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Rubem Fonseca. Foto de Javier Narváez
Rubem Fonseca. Foto de Javier Narváez

Por Luis J. L. Chigo / Óscar Alarcón (@metaoscar)

Puebla, México, 15 de abril de 2020 (Neotraba)

En 1977 la policía brasileña le regala a Rubem Fonseca la categoría de escritor trascendental, cuando censura su libro de cuentos Feliz año nuevo.

No pocos coincidirán en que escribir es un acto de rebeldía. Esta condición es observable en muchos de los escritores de la talla de Milan Kundera o Azar Nafisi.

El originario de Juiz de Fora, Rubem Fonseca, murió el día de hoy, 15 de abril de 2020.

Para Fonseca, la ciudad es un entramado industrial y más cuando se encuentra cerca de lugares como Rio de Janeiro, pues estuvo siempre interesado en perseguir el secreto de estas urbes en pleno desarrollo económico.

Es autor de libros como Los prisioneros, Lucía McCartney, El collar del perro, El caso Morel y el ya mencionado Feliz año nuevo, su obra primeriza, así como de El seminarista y Carne cruda, entre los últimos. Merecedor en 2003 del Premio Camões, considerado el Nobel de Literatura en portugués, un equivalente del Premio Cervantes para la lengua española, también obtuvo el entonces Premio Juan Rulfo, otorgado por la Universidad de Guadalajara y CONACULTA, en el mismo año.

Sus libros describen a delincuentes, ladrones y asesinos. En sus relatos, nos encontraremos a un Brasil lleno de actos sexuales.

Cuando los críticos señalan su obra como de un estilo “crudo”, no es más que una forma de acercar a Fonseca a la élite: la crudeza es la vida cotidiana de una Latinoamérica sumergida en dictaduras, controles biopolíticos y delincuencia ocasionada por las esferas del poder.

El escritor brasileño retrató estos pasajes de la vida en el país lusófono, a través de la novela negra, desde la cual no sólo impregnó al lector de crímenes, sino también un profundo sentido del humor.

Ahí donde muchos prefieren ver el color local de las favelas, Fonseca buscó las entrañas de una población que necesitaba condiciones económicas más justas y no proyectos culturales centralizados de “regeneración social”.

Falleció a la edad de 94 años, a causa de un paro cardiaco, a pesar de los esfuerzos por parte del Hospital Samaritano por reanimarlo, así lo señalaron los familiares del que fuera un grande de las letras brasileñas y latinoamericanas.

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