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Por Gará Castro

Mérida, Yucatán, 13 de junio de 2022 [00:02 GMT-5] (Neotraba)

El olor a café es un buen comienzo. Adolfo se pone de pie, ilumina el rostro y extiende el brazo para saludar con el puño, cortesía adoptada en la pandemia, aunque acto seguido, regresamos al acostumbrado beso en la mejilla. Físicamente no se parece a Salvador Alvarado –hombre de bigote, rostro alargado, gafas redondas, expresión adusta–, protagonista central de El mismo silencio, pero algo tendrá en común con aquel personaje imprescindible en el devenir de la historia mexicana, ya que atrajo su atención al grado de escribir una novela sobre él.

Estamos en un pequeño restaurante de nombre “Merci. Home made food”, la especialidad son los chilaquiles merci y las tostadas de aguacate que en el menú figuran como “avocado toast”. El tocador de mujeres dice women, el de hombresmen. En el estacionamiento hay automóviles alemanes, japoneses, americanos, coreanos, franceses. Mérida se ha globalizado en un abrir y cerrar de ojos. En el siglo pasado, los yucatecos éramos más arraigados a lo nuestro, mirábamos con desconfianza a los extranjeros, particularmente a los otros mexicanos, que hasta cierto grado lo eran, usábamos un léxico propio que solo nosotros entendíamos, y disfrutábamos con malicia cómo el calor aniquilaba a los de fuera. Hoy es junio, mes de mucho calor; sin embargo, Adolfo Calderón trae camisa de manga larga de un azul refrescante, como si quisiera agregar una nota formal a esta charla en torno al controvertido general Salvador Alvarado. Hablar de él lo entusiasma, parece no querer detenerse, quizá porque nombrarlo es revivirlo. O tal vez porque en todo momento de inflexión en la vida de un pueblo, de turbulencia política y social, una vez corrido el tiempo, puede regresarse una y otra vez desde perspectivas más amplias, con miradas más íntimas, y por qué no, aderezarlo con ficción, como en este caso, en un juego literario que abarca tanto la realidad como la imaginación.

El mismo silencio, ganó el premio de novela cortaTiempos de escriturade la Secretaría de Cultura de Yucatán. Narra la incursión militar del general revolucionario Salvador Alvarado a Yucatán, enviado por el presidente Venustiano Carranza en 1915, su estadía de dos años como gobernador en los que retiró privilegios a la Iglesia y a los hacendados, los atropellos y ejecuciones que cometió, el impulsó al movimiento feminista y a la educación, y la resistencia de los grupos regionales de poder encabezados por Olegario Molina. La hechura de la novela es fragmentaria y polifónica, me recuerda un collage de imágenes, una cartilla de la lotería campechana o un quilt americano. Retazos que sumados forman un escenario más grande, estampas que al concatenarse hacen sentido, diversas voces en distintos tiempos verbales.

Gará Castro. Lo primero que me fascinó fue el personaje, más allá de los libros de historia, me gustaba este general que vino del norte y la polémica en torno a él: mucha gente aún lo ve solo como un sanguinario que llegó a romper con cosas supuestamente positivas y otros como alguien que terminó con una serie de abusos a los indígenas; y estas dos versiones me intrigaban y me puse a investigar y encontré que en efecto el que eliminó las tiendas de raya fue Salvador Alvarado y no Carrillo Puerto, a quien se le atribuye esta reforma y otras que en realidad fueron de Alvarado. Quizá porque a Carrillo Puerto se le recuerda con la frase célebre: “No abandonéis a mis indios”, o tal vez porque Alvarado no era yucateco, y debido la xenofobia de la época, no se le dio el reconocimiento.

Contaban las abuelas de la ciudad que el general saqueó y profanó la catedral y la usó de establo para sus caballos.

Adolfo Calderón Sabido. Una de las cosas por la que más se le conoce a Alvarado es el ataque a la catedral. Él dijo que fueron unos obreros cansados de la iglesia católica y del abuso de los hacendados, pero parte de los yucatecos sostienen que él lo orquestó, de otra manera no puede explicarse que no haya intervino la policía cuyo cuartel estaba justo a un costado. Pero sí hubo el ataque y el negro Timbilla, un boleador de zapatos, bailó encima del Cristo.

GC. ¿Por qué piensas que Yucatán ha olvidado a Salvador Alvarado?

ACS. Debido a ese ataque a la catedral se han generado opiniones de manera sistemática, que minimizan sus reformas legales como la promulgación de las Cinco Hermanas, leyes fundamentales por su influencia en la Constitución de 1917; el impulso a la educación pública: se abrieron muchas escuelas en Yucatán; la eliminación de las tiendas de raya –sistema de esclavitud disfrazada– acompañada de la abolición de la nohoch cuenta de los trabajadores; y la convocatoria al primer congreso feminista, una necesidad del momento, ya que las mujeres empezaban a organizarse.

Adolfo Calderón Sabido. Imagen tomada de su cuenta de FB
Adolfo Calderón Sabido. Imagen tomada de su cuenta de FB

GC. En tu novela mencionas que el general llega frustrado a esta provincia.

ACS. Él quería ser el comandante de las fuerzas armadas mexicanas, puesto que el presidente Carranza le da a Obregón. Y lo envía a Yucatán para calmar la revuelta de Ortiz Argumedo, entonces gobernador, quien engañó a los hacendados porque no tenían posibilidad de ganar la batalla de Halachó, en la que hubo muchos muertos. Otros sostienen que su venida se debió principalmente a que al presidente Carranza se le despertó el apetito al darse cuenta de que en el estado había mucho dinero.

GC. ¿Qué peleaban los hacendados?

ACS. El poner ellos a un gobernador. Ya uno, Toribio de los Santos, había intentado acabar con las tiendas de raya, pero no logró convencer a los hacendados.

GC. ¿Mandó a ejecutar a Garcilaso, general enviado por Carranza?

ACS. Lo hizo. Sucedió que siendo Alvarado gobernador, Carranza mandó al general Garcilaso para ver qué sucedía en el estado y para informar a los hacendados que la Revolución llegaría a Yucatán con los brazos abiertos y no por las armas. Alvarado lo consideró una traición, además de que no confiaba en que los grupos yucatecos iban a aceptar la revolución tan fácil, y mandó a ejecutar a Garcilaso. También ejecutó a un soldado suyo acusado de violación.

GC. ¿Quién fue el principal adversario del General?

ACS. Olegario Molina, sin duda, que representaba a la Casta Divina, aunque la mayoría de los hacendados tampoco estaba muy bien con Olegario. No eran “Los hacendados”, sino un pequeño grupo de ellos, que compraban el henequén barato a los hacendados más pequeños, y lo vendían caro a Estados Unidos. Había mucha ganancia con el henequén, pero solo algunos estaban en la fiesta, a los trabajadores se les pagaba muy poco y ni la muerte los eximía de sus deudas.

GC. ¿Por qué se va el general Alvarado de Yucatán?

ACS. Venustiano Carranza modifica la ley para que solo yucatecos puedan gobernar el estado. El general decide acatar la nueva ley, aunque esto provoca un distanciamiento con el presidente.

Adolfo Calderón Sabido firmando libros en Le Cirque Galería
Adolfo Calderón Sabido firmando libros en Le Cirque Galería

GC. ¿Qué le reclamarías al general?

ACS. El que se haya muerto tan pronto, porque es uno de los grandes personajes de México.

Adolfo me cuenta que hay un antes y un después de Alvarado. Los cambios que impuso trascendieron. Había una separación grande en la población, jamás un obrero iba a sentarse a la mesa con un gobernador. Él integró los diferentes sectores, razón por la que se dice era un adelantado a su época.

–No quiero minimizar nada de lo que hizo Carrillo Puerto –continúa el autor–, pero Alvarado hizo mucho por Yucatán. Y no se le reconoce. Carrillo Puerto se lleva toda la gloria, quizá porque hay un romanticismo en torno a él: la canción Peregrina, la relación amorosa con la periodista Alma Reed, su asesinato. De él hay novelas, ensayos, hasta una película. En cambio, de Alvarado El mismo silencio es la primera novela.

“Lo más importante son los personajes, dejarlos fluir en sus motivaciones, conflictos, pasiones. Cada uno tiene una historia individual, completa, entrelazada con las otras. Todos son importantes; los más existieron, otros los cree en mi imaginación, representan los diferentes grupos de la sociedad. Laureana, Encarnación, El negro Timbilla, Raquel, Cristino. Nunca fue mi intención reivindicar a Alvarado ni hacer una novela histórica, para mí lo importante fue contar la vida de este ser humano con culpa, enamorado, frustrado: derretir la estatua de bronce para darle pie a un hombre de carne y hueso. Y lo mismo con Olegario Molina y los demás”.

GC. ¿Te cambió en algo escribir esta obra?

ACS. Sí. Me cambió la perspectiva sobre la política, sobre la realidad de Yucatán, sobre la palabra, sobre la verdad, entendí la otredad, la manera de pensar de una sociedad en la que todos tienen su verdad y que no cuestiono ninguna, que lo importante es mirar las diferentes perspectivas sobre este punto de la historia. Me encantaría que se generara otro tipo de debate, otra manera de mirar esta época. Siempre habrá diferentes posturas.

GC. ¿Qué te gustaría decir a tus lectores?

ACS. Que no hay nada más universal que las emociones humanas. Que no van a encontrar un bueno y un malo. Ningún personaje se asume como el malo. Y que, a través de las emociones de los personajes, tendrán un acercamiento a un acontecimiento de la historia de Yucatán.

Adolfo Calderón Sabido después de la presentación de El mismo silencio. Imagen tomada de su cuenta de FB
Adolfo Calderón Sabido después de la presentación de El mismo silencio. Imagen tomada de su cuenta de FB

GC. ¿Con qué te quedas del general Salvador Alvarado?

Adolfo entorna los ojos, se toma su tiempo para reflexionar.

ACS. La guerra de los políticos de entonces no era mediática como ahora. Ahí te mataban. Tenías que arriesgar la vida. Me quedo con una frase que escribió a su esposa cuando sospechaba que su vida peligraba: “Recuerda que es mejor ser la viuda de un hombre valiente que la esposa de un cobarde”.

Un siglo después… Las mujeres, entre otras cosas, comenzamos a votar y a participar en la política y la vida pública. La constitución de 1917 sigue vigente. Los hacendados evolucionaron para crear empleos mejor retribuidos y los trabajadores son libres de ir y venir. La catedral de Mérida regresó a manos de sus fieles y el Cristo luce en el altar. Y la tienda de raya, esa esclavitud disfrazada que nos lastimaba a todos, acabó para siempre.


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