización en las familias.

“Eso fue precisamente lo que me hizo pensar que tenía que escribir esto. Es tan lejano a nosotros el Islam, pero que al mismo tiempo está tan cercano a nosotros, en la negociación de afectos. El Islam es algo tan parecido al machismo mexicano”, dice Sylvia Aguilar Zéleny, en una autocrítica fuerte.

Portada de Libro de Aisha, de Sylvia Aguilar Zéleny.
Portada de El libro de Aisha, de Sylvia Aguilar Zéleny.

“Lo que recuerdo y lo que escuchaba antes de la conversión de mi hermana, es que había la misma entrega al feminismo, al socialismo, a las marchas estudiantiles, siento que es como si hubiera cambiado de ídolo y hubiera habido la misma entrega. Con mi hermana siempre fue así, con esa intensidad”, agrega.

Los padres que no reconocen a sus hijos, dice Sylvia en la novela. “Mi hermana cayó en una especie de autoborramiento. Cortar los lazos, cambiarse de nombre y por otro lado en mi padre y en uno de mis hermanos, también hubo algo de eso. Borramos lo que nos duele, borramos lo que no sabemos negociar. He pasado por varias etapas de mi padre, pero con el paso del tiempo y la maternidad me hizo comprender qué tanto se estaba protegiendo él mismo”, dice.

Patricia era la hija favorita del padre y empieza a autoborrarla. “Mi padre no entendía la situación. Uno a veces se explica el tema por amor, pero mi padre no entendía, cómo es que puedes cambiar esto, las luchas de poder que tenía con él y ser una mujer ahora sometida. Eventualmente negoció, pero nunca pudo comprenderlo”, expresa.

La palabra sumisión está en casi todo el libro. “Hay una especie de dominó. La obediencia de ella hacia su marido y la obediencia que ella nos exigía. La obediencia de mi madre era no perder a su hija. La cadenita podría haber seguido tan fácilmente de esta manera, era una fuerza de poder identitario”, agrega.

“Creo que un poco escribir el libro para mí era una manera de entender y de recuperar. En esta nueva edición que Eloísa Nava me empujó a decir ciertas cosas que no había terminado de decir, es entender que queda una cicatriz”, afirma.

Estar a oscuras es algo que la protagonista y la narradora también se va dando cuenta. “Una parte de mí sabía que no lo iba a entender, que en un momento iba a entrar la luz, pero hay cortinas que se quedan ahí”, admite.

El Libro de Aisha tiene muy contenta a Sylvia Aguilar Zéleny, porque el libro tuvo varios momentos de taller y de reflexión hasta ser editado. “Yo misma me estaba invisibilizando”, afirma.

“Yo pensaba escribirlo desde la ficción. Hay una primera versión de eso. En realidad era una novela de autoficción y el libro esperó a que estuviera lista. En esta versión de Literatura Random House me han sacado totalmente del clóset. Asumir el duelo y que nunca se va a ir”, afirma Sylvia.


Esta nota se publicó originalmente en Maremoto Maristain:

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