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Por Iván García Mora

Tijuana, Baja California, 04 de febrero de 2022 [16:50 GMT-5] (Neotraba)

1.- Mi tarde empezó con dos cosas en la mente: 1) Isa regresa a Tijuana; 2) Prometí escribir una crónica sobre el show de The Shotgun Wedding. Decidí acompañar a la banda desde temprano, con la intención de palpar las sensaciones, las ideas tiradas al aire, la ansiedad del soundcheck. Isa llegaría ahí mismo, con el guitarrista y su mejor amigo y cumpleañero acuario, Butters. Así que todo estaba planeado. Todo coincidía. Un mapa se revelaba en mi mente con las coordenadas precisas para llegar al lugar del encuentro: La Casa Amarilla.

2.- La Casa Amarilla se despedía esa noche, un último alarido en busca de inmortalizar su nombre. Un venue-casa donde a raperos, low-fi dj’s, trovadores punks, hardcoreros, reguetoneros, avantgarders, newwavers y poetas y a muchos más se les permitió soñar que podían cambiar la vida de un desconocido, sobre un escenario, en el Centro de Tijuana.

3.- Llegué a La Casa Amarilla y no había rastro de los Shotgun. Así que entré y conviví con algunos de los residentes: Chuy, Naomi, Sam, Alex y Moi. Comían ceviche y hablaban de la inminente mudanza. Al ser cuestionados sobre sus emociones frente al último show, bromearon para desviar la nostalgia. No los culpo, la risa es la mejor manera de aligerar el paso del tiempo.

4.- Al ver llegar a Isa la abracé y me vino de golpe la noche en que la conocí. Ella traía puesto una especie de transdisfraz: un híbrido entre hada y piñata, o por lo menos así lo recuerdo, muchos colores la adornaban. Yo iba vestido de John Wick e imaginaba que en algún momento de la fiesta de Halloween habría una gran pelea, todos se darían cuenta de que John Wick estaba presente y mis puños tendrían que satisfacer a su público.

5.- Un doble show en sábado fue lo que La Casa Amarilla (Ask a Punk House para algunos) decidió ofrecer como gran final. En el patio: combinación entre punk, metal y hardcore roñoso en busca de reventar tu mente. En la sala: psicodelia-shoegazera-jazzy-punk esperando crear un corto circuito en tus neuronas. Hay que escoger bien cuando se trata de violencia sonora.

6.- Cargar bocinas, cables, stands de batería y guitarras. Soñar en voz alta la posición del escenario y el público, como un grupo de sacerdotes que buscan redecorar su iglesia.

7.- Isa es la Libra Mayor. Directora de la Facultad de Libras, en la futura Universidad de Horóscopos de Baja California. Profesora honoraria del Seminario de Libras. Por eso es que todos estamos parados alrededor de ella. Es un bruja natural: cuando lo decide puede leer tu mente. Todos llegan y son cuestionados: “¿Qué signo eres?”. Un par de leos, varios acuarios, un sagitario, un full géminis, otro libra y yo un géminis casi-cáncer. La entrada a La Casa Amarilla es una orquesta de risas antes de la tocada.

8.- Caminamos al Oxxo, compramos cervezas, whisky barato, nos volvemos un detalle más en el paisaje nocturno de Tijuana.

9.- Hay mentes que son imanes. No eres tú quién decide, es su magnetismo. Por eso es que, sin darme cuenta, ya no había nadie a nuestro alrededor. Esto puede sonar sencillo, genérico, pero a veces las palabras más simples son las únicas que necesitamos. Ya lo escribió Don Brian Eno: “Don’t be frigthened about clichés”.

10.- Los Shotgun tocan en la sala, mientras los escucho pienso en que todos merecemos creer que nuestros amigos son la mejor banda del mundo. Que Butters es mejor guitarrista que Paco de Lucía y Jeff Beck juntos. Que Gil es un mejor cantante y performer que David Bowie, Chalino Sánchez y Bjork juntos. Que Aarón y Alex son la mejor base rítmica en la historia de la música contemporánea. Todos merecemos creer que somos eternos.

11.- Cuando Gil canta “I’m a loaded gun” el mundo se detiene y lo comprendo: el público en un concierto es como el mar, una ola que se estira y se comprime entre empujones, gritos, risas y bailes. Somos el mar cuando vamos a un concierto, y yo siempre pienso en mi abuelo cuando veo el mar.

12.- La sala está llena de miradas conocidas. Ceci, Edgar, Halaina, Carlos, Marlon, Adrián, Jocelin, Marquito, Damián: es una fiesta familiar. Vladimir, manager de los Shotgun, es también el fan supremo de la banda. Empuja a Gil y Gil regresa el empujón. Empujones y empujones por todos lados. Empujar como forma de vida. Empujar como postura ante la realidad. Empujar como forma de pensamiento. Empujar porque como me dijo Rommel: “Si no hacemos nosotros el desmadre, entonces quién”. Empujar y empujar y comprobar de reojo que Isa está pasando un buen rato.

13.- No recuerdo si fue antes o después del “Shotgun show”, pero hablaba con Halaina de la cantidad de gente que llegaba a La Casa Amarilla para ambos gigs. Nos movimos a la cochera, que esa noche era cochera y entrada a la parte punk. Le prometí al bouncer que no iría escuchar a ninguna banda, que no entraría hasta la parte trasera del patio. Que solo buscábamos aire. Que sólo buscábamos escucharnos. “No necesitas cobrarme, te lo juro”. Fue ahí cuando El Pato nos contó lo maravilloso de ser padre. También habló de que su hijo de 12 años se quiso escapar con una chica.

14.- Los Shotgun Weding terminan, Isa y yo salimos a caminar. El Parque Teniente Guerrero se vuelve nuestro escenario, oficialmente estamos a la mitad de Before Monday. Una película que no existe, pero que podríamos vender como a una side story para la Before Trilogy. Ethan Hawke y Julie Delpy hablando horas y horas sin cansarse, inventando un lenguaje propio, un idioma que solo puede ser emanado por dos bocas en el mundo; tratando de vaciar todo lo que habita en su mente, antes de que sea lunes y Julie tenga que regresar a Ensenada.

15.- Amo a la gente que lo da todo. A Butters bailando con Amor, sacando los pasos más extravagantes del mundo, sin siquiera llegar a verse extraño. A Vladimir y ese calor en el pecho que siente por The Shotgun Wedding. A Jocelin y su dedicación a ser ella, a costa de todo ser ella.

16.- En 2020 caminé algunas veces por el centro de Tijuana. Bares cerrados, restaurantes desiertos, un silencio pesado sobre las banquetas. Me imaginaba viendo todas estas calles desde arriba: las venas de un cuerpo convaleciendo. Es por ello la importancia de La Casa Amarilla, porque nos regresaron lo que la incertidumbre nos quitó. Nos hicieron creer de nuevo en la vida colectiva.

17.- La Casa Amarilla no está muerta. El Dandy del Norte no está muerto. El 868 no está muerto. Todas las casas de las que me he vuelto visitante durante mis veintes no están muertas. Viven en mi memoria.

18.- La amistad es el único país al que quiero pertenecer.

19.- Caminamos de La Cacho rumbo al centro, ya es de día, tal vez las 3 o las 4. Nos dimos cuenta que, si llegábamos a las 7, cumpliríamos 24 horas hablando. Ethan y Julie contándose todo: el origen familiar, los “cómo te ves de viejo”, el amor por los gatos, el casi odio a los perros. Ethan y Julie recorriendo callejones, inventando el significado de letreros rotos o despintados, dándole un sentido a la decadencia, al deterioro de las cosas que se resisten a morir; empujando palabras de su lugar de origen, descontextualizándolas para comprobar las emociones del momento; jugando a ser fluxus sin siquiera buscarlo, impulsados por una fuerza interna que les exige narrar la vida, antes de que sea lunes.

20.- “Closure is a made up thing by Steven Spielberg to sell movie tickets”, dijo Bojack Horseman. Y yo le creo. Porque un fin de semana puede durar para siempre. Porque un grito en el escenario puede encriptarse en tus huesos para siempre. Porque los lugares que nos dan vida recorren nuestro cuerpo como la sangre, son tan necesarios como la sangre.

21.- Es lunes, Ethan y Julie se despidieron hace 12 horas. Mensajean sobre haber dormido muy poco. Ethan piensa en “la fragmentación del deseo”, algo que solo entiende Julie. Ethan se recuerda junto a Julie, mirando por la ventana de la entrada hacia la sala de La Casa Amarilla: una luz morada pintándolos desde allá dentro. Ethan se ríe al recordar que cuestionaron a todos los tecladistas que encontraron esa noche, nunca había visto a tantos en un mismo lugar (nota mental: idea de cuento donde un ejército de tecladistas intenta dominar al mundo), les preguntaron sobre la posibilidad de ser tecladista y ser un rockstar a la vez. Conclusión: es imposible, aunque a Ethan le moleste un poco.


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