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Puebla, México, 8 de marzo de 2024 (Neotraba)

Todas las fotografías son de Edith Arias y fueron tomadas con consentimiento de las personas que en ellas aparecen

Para Claire,

Y todas las que alzan la voz, que nunca dejen de gritar.

Te escucho hablar de los abusos y las reglas absurdas. Pelear por tu espacio, cuestionar las imposiciones y exigir un diálogo. Te veo arder por las reglas impuestas y siendo señalada por cuestionar el sentido de ellas. Intento hacerte ver que no es tan simple como parece, que las reglas ya estaban ahí y que, si entiendes su contexto, comprenderás que es una cuestión más grande, que es cultural, y que cambiarlo es difícil. Pero que no te rindas, siempre es posible entablar un diálogo y llegar a acuerdos. Que está bien hacer lío, la guerra es necesaria para el concilio y la armonía. Me cuentas que siempre te has dejado pisotear y ya te has cansado de eso. Comprendes que no es posible cambiar de un día al otro las dinámicas injustas, pero que ya no te vas a quedar callada, y me dejas pensando…

En qué momento deje de pelear y cuestionar. En qué momento mi solución es comprender el contexto y justificar que se trata de una cuestión cultural. En qué momento me rendí y acepté que asi eran las cosas. Sera acaso que la estructura me alcanzo y ejerció sus dinámicas sobre mí o será que me cansé de ver que por cada tres pasos que damos, nos regresan dos y el dolor no calma.

Recuerdo tener 17 y sentir que mi sangre ardía. Querer gritar y señalar cada injusticia en la calle, la escuela y la casa. Cuestionando ¿por qué ese tono de labial no?, ¿qué de malo tiene bailar, si lo disfruto tanto?, ¿por qué una falda me hace menos digna?, ¿por qué cocinar? con el argumento de que yo soy la mujer, ¿qué de malo tiene reír? Si no es mi culpa que mi risa resuene. ¿Qué? ¿Por qué?, por todos lados.

Recuerdo tener 17 y no importarme quien me vea llorar o me juzgue por sentir mucho. Mirando feo y retando a cualquiera que me vulnerara. Señalando y argumentando, con una voz que retumbaba en los espacios. Cuestionando las dinámicas que nos subordinan y las figuras de poder. Por qué aguantar celos y acusaciones, cuando ellos eran los que faltaban a nuestros acuerdos de relación. Por qué enemistarme y señalar a una mujer, si el que nos comparó y confrontó fue un hombre. Por qué esconderme y apenarme, si mi violentador está en la calle disfrutando su juventud. Por qué sentirme impura por lo que perdí, y el no sentirse la escoria por lo que me quitó. Por qué callarme el dolor, con el miedo de lo que la gente piense de mí. Por qué aguantar los malos tratos, solo porque él no tuvo una vida fácil, por qué si la mía tampoco lo fue y no pisoteo a los demás. Por qué, por qué, por qué…

Hace unos meses, me cansé y acepté que era muy soberbio de mi parte querer resolver todos los problemas a mi alrededor, pues eso me había llevado a olvidarme de mi, dejarme de lado. Estoy aprendiendo la importancia del autocuidado y el cuidado colectivo. Pero honestamente me siento cansada, apagada, sin ánimos. No entiendo nada; solo sé que me cuesta salir de la cama, no recuerdo la última comida que hice o el ultimo baño que tome. La despensa está intacta, mi ropa limpia sigue en la silla sin acomodarse y la sucia hace un tapete en el piso. Sigo viendo injusticias y cuestionando dinámicas, pero ahora no grito. Ahora solo lloro y escribo, cuestiono por qué permití los abusos, por qué permití que me callara la voz y la risa, por qué dejé de bailar, ¿por qué le incomodaba?, ¿por qué deje de cantar, saltar y jugar?, ¿por qué solo puedo pensar en el ultimo abrazo que me dio, en ese beso que me inundó y en esa voz quejándose de lo invasivo que era mi amor?

Hay muchas cosas que no entiendo, el amor, la vida, el sinsentido me ha invadido y no puedo dejar de sentir la miseria en todos lados. Me dijeron que esto pasaría y me resistí a creerlo; pensé que siempre sería un huracán y que nada me callaría. Querida Claire, escucharte me movió recuerdos, me hizo ver lo lejos que estoy de la chica que solía salir a marchar, cuestionar y luchar por un mundo mejor. No sé en qué momento dejé de exigir un cambio y acepté que la vida era así, no sé en qué momento me apagué. Quiero pensar que esto es solo una pausa, un sueño, una neblina en mi mente; y que regresará ese fulgor. Que esto es solo un respiro para volver recargada. Por mientras, no apagues tu voz. Te suplico que no dejes de ser tú y deseo que a ti no se te vaya esa hambre de justicia. Amo verte brillante, vivaz, decidida y segura. Eres un abrazo a mi corazón…


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