Las cinco dimensiones de un hombre delgado
Presentamos una remembranza sonora de la obra musical y sobre todo vocal de Bob Dylan.
Presentamos una remembranza sonora de la obra musical y sobre todo vocal de Bob Dylan.
Por Carlos Iván Carrillo
Puebla, México, 14 de diciembre de 2020 [00:01 GMT-5] (Revista Sputnik)
Cuarenta y cuatro álbumes oficiales, doce Grammys, un Óscar, un Príncipe de Asturias, un Pulitzer, un sinfín de honores e inducciones y hasta un Nobel despreciado; son la carta de presentación del hombre que tantas veces nos ha reunido para compartir cervezas, experiencias, textos, rolas y el corazón, sobre todo.
Definitivamente una influencia importante en todos los que directa o indirectamente participamos en la música y el arte; en mi caso, he engullido la obra de Dylan desde crío y muy seguramente desde el periodo de gestación en el vientre de mi madre.
He revisitado unas cuantas veces las producciones de Bob en orden cronológico con el objetivo de encontrar la manera de dividir y explicar su obra, la mayoría de las veces sin éxito.
Producción, sonido, instrumentación, género, letras; pocas veces lograremos encontrar un hilo conductor claro entre disco y disco, excepto que –como él mismo lo dijo en el Royal Albert Hall en 1966– “todas mis canciones son de protesta, así que vamos…”
El folk y el rock coquetearon desde los últimos años de los 50, siempre con recelo entre los espectadores. Es importante precisar que el folk rock, como lo conocemos hoy, nació en California en 1964 cuando Roger McGuinn y The Byrds mezclaron una guitarra Rickenbacker de doce cuerdas con la influencia de la invasión británica y las letras de folk de Bob Dylan o Pete Seeger. Esto incluso antes de la “electrificación” de Dylan.
Uno de mis discos favoritos de todos los tiempos es Fifth Dimensión, grabado y publicado en 1966, producido por Allen Stanton –productor muy poco conocido– que antes sólo había trabajado en los discos más countrys de Jimmie Rodgers y los más bluegrass de Tony Bennett. El álbum Fifth Dimension es el tercero de los Byrds, poco valorado a pesar de ser la piedra angular de la transformación del rock de los años 60. El rock sicodélico nace con este disco y es el puente en la transición del rock basado en el folk y el blues, que después se transformaría en hard rock, glam rock y hasta el rock progresivo.
No, no, no, el rock sicodélico no nació con Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band.
¿Qué tiene que ver esto con Bob Dylan? Pues bien, Fifth Dimension no sólo es el primer disco publicado por The Byrds sin incluir una sola rola de Zimmerman –a petición del mismo Dylan, según Bud Scoppa, el biógrafo de la banda. Sino que, además, ¿quién creen que fue el que introdujo a Roger McGuinn y compañía al mundo del ácido lisérgico? Exacto, el hombre delgado. Incluso existe el mito de que la canción que le da nombre al disco, la escribió McGuinn en un mega bús de LSD –con ya saben quién– para explicar la teoría de la relatividad de Einstein. Por sus referencias a la droga, el disco y sus sencillos fueron censurados por los medios especializados en ese momento y tuvo muy poco éxito comercial.
Un nombre basado en ese álbum fue el que elegí para este análisis y remembranza sonora, pues curiosamente son cinco las etapas en las que he logrado conectar y segmentar la obra musical y sobre todo vocal de Dylan. El viejo Bob ha sido un camaleón y nunca ha tenido problema alguno para radicalizarse, cambiar su forma de cantar o navegar entre géneros musicales. En las siguientes líneas intentaré, de manera abreviada, precisar las transiciones en la voz y producción de la música de Bob Dylan.
La primera época de Dylan entre 1962 y 1968 será la que seguramente la historia recordará, los homenajes y hasta mofas que se realizan a Dylan en la cultura popular son basadas en esta época; un registro vocal fino y con mucha nasalidad, además de elementos teatrales y recitativos. Esto fue lo que llenó el ojo del productor de sus primeros discos y el responsable del éxito de rolas como “Blowin in the Wind” y “A Hard Rains-a Gonna Fall”. John Hammond, famoso por descubrir también a otras deidades de la música como Aretha Franklin, Leonard Cohen, Bruce Springsteen y Stevie Ray Vaughan, entre otros. Se sabe por palabras del propio Hammond que Bobby en sus inicios era un tipo muy indisciplinado en el estudio y que sin importar errores en la guitarra o la voz siempre se negó a grabar segundas tomas. Dentro de esta etapa vocal también se encuentran el Bringing It All Back Home, Highway 61 Revisited y Blonde on Blonde, donde mantiene las mismas características nasales de la voz y se pronuncian más las características teatrales al cantar; incluso en canciones como “Subterranean Homesick Blues” llega hasta a rapear sobre la base, sin embargo esta idea, así como gran parte del cambio del sonido acústico de Dylan a uno más pesado, se le atribuye al productor de origen afroamericano Tom Wilson, responsable de producir también los discos más importantes de Simon & Garfunkel, Eric Burdon y The Velvet Underground.
La segunda etapa que encuentro es un periodo muy corto entre el año 1969 y 1973, las producciones desde Nashville Skyline hasta la banda sonora de Pat Garrett & Billy The Kid, composiciones e instrumentaciones que recuerdan al sonido del clásico country norteamericano y un registro vocal suave, relajado y sin cadencias experimentales ni recitadas. Para esto solicitó los servicios del gran Bob Johnston que después de la chingonería realizada en Nashville Skyline produjo también grandes discos para Johnny Cash y Leonard Cohen. Esta etapa termina por el fracaso comercial del disco Self Portrait, con los viejos fans desconcertados y sin rumbo. Curiosamente no existe memoria en vivo de esta época pues coincide con los años de retiro de los escenarios derivado de un grave y misterioso accidente en motocicleta del que por cierto no existen registros hospitalarios.
Mi época favorita y en la que más disfruto a Bob es de 1974 al 79, a mi parecer los más grandes discos, con un Dylan maduro y una voz estable, cantando en tonos altos y rasgando toda la garganta. Stratocaster negra o Telecaster sunburst en hombro, con canciones agresivas y mucho rocanrol influenciado por The Band, de varones, pues.
Los álbumes más chingones se producen en esta época, Blood on the Tracks, Desire y Street Legal, la producción de estas joyas corren a cargo del mismo Dylan y de Don DeVito, que fue presentado a Zimmerman por Johnny Cash.
Sin duda, para mí es el punto más alto de su carrera musical y vocal; además en estos tiempos se realizan los famosos discos en directo Before the Flood y el magnífico tour Rolling Thunder Revue; gira de 57 conciertos donde comandó a personajes de la talla de Roger McGuinn, Mick Ronson (en ese entonces guitarrista de David Bowie y Lou Reed), Joan Baez, Scarlett Rivera, T-Bone Burnett y el mismísimo Allen Ginsberg, por citar a algunos. Para más información acerca de esta bacanal, recomiendo el libro “Rolling Thunder” que escribe Sam Shepard y claro, el nuevo material cinematográfico del maestro Martin Scorsese.
Con la llegada del disco Slow Train Coming y el último año de la década de los 70, Dylan se convierte al cristianismo. Este disco cuenta con las tremendas participaciones de Mark Knopfler, líder de Dire Straits y del productor Jerry Wexler, a quienes Bob intentó evangelizar durante la grabación. En este punto, el hijo de Duluth, Minnesota trató de regresar al mismo ejercicio vocal que presumía a principios de los 60, pero la edad le empieza a pesar.
El principio de los 80 es definitivamente una época oscura para las producciones y la carrera musical de Dylan. En el libro Crónicas Vol. 1, el cantante menciona que se encontraba desorientado y había perdido la fe en su propia capacidad para crear nuevas obras; sin embargo, en 1988 su inducción al Salón de la Fama del Rocanrol y el nacimiento de los Traveling Wilburys junto a Tom Petty, George Harrison, Roy Orbison y Jeff Lyne, reviven a Bob y alcanza los primeros puestos de ventas en las listas Billboard.
Cuenta Dylan en el citado Crónicas Vol. 1, que en 1989 paseando por Nueva Orleans entró a un local a descansar –e ingerir whisky seguramente– y escuchó a un cantante de blues desgarrar su voz de manera lacónica de la forma más tradicional, breve y concisa. Decide grabar ahí mismo el disco Oh Mercy con un estilo muy clavado hacia el blues que aumentaría más en las siguientes producciones. Dylan intenta esconder la nasalidad de su voz, la oscurece y la rompe lo más que puede hasta llegar al punto más sombrío en 1997 con el disco Time Out Of Mind. Es esta época donde a Dylan se le declara y se consagra como un crooner y en 2006 publica el que considero su mejor material de los dos miles: Modern Times, producido por él mismo bajo el seudónimo de Jack Frost; discazo con mucho rockabilly y blues, además del mismo corte vocal de crooner que mantiene a la fecha.
El crooner, el cristiano, el rocanrolero, el countryero y el folkero; cinco etapas temporales para enfrentar la música de Bob Dylan, una de las tantas maneras de disfrutarlo. Espero sirva este análisis para acercar a nuevas generaciones a su obra, más como un consejo que hace años me hubiera gustado recibir, que como una lección.
Con base en las credenciales mostradas ¿a alguien le queda duda de que Robert Allen Zimmerman es tal vez el artista más prolífico e influyente de nuestras épocas? Quizá, quizá, solo detrás del rompecorazones con sombrero de copa que ahora descansa en paz. Cierro hilo.
Este artículo apareció originalmente en la Revista Sputnik