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Por Óscar Alarcón Travolta

:Cian

Contrasta con el amarillo. Sostén. Me detienes. Me sostengo y me detengo en ti. Me gusta ver adentro y congelar mis manos. Me detengo a pensarte y te siento. Te escapas ligera. Mueres por quedarte. Y deseo entrar en el azul que tienes como piel, en tu melancolía cotidiana. En tu mirada. Me reflejo.

:Amarillo

Oro clavado en el corazón del hombre que se desangra. Y se detiene. La gota que inunda el ser. Tiene tu estatura, y mide lo mismo que tú: el infinito lejano viene llegando. Te deseo —muerte pequeña y convulsa— con los ojos abiertos. Distante.

:Magenta

Me repito y desdoblo. El recorrido por tu piel. Me disperso, me transformo en átomos y me escondo en el granate de tus palabras, en los ahogados gritos que nunca has liberado. Tus muslos son laberintos cuya salida está en su techo. Tu espalda es un corazón de punto y aparte, que enloquece cuando lo llamo. Me-moria.

:Negro

Sombra de viernes —vienes— guardada en el sillón donde te escribo. Es una ínsula esférica de tu cuerpo. Desnuda con los ojos. Son tus manos una casa que me hace regresar a un recuerdo. Me atrapas y de luto me cierras los ojos cuando no estás.

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