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Por Dulce Karen Capulín

Ilustraciones por Nikte-ha Solano Mercado

Nuevo Laredo, Tamaulipas, 10 de enero de 2021 [00:26 GMT-5] (Neotraba)

En el bosque

Creo que maté a mi alma. No lo sé con exactitud. Hoy, ¿fue hoy? Salí dispuesto a traer una presa. Muchos dependen de mí, de lo que cace. Este era un viaje como muchos otros y que se extendió por lo que me parecieron meses enteros.

El bosque cambió, puedo jurarles. No era el mismo, crecí ahí, lo conozco mejor que nadie. Pero los caminos ya no me sacaban de él, ni siquiera parecían hechos por hombres o bestias: era como si me engullera una y otra vez. Caminé por horas hasta el anochecer. Cuando me di cuenta que era inútil esperar el día comencé a caminar en la oscuridad. Hasta entonces pude notar cómo los caminos volvían por la noche. Era mi bosque, sabía a dónde ir. Suena increíble, yo mismo no lo creo: al volver la luz todo se esfumaba: mis marcas, mi refugio, mis pisadas… Volvía al corazón del bosque.

Estaba completamente perdido. Hambriento, sediento, sucio, cansado y al borde de la locura; fue cuando lo vi: un cervatillo blanco. Sin pensarlo dos veces le disparé. Lo creí mi salvación. Sentí un inmenso alivio cuando lo atravesó la bala. Al fin comería, podría volver a casa. Al acercarme a la presa, a unos pasos de ella, vi horrorizado que no era un cervatillo. Lo que estaba en el suelo era un niño. Era yo de niño… Y tú me dices que sólo me fui unas horas, que el bosque estuvo inmóvil, que los caminos nos cambian. ¡Te juro que lo viví! ¡Te juro que lo maté! ¡Creo que maté a mi alma! ¡Maté a mi alma!

Ilustración de Tonantzin Solano.
Ilustración de Nikte-ha Solano Mercado

Bestia

Me aterra salir de casa o del trabajo. Sé muy bien que estará esperándome en alguna parte del camino. Se mueve entre las sombras: te observa, te sigue, te caza. No se puede escapar tan fácilmente, debes cambiar de hábitos, caminos, trabajo, forma de vestir y quizá tu corte de cabello. Puedes cambiar hasta tu nombre, pero eso no asegura que no te volverá a encontrar. No estarás a salvo, pues toma mil formas: es paciente. Siempre encontrará una voz.

Ilustración de Nikte-ha Solano Mercado

Mi vecina

Llegó por casualidad a esta ciudad. Lo hizo acompañada, pero hoy, por obra del destino, sin familia ni amigos, está completamente sola y sin una idea clara de qué hacer con su vida o de cómo sobrevivir. Se le podía ver en una banca vieja del parque cercano a los departamentos. Observaba lo que, según ella “era bello”.

Ponía la mirada en la copa de los árboles o en la risa de los niños, en la tierra seca o en el correr del agua. Una vez la sorprendí perdida en una roca. Pareciera como si quisiera perder su soledad confundiéndose con el mundo. Pero no podía, ella la seguía a donde iba.

Sus ojos perdieron brillo, su cabello lucía descuidado su andar era pesado, su cara delgada y pálida. Toda ella era soledad. Comenzó a ausentarse. a dejar de querer existir con el mundo.

Un día no la vi más. Supe, entonces, que su soledad la consumió por completo. Ya no era más que un cadáver en su apartamento.

Ilustración de Tonantzin Solano.
Ilustración de Nikte-ha Solano Mercado

Migomisma

Migomisma quiere matarme, lo sé. Sólo espera el momento adecuado. Me lo susurra cuando estamos solas; en el espejo ya no me veo a mí, sino a ella. No soy yo quien vive.

Susurra mis errores, vergüenzas y tristezas. Apunta mis recuerdos más felices para luego callarse. Me hace ver mi soledad, me dice que sólo la tengo a ella.

Me recuerda a mi familia: sus risas, caras y abrazos. Pero, sobre todo, que no están.

Migomisma quiere matarme de ausencias.

Ilustración de Tonantzin Solano.
Ilustración de Nikte-ha Solano Mercado

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