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Portada de Tu nombre chino de Juan Esmerio, publicado por Nitro Press.
Portada de Tu nombre chino de Juan Esmerio, publicado por Nitro Press.

Por Isabel Dorado

Puebla, México, 20 de agosto de 2019 (Vertedero Cultural)

León preguntó cuáles eran las puertas de la ciudad.

No las hay. O sí pero son naturales:

al este la montaña, al oeste el mar, al norte un estuario y al sur el río. (Página 25)

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Tal vez, algunos de nosotros, hemos escuchado de la población asiática en el norte del país. Quizá sepamos algunos detalles como la situación laboral que buscaban en California y con la que se encontraban en México. Incluso es probable que conozcamos a algún descendiente con algún apellido como Cinco y nos hubiéramos enterado que fue una manera fácil de registrarlos ante la imposibilidad de adaptar su apellido al español. Juan Esmerio, escritor originario de Sinaloa, abre una ventana a como pudo haber sido el arribo y vida de uno de tantos que llegaron para quedarse.

León, como decidió llamarse en Occidente, arribó a Mazatlán, Sinaloa a principios del siglo XX en un contexto determinado por el Tratado de amistad, comercio y navegación entre México y el imperio de China, que había sido firmado en 1899 según se explica en las primeras páginas del libro.

De inmediato se incorpora junto al señor Chang, que conocía con anterioridad y al que cariñosamente llama tío. Ansioso por conocer el lugar, se lleva las primeras sorpresas al no encontrar instrumentos adecuados para consultar su futuro según la usanza del libro del I Ching.

Aunque el inicio pueda parecer un poco lento, es una oportunidad para percibir el mundo de la migración de aquellos años a través de los ojos del señor Chang: dueño de una posada y ávido cocinero, quien instruye a León en los aspectos comunes de la ciudad y le explica contrastes que el joven chico descubre con asombro.

Pronto se hará amigo de los remeros Tirso y Santiago, de los pocos personajes mexicanos a los que se tiene acercamiento en la historia. León está rodeado por demás chinos instalados en México; observa como cada uno en mayor o menor medida se ha adaptado a la cultura, ya sea cambiando su nombre, su forma de vestir, su corte de cabello o sus costumbres.

¿Y qué hará él? Parece hacer las cosas por inercia pero sin dejar de tener en mente todo lo aprendido a lo largo de su vida en China. Es ahí cuando una noche a mitad del otoño conoce a una chica en la playa y decide cortarse el cabello. Dejar eso de lado puede traer un gran valor simbólico y presagiar más eventos que los alcanzados a vislumbrar gracias al I Ching.

En esa ciudad dibujada como un puerto al que cada vez llegan más chinos y en donde los mexicanos se mueven en círculos llenos de extranjeros europeos; Hortensia, una joven mexicana, encuentra el amor al lado de León, aunque no bien visto por todos.

El libro entero está escrito en español pero podemos imaginar que la mayoría del tiempo León habla su idioma con el señor Chang y otros chinos tanto en la posada como en la yerbería del señor Chen, quien continúa vistiendo como en Oriente y porta barba y una larga cabellera.

A pesar del previo conocimiento del español de León y sus ánimos de practicarlo en cada oportunidad, hay bastantes momentos en los que no logra comprender la totalidad de las palabras escuchadas pero se guía por el lenguaje no verbal. Así es como establece una relación romántica con una chica que apenas conoce, de una cultura ajena y a la que no siempre puede comprender del todo. Pero él se encuentra fascinado la mayoría del tiempo y acepta con paciencia las diferencias que se encuentra. Hortensia es una mujer de carácter fuerte que sabe guiar a León por la ciudad y presentarle personajes y lugares desde su visión local.

La novela, todo el tiempo mantiene una sensación de estar inmerso en un mundo irreal y a la vez conocido. Sabemos que es Mazatlán pero no conocemos esos tiempos, y mucho menos podemos sentir lo sentido por una comunidad que en ese momento era ajena y con el tiempo se fue incorporando al lugar. Es entonces, en el mundo propio de la novela, que se nos regala un atisbo de lo que fue el puerto en aquellos años; una probada a la comida del señor Chang, que no comprende por qué los locales se empeñan en mirar al horizonte, teniendo en las montañas tanto que ver, al igual que hace el señor Chen al ir a buscar remedios.

Esos tiempos suenan idílicos pero no se dejan de lado testimonios de personajes acerca de los episodios de odio y persecución, que como sabemos, en las décadas siguientes incrementarían durante la revolución mexicana. La población china venía ya huyendo de condiciones adversas en su tierra natal. Del otro lado del Pacífico se organizan formando lazos entre ellos, siendo de religiones e ideales distintos los unos a los otros, coinciden en ciertas convicciones políticas y el amor por la nación del sol naciente.

Esta unión en gran medida les permite apoyarse para alcanzar una gran prosperidad y enviar remesas a sus familiares en otros puntos. El autor deja entrever detalles acerca del futuro de León, tal como él lo consulta en el I Ching, y nos deja con una sensación de esperanza aunque nadando en la ambigüedad.

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Tu nombre chino de Juan Esmerio. Nitro Press, México. 2018.

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