Insurrección
¿Cómo se inicia una revolución? y sobre todo, ¿cómo hacer que funcione? La hidra como representación del poder y sus múltiples formas de actuar.
¿Cómo se inicia una revolución? y sobre todo, ¿cómo hacer que funcione? La hidra como representación del poder y sus múltiples formas de actuar.
Por Juan Jesús Jiménez
Puebla, México, 24 de mayo de 2021 [00:01 GMT-5] (Neotraba)
Nota al lector:
Antes de seguir abriendo hilos de forma indiscriminada, sepa que hay en preparación el segundo capítulo de “Astral” y “La Realidad Como La Conocemos”, dichas miniseries junto con ésta serán publicadas sin orden específico, esto para darme oportunidad de seguir explorando temáticas diversas y además de darle un buen camino a la investigación correspondiente. Por lo que es posible que algunos capítulos tarden más que otros, pero todo con la intención de que pueda disfrutarlos. Sin más, creo que podemos continuar.
A la hidra
No habituó esto, pero le voy a contar una historia:
De dos tiendas vuelven los perros que hambrientos fueron a buscar algo a la basura. Uno de ellos se encontró, entre las bolsas y envoltorios, los pescuezos de pollo que alguien dejó botados hace media semana, otro raspaba una lata de atún; los dueños de la basura los sorprenden. Mientras que el primero decide emplatar sus desperdicios de la semana para otros perros, el segundo pone una tapadera pesada al bote y lo que es más: decide que pondrá a su propio perro a cuidarlo. Los dos perros se observan y el de las latas de atún se queja: “¡Qué suerte tienes!”, mientras ve cómo su compañero se ahoga con un hueso. Al final ambos siguen comiendo de la basura.
La precariedad es algo que de mala forma nos ha perseguido y algo de lo que incluso nos reímos al decir “Sáquenme de Latinoamérica”. Todos los días y en distintas perspectivas, la desigualdad puebla el panorama tan nimio como los asientos de un camión, o tan complejo como el lodazal de puercos y lobos –o con palabras más educadas: política– que dan su espectáculo circense en la TV.
Y es sencillo cansarnos y gritar “Hay que hacer una revolución”. Y a primera vista parece una buena idea, en el caso de los perros; saltar hacia las personas que les niegan el alimento, liberar a su semejante de tareas que no debería cumplir, invadir la casa y reclamar lo que por el simple hecho de existir, también es suyo. Esta podría ser la primera causa de un movimiento así, tal y como lo han planteado nuestros libros de la SEP, desde que la señorita Patria sostiene la bandera en sus contraportadas, pero ¿cómo se inicia una revolución? y sobre todo, ¿cómo hacer que funcione? Es así como, en una tierra tan extraña como propia, iniciamos esta descripción del poder, de sus interacciones y las razones por las que no es ideal.
PARTE I: REVUELTAS
Reducir las causas de la Independencia a “es que la gente no soportaba la desigualdad” es desacreditar mucho del contexto que engloba un proceso así, de igual forma con la Revolución y decir “el pueblo no soportaba el gobierno de Díaz”, es como colocar una diana y apuntar todo a un solo punto. No, no es posible. Esto porque el ser humano no es uno, es una multiplicidad de factores que lo forman y le asignan una percepción de la realidad que explique las situaciones que vive de forma cotidiana, de modo que marcar a una oveja negra –sea grupo o una sola persona– solo entorpece la solución. Es entendible e incluso justificable marcar un enemigo, pero no aceptable.
La historia de nuestro país ha tenido esta mala costumbre de hacernos ver que la culpa de los sucesos recaen en unos cuantos, que la justicia corre en la sangre de aquellos que ocasionaron el daño pero no nos deja ver que de las heridas que el tiempo dejó abiertas, no corresponden a la espada de los que yacen marcados en los libros como los malos.
Y esa misma costumbre de etiquetar se dispersa entre nuestros descontentos más pequeños, reconocemos en nuestra frustración a un rostro al que mirar y escupirle; tenemos en la identificación a un enemigo para convertirnos en otro personaje de una trama que desconocemos por completo, sin saber si somos el héroe –de lo que hablaremos después– o un papel secundario. Formamos entre nosotros una hidra, que hambrienta, clama su furia contra la tierra que sostiene sus pasos, contra las injusticias que puede observar al bajar la mirada y la indiferencia que a sus ojos le sobrepasa.
¿Qué es esta hidra sino una bestia dormida? En la historia de México se le nombró como un tigre pero considero que sería mejor conceptualizarla como algo tan temible como frágil a la vez. La hidra despierta en un entorno desconocido, rodeada de gente que arrastra los pies y denuncian las heridas que les venían aquejando desde hace mucho.
Dentro de la política, es común ver que a la hidra la absorben y pintan de cuánto color exista en la boleta electoral; dentro de entornos más pequeños, se puede observar cómo es que duermen a la bestia atendiendo problemas muy pequeños a comparación de las razones que despertaron a la hidra. Ambos son mecanismos que el ser humano ha ideado para lidiar CONTRA ella pero no CON ella, y de ahí el problema más grave.
La existencia de una problemática no se duerme a comparación de la hidra, solo crece a cada instante en que no se le atiende, hasta devorar todo lo que encuentra, deshacer la tierra que le formó y recomenzar. Hoy en día no es muy usual encontrarlo pero esta autodestrucción por complejidad le sucedió a imperios de todos los lugares y tipos en el mundo, porque aunque pudieran lidiar con problemas pequeños, las cosas grandes aguardan y estallan con el tiempo, no se puede reaccionar y consume todo por dentro. Y lo que hace difícil combatir este tipo de problemáticas es que no se les puede identificar como uno solo, como un enemigo, son muchas y cada una relacionada a otra, haciendo casi imposible hallar una respuesta clara para detener su extensión y crecimiento.
Es la relación entre estos dos factores –la hidra/problemática– que se puede explicar el inicio de un movimiento en sus bases –y de la diversificación de opiniones y necesidades que nacen todas las razones del porqué iniciar una revolución: lo importante en este caso es compensar la atención a la hidra como a las problemáticas de modo que ninguna pueda ser opacada por otra y se concilien de una forma justa.
Pero hablar de un solo enemigo, focalizar la atención a un solo espectro de disonancia, limita un poder que ya de por sí se ve mermado por la visión de aquellos que dirigen un movimiento –los héroes. Reconocer que al poder lo capturan unos cuantos, no nos deja ver toda la red que le mantiene, las personas que le apoyan procuran que sea invariable. Darle un solo nombre y rostro hace que la hidra se enfurezca y arremeta contra ese uno solo, sin darse cuenta que de sus cenizas saldrá otro que empoderado por la misma red que puso al anterior, nos dará una caricia en la oreja y nos emplatara basura para desayunar.
Una hidra que nace sin cabeza es una hidra que siempre ha estado muerta.