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Por Iván Santo García

 

Esa noche me fui a dormir pasada la medianoche, mi madre se había ido hacía algunas horas a Monterrey, tardé un poco en concebir el sueño, pero en el primer cerrón de ojos caí en los brazos de Morfeo.

Desperté a las 9 de la mañana, todavía somnoliento fui al baño, hice lo que tenía que hacer, después me lavé las manos y la cara, al bajar las escaleras lo primero que vi fue el lugar donde acostumbraba a estar la sala, ahora el lugar estaba vacío, volteé hacia diferentes rincones de la casa y estaba vacía.

Subí a las recámaras y no encontré nada, sólo mi cuarto conservaba mi cama, un poco de ropa tirada por el piso y una nota debajo de un calzón sucio: ¡TIENES HASTA LAS 7:00 P.M. PARA ABANDONAR LA CASA!

Al principio pensé que era una broma, pero ¿de quién?, entre la ropa tirada encontré un pantalón, una playera y mis tenis. Me vestí y fui a la calle a tratar de localizar a mis hermanas, suerte mala la mía, las 2 trabajarían hasta tarde.

 

A las 11:00 de la mañana me traicionó el estómago y mis tripas empezaron a hacer un ruido extraño, fui a casa de mi primo que vivía a 2 calles de mi casa, llegando le pedí que me invitara algo de comer. Mientras me preparaba un sándwich le platiqué lo que había pasado, no pudo evitar soltar una sonora carcajada, aun riendo me dijo: Te bailaron bien gacho, te robaron todito.

¿Será? Pero ¿y la nota?, qué huevitos tendrían para robar y dejarme una nota amenazante para que deje mi casa. No si esta sociedad está de la chingada, ¿sabes qué?, préstame la pistola de tu papá, los voy a esperar para ver si son tan machitos.

 

Toma, solo ten mucho cuidado- dijo mi primo.

 

De paso le pedí 20 pesos para comprar cigarros y unos cerillos, porque ni eso me habían dejado en la cocina.

Llegue a mi casa y subí a mi cuarto para acostarme un rato y esperar que me dieran las siete.

Encendí un cigarro mientras subía las escaleras, al abrir la puerta de mi cuarto, ya no estaba mi cama, ni mi ropa tirada en lugar. Me sorprendió ver a mi gato atado a una pequeña cruz con un papel enrollado en el hocico, lo desaté rápido y le quité el papel, dejé al gato en el piso, salió huyendo; desde arriba pude escuchar cuando azotó la puerta al salir, nunca más volví a ver al Morris, desenrollé el papel para leerlo: ¡A LAS 7!

Malditos gandallas, me podrían robar, amenazar, o cualquier cosa pero meterse con el gato era mucha chingadera, estaba que me llevaba madres, quería que el tiempo pasara volando para que dieran las 7 y poder conocer a los desgraciados que se habían metido con el Morris, el único gato cariñoso que había tenido, el gato que ahora había perdido por culpa de unos malandros.

Por ahí de las 3 de la tarde empecé a quedarme dormido, por más esfuerzos que hacía para no quedar desprevenido, me dormí, es lógico porque siempre que me molesto o me deprimo me da por dormirme.

 

Soñaba con el Morris jugueteando con mis pies, de pronto todo se tornaba oscuro. Justo en ese momento aparecían dos tipos y se llevaban al gato. Mientras gritaba, veía mi casa vacía, y yo en medio totalmente desnudo. Desperté bañado en sudor.

Eran ya como las 5 y aún clareaba la tarde, me metí al baño para quitarme lo sudado, entré a la regadera, abrí la llave del agua fría para darme un buen chapuzón y al salir mi ropa ya no estaba allí; la parte del sueño en donde estaba desnudo se hacía realidad. Salí chorreando agua, me dirigí al cuarto a buscar la pistola en donde la tenía oculta, aún estaba allí. Regresé al baño para tratar de buscar una toalla, pero en su lugar, en una de las gavetas encontré otra nota ¡TU CASA SERÁ NUESTRA A LAS 7, SERÁ MEJOR QUE TE VAYAS! Enojado, arranqué la cortina plástica que cubría la regadera y la usé como toalla.

 

Pasado un rato, a lo lejos oí un ruido parecido al de un ferrocarril, de repente se me vino a la mente, ¡el tren de las 7! Agarré la pistola, me sujeté bien la cortina, salí de mi cuarto y bajé a la sala. En una esquina del comedor vi a unos ratones en grupo, sin hacer ningún ruido fui y me paré justo detrás de ellos, aunque hubiera hecho ruido no creo que lo hubieran notado porque parecían muy ocupados, al acercarme un poco más noté que uno de los ratones tenía una pluma y escribía sobre una hoja en blanco: LLEGÓ LA HORA DE QUE TOMEMOS TU … justo antes de que terminara de escribir la palabra CASA le disparé y cayó muerto sobre la hoja, los otros ratones salieron huyendo cuando escucharon el estruendo del balazo y vieron la sangre sobre el fondo blanco. Comencé a dispararles pero pronto encontraron un agujero en la pared.

 

No podía creer lo que pasaba, asaltado por unos ratones, ratones que sabían escribir, ratones que crucificaban gatos, ratones que movían muebles y desaparecían las cosas. Ratones con muchos huevos.

Una voz proveniente del agujero dijo NOSOTROS LLEGAMOS AQUÍ ANTES QUE TÚ Y TU FAMILIA, QUEREMOS NUESTRA CASA Y LA QUEREMOS AHORA.

No daba crédito a lo que oía, ratones que hablaban.

Se escuchó de nuevo la voz DÉJANOS RECOGER AL HERMANO QUE ACABAS DE MATAR, DEBEMOS ENTERRARLO COMO EL HÉROE QUE ES.

¿Qué? ¿Ratones que hacen entierros? ¿Ratones que tienen héroes?

-Llévenselo- dije.

Al salir los ratones, comencé a dispararles, maté a 3 o 4, los demás huyeron como pudieron.

 

Pase la noche en el comedor esperando a matar más ratones, de repente salía alguno y yo le disparaba y mataba otros, hasta que me venció el cansancio y caí dormido.

A la mañana siguiente desperté, ya no estaban los cuerpos de los ratones muertos, sólo las manchas de sangre. Justo a mi lado estaba una hoja doblada por la mitad, leí lo que decía ¡TÓMATE TU TIEMPO, CON CALMITA, CUANDO ESTÉS LISTO TE VAS DE NUESTRA CASA!

 

 

Iván Santo García
Iván Santo García

Iván Santo García habita en: http://manchadetinta.blogspot.com/

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